Casamiento de la Reina Isabel de Inglaterra y el príncipe/rey (consorte) Felipe de Edimburgo, muerto a los 99 años. La otra cara -de humor “british”, glamur y brillantina egregia (de casi todas las realezas de Europa, alemanas, griega y rusa ¡de los Romanov!)- de Su Majestad Graciosa. Como un Jano Bifronte, –de imperialismo civilizador y supremacía blanca- el de la Gran Bretaña, faro de Alejandría de la sentenciada y desahuciada civilización europea
El rey/consorte ha muerto. ¿Viva el Rey? Viva lo que mal que bien desde hace tanto tiempo él encarnó, y que se tiene urbi et orbe desde hace ya mucho también dado por abolido y muerto. Un gentleman -en la paz como en la Marina (de guerra) (...)-, Felipe de Edimburgo, el marido de la reina Isabel que redime entre muchos –y en el recuerdo- a la reina y a la nación más amadas y más odiadas tal vez del planeta tierra. Se le veía (siempre) pero no se le oía o muy poco y fue ese discreto protagonismo tal vez, lo que le ganó una legión de partidarios y de admiradores callados y discretos en el pueblo mas alérgico tal vez a los encantos de la pérfida Albión en el planeta. Aquí ya hice en una entrada muy reciente un elogio encendido –y sincero- de un Portugal unido a los ingleses y a su monarquía por "la alianza -como ellos tan gustosamente lo recuerdan- más antigua" de la historia, como un gaje o una secuela de la “guerra civil europea” que no es de ahora sino que se remonta muy lejos en el tiempo, tan lejos como la guerra de los Cien Años o –mas cerca (casi), y de nosotros mucho mas cerca aún- la guerra civil castellana -de Don Pedro contra los Trastamara-, la madre de todas nuestras guerras civiles o “de todas las batallas” que hizo –más que cualquier otra cosa (como ya aquí lo expliqué tras la pista del historiador e hispanista francés Pierre Vilar)- que nos decantáramos de lado del Mediterráneo y no del Atlántico, y de Francia –y de Italia- con preferencia a Inglaterra, o mas exactamente a Portugal e Inglaterra.
“Los Leger somos atlánticos de padres a hijos” declaró un secretario del Quai d’Orsay del pasado siglo, el poeta Saint-John Perse para más señas, nacido en las Antillas francesas y repatriado de niño con los suyos en un mercante español, en el 98. Y a sus ancas yo puedo decir más o menos lo mismo, y no por razón de nuestras trayectorias tan diversas. Soy y me siento atlántico –además de madrileño de nacimiento (y de arraigo y de crecimiento)- y por eso (y no al revés) viví en los sitios y países donde viví como si no pudiera ser de otra forma, países de francofonía más por lo atlánticos que por lo francófonos (o francófilos, como la Argentina), y ahí está la paradoja. Y la Suiza “romane” –la Romandía- donde también viví, y todo el área cultural germana o de lengua alemana (omnipresente en mi mente y en mi blog, se piense lo que se quiera de mí) no vienen a ser más que la excepción –por razón (en parte) genealógica- que confirma la regla. ¿Anglófilo pues? No precisamente, que ya veo que muchos me están esperando –con la escopeta levantada- ahí, pero tan europeo como se lo pueda sentir en España cualquiera, y tan impregnado de admiración y de influencia de la cultura (y poesía) inglesa (s) como lo fue –en el poema de recuerdo indeleble “If” (de Kipling) que metabolizó e hizo suyo propio- José Antonio Primo de Rivera (fuera de toda sospecha) Y en una sintonía espiritual y cultural colectiva además de individual, que se pondría de manifiesto en la amistad que ligó con aquél a Oswald Mosley, el amigo -y protegido- de sir Winton Churchill (¿y tal vez su cuñado por la vía biológica?), que nos hace irresistiblmente pensar –y que nadie se escandalice- al rey/consorte ahora en todas las mentes y en todas las bocas.
Ramón
Cabrera, “el tigre del Mestrazgo”, general del bando de los vencidos de la
ultima guerra carlista. Se refugió en Inglaterra hasta el final de su vida tras
la derrota y el asesinato de su madre –que se mereció el aplauso de Mariano
José de Larra (¿un respeto?)(…)- en Barcelona. Botón de muestra esa (ilustre) figura española
del exilio inglés, del innegable ramal “british” o anglófilo de la Historia de España
contemporánea. Fuera de toda sospecha
“Retén todo lo que otros rechazan en ti, porque ese eres precisamente tú”, escribió Francisco Umbral citando uno de sus autores favoritos, Jean Cocteau. Y ese europeismo a veces francó- o a veces angló-filo que los españoles llevamos dentro tan disimulado o tan (vergonzantemente) reprimido, que tanta repulsión nos deparó y que les repele (fatalmente) a algunos (extraños) por lo pretencioso –e ingenuo- y hasta lo espurio que les resulta, es precisamente lo que más nos caracteriza tal vez y nos distingue dentro de casa como de puertas afuera. Europeos de la Punta (Sur) de Europa, eso es lo que somos (y no quiero aquí entrar en polémicas) (…) Felipe de Edimburgo, el rey/consorte al que ahora ataca de fuego cerrado la prensa francesa "mainstream", ofreció más de medio siglo la otra cara o imagen –gentleman, fair play, de brillantina y glamur (y humor) “british” y sonrisa dentrífica- de ese Jano Bifronte que habrá sido en la era contemporánea hasta hoy la Gran Bretaña. De imperialismo agresivo y de supremacía blanca, y de pilar y baluarte (nota bene) del Orden y la Civilización, a través -como reza su himno- de todas las tormentas. Como las que se amontonan hoy en los cielos de Europa
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