Pablo VI, alto comisionado –con los más amplios (plenos) poderes- para la desnazificación española, así es como lo califiqué en un libro pendiente de publicación sobre las apariciones de Fátima (…) Le odié con toda mi alma –con ese semblante torvo en permanencia y sus lecciones de moral (democrática) y su poder (de chantaje) omnímodo y sin límite (ni parangón) en la política española y en las conciencias-, y es cierto que sin ese odio (teológicamente) perfecto, y extrapolable a su sucesor y a la vez heredero -como lo indica si cupieran dudas su nombre (de elección) pontificio (o papalicio)- Juan Pablo II-, no se explica mi gesto de Fátima, ni todo lo que se sucedió (ni lo que predecería) Agentes (no más) de realpolitik –en el plano de la política religiosa- así veo hoy (en cambio) a los papas del concilio (y pos/concilio) más que otra cosa. En el mundo (extraño) surgido de la derrota de los nazi/fascismos, y del triunfo de la (diosa) democracia. Con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas (las de todos) de tempestades de fuego –como las de Dresde o de Hamburgo- por cuenta de la Democracia. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
ADDENDA. Aldo Moro, consejero e intimo amigo de Pablo VI , se lo llevó con él a la tumba -o al cubo de basura en la que encontraron su cadaver, (9 de mayo 1978), unos días antes de la muerte del pontífice (6 de agosto 1978)-, y junto con él, los sueños (posconciliares) de diálogo cristiano/marxista y de "compromesso storico", que aquel poltico demócrata/cristiano (de centro/izquierda) tan emblemáticamente encarnaría (....) (….) ¿Victima de la guerrilla (juvenil y universitaria) de extrema izaquierda, o de la Mafia siciliana? El enigma sigue en pie, más vivo y coleando que nunca
Hace ya tanto, cuando era yo (mucho) más joven, me asumía y definía (encantado) como un nacional católico, con fiereza y también ganas de desafío de la incomprensión y puesta en guardia ante tamaña (y escandalosa) definición o etiqueta, convertida tras la radical mutacion cultural acaecida en la sociedad española y particularmente en algunos de sus estamentos –años sesenta-, en sambenito infamante y en arma de guerra (de propaganda, psicológica) más que otra cosa (…) Y a fe mía que lo seguí (hasta hoy) asumiendo, como así parece que lo notó sagaz no hace mucho tiempo un amigo que no veía hace siglos y que apuntó -pensando en mi a todas luces (o así me lo pareció a mí)- en una distinción clave, entre lo/religioso y lo/cultural, referido o aplicado a lo/católico. Y era al catolico (de pies a cabeza) en sentido cultural –aunque apartado de la Iglesia (y de su jerarquía)- que en mí él parecía ver, ya digo. Y tantos años ya de expatriación en estas tierras de frontera religiosa o confesional -entre catolicos y protestantes- que son los Países Bajos (en sentido amplio, del Norte y del Sur) no habrán hecho más que afianzarme en ese sentimiento o idea de adhesión, o de formar parte de un todo (o de un grupo) Y me viene nuevo una y otra vez
a la mente la referida distinción –entre lo religioso y lo cultural- del catolicismo, tras la aparición de un libro del que tengo ahora apenas noticia en la prensa italiana que acostumbro a leer de un tiempo a esta parte y a salto de mata, como un deporte o un juego mas que otra cosa. Y es una novelita corta con el telón de fondo de los motines desatados hace nada menos que cincuenta años (junio de 1970) –y que recuerdo como si hubieran ocurrido no obstamte ahora- en Reggio Calabria, capital de la mas meridional de las regiones de la Península italiana, justo en la punta de la bota, que segui con veintiun años y con el alma en vilo, presa como ya lo confesé aquí en alguna ocasión del sueño “misino” que me llevaba a ver o entrever la luz de amanecer en esa direccion, léase tras el resurgir jaleado y vituperado por partes iguales en la prensa española, de la derecha neofascista alli, al origen como se apunta en la reseña periodistica que aquí aludo de los incidentes en aquella localidad emblemática. Los cuales tuvieron su pretexto o coartada (como anillo al dedo) en un problema de rivalidad local –con la vecina Catanzaro nombrada capital de región por las instancias políticas y gubernamentales de entonces (con el centro sinistra, y el referido resurgir neofascista a la vez, dando sus últimas boqueadas)-, y en la que la novela reseñada ve el origen de un fenómeno mucho menos trivial -e inquetante en extremo- convertido con del paso del tiempo en la amenaza principal –y a la vez gigantesco rompecabezas- de la política y de la sociedad italianas, y me refiero a la erupción espectral precisamente entonces como se señala en la referida obra (lo que yo ignoraba) de la N’Dranghetta la primera y más temible hoy por hoy de todas las familias mafiosas, más incluso que la Cosa Nostra de Sicilia o que la Camorra napolitana (….)
Nacionalcatolicismo y Santa Mafia, ¡aparte de mi ese cáliz!, el binomio que me llevó casi a perder la cabeza o el juicio (un decir) en la cohabitación forzosa con la masa (informe) de reclusos de derecho común en mis años de encarcelamiento en Portugal, en lo que fue para mi lo que se podría definir en terminología existencialista (de Martin Heidegger) como el choque “brutal” con la no menos brutal “alteridad del Ser", léase mi encontronazo psicológico –y llegando a las manos a veces- con el mundo críptico y hermético y ultra/cerrado de la delincuencia y del crimen, en lo que me fue dado cruzarme con mafiosos de/verdad –de los de fisonomía meridional y nombre (típicamente) italiano acompañando- y fue sobre todo por la terrible paradoja –desconcertante y desazonante en extremo y desmoralizante - que suponía para mi el tener que rendirme a la evidencia, que aquellos diablos (mafiosi) de uñas, cuernos y rabo de la propaganda fide como de lo políticamente correcto (y democrático) en los que se bañó sucesivamente el caldo de cultivo en el que nací y crecí, resultaban al final pobres diablos o si se prefiere, bandido o bandoleros simpáticos y casi benéficos o benévolos, menos dañinos e inhóspitos en cualquier caso que esa otra criminalidad mayoritaria alli como un fatalidad o calamidad bíblica- del tipo quinqui o merchero o quinquillero (calamitas calamitatis!!) –de la que ya me explayé largo y tendido en este blog- o en otras variantes hispanas o hispano/lusitanas, de un cariz guerra civilista o “de clase” –de lucha de clases me refiero- que fueron para mi la autentica maldición y pesadilla el tiempo que permanecí (y sobreviví) allí dentro (…) “Tu caso", me decía refriéndose a mi, como me comentaba –en tono amistoso e incluso cordial a fuer de desenfadado y sincero, uno de aquellos mafiosos de/verdad-, "es distinto, nosotros –y se refería a él y a todos los demás- somos bandidos (en portugués, malandros)" Así concluía por su cuenta él, sin complejos ni rebozos.
La Mafia, un problema cultural, no otro que el del Mezzogiorno, como lo señaló agudamente un autor, Antonio Gramsci, fuera de toda sospecha. El problema histórico –como una falla o una factura insuperable- que no logró zanjar o resolver del todo la Unificación italiana del Risorgimento y que el Sur de Italia arrastraba en línea recta de la presencia española o hispánica (en Nápoles y en las Dos Sicilias) . Hasta el punto que se puede ver cargado de razones y motivos tras el fenómeno mafioso no otra cosa que la transmutación o resurgencia (mistificada) del sentido del honor que les legaron los españoles (de entonces) Y que nadie se escandalice. Lo que explicaría ampliamente el fracaso (polvoriento) tanto del abordaje fascista, y del fascismo -un fenómeno no se olvide de la Italia del Norte-, como el de la democracia italiana que se siguió, en la persecución y hostigamiento y combate de la amenaza mafiosa, en todas sus variantes y episodios y manifestaciones.
"Boia chi molla!" (¡Muerte a los cobardes!) grito (polisemico) de protesta (cargado de resonancias historicas, de la muerte del Duce, "Boia" -"verdugo"- en la boca de la chsuma que le ajustició en la Piazza del Duomo de Milan, junto con Claretta Petacci, y que retomó más tarde Stefano Delle Chiae) en el motín y disturbios -ver foto- de Reggio di Calabria (julio 1970-febrero 1971) Lo que seguí con el alma en vilo, presa del sueño/misino. Fueron, es cierto, instrumentalizados por la extrema derecha neofascista y dieron a la vez lugar –lo que nunca se supo o recordó (en España)- al renacimiento de la 'Ndrangheta, la más temible de todas las familias de la Mafia. Mafia y nacionalcatolicismo, el insoslayable dilema, en España como en Italia
La Mafia y el Vaticano, caliente, caliente, e (insisto) que nadie se escandalice. “Recapacite, Monsiñore”- leí una vez de un mafioso italiano (anónimo) que se permitía amonestar en esos términos, lleno de retranca proverbial, mafiosa y siciliana- al entonces arzobispo de Palermo (tiempos de Juan Pablo II), un fogoso y enardecido adversario de la Mafia. “Recapacite y dése cuenta de donde están sus amigos y los amigos de sus amigos”, en lo que parecía –en clave italiano/siciliana- un aviso y más aún una seria amenaza (…)
Realpolitik más que otra cosa, tal y como lo vengo dando a entender aquí en mis análisis de política religiosa (léase relacionadas de lejos o de cerca con la Iglesia católica) Y realpolitik no se olvide, de componente mayormente por no decir a título exclusivo, de índole mafiosa. Y eso explica y nos fornece a la vez la clave de los dilemas y enigmas tan terribles que los que fuimos crecidos y educados (y bautizados) en la Iglesia tuvimos que enfrentar para no perder/la/fe primero y después –más serio e irreparable- para no perder la razón (ni el sentido común tampoco).
O lo que es lo mismo, el sentido del honor, lo que nos fue mostrando al cabo de tan largo periplo de lucha y de expatriación –¡qué odisea!-, todos los visos y rasgos de una fe religiosa, y a la vez católica, o nacional/católica (o neopagana, la misma cosa)
y que se sabe de verdadero y/o oculto sobre el rapto de la iglesia y de la tribulación y su proximidad?
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