“Generalísimo” Tchang-Kai-Chek (1887-1975) Nombre familiar en la prensa y en la radiotelevisión española los años de mi infancia y adolescencia. Fundador junto con Sun-Yat-Sen –"padre de la China moderna", primer presidente de la Republica (1912) y esperanza/blanca (léase amarilla) en su momento (nota bene), del nacionalsocialismo alemán-, del Kuo-Ming-Tang, partido nacionalista chino y matriz (lo comprenda el que pueda) del Partido Conunista Chino (de Mao Tse Tung) Tchang-Kai-Chek se erigió –frente a Mao- en líder de la facción nacionalista y anticomunista durante la guerra civil china (1946-1949) y tras su derrota en el coninente, fundó “la República de China” en Taiwan (del otro lado del Estrecho de Formosa) de la que fue presidente hasta su muerte. Estuvo presente en la conferencia del Cairo (22-26 de noviembre 1943) –junto con Roosevelt y Churchill, y en la ausencia de Stalin- que tras la rendición del Japón estableció el nuevo orden en el Extremo Oriente. Y en esta hora del renacer chino tras la pandemia del corona virus, su nombre regresa a la memoria de occidentales (lo queramos o no) Y es tras la sombra estelar y oscura y siniestra a la vez de “Las Triadas” –de raíces monárquicas y dinásticas (de la dinastía Ming, rival de la dinastía manchú)-, de las que Tchang-Kai-Chek fue miembro en los inicios de su carrera y de su ascensión. Mafia china de innúmeras familias y ramificaciones- con las que el Partido comunista en el poder en Pekín selló un compromiso histórico, de signo nacionalista y de apego y regreso a las grandes tradiciones chinas –del budismo y del confucianismo, y de lo que se erige hoy -de su pugna con Donald Trump- en gran heraldo (triunfador), Xi-Jin-Ping (si lo hemos comprendido bien) Y no nos sentimos obligados –tras la declaración de guerra (bacteriológica) de este ultimo a Occidente- a renegar y condenar a la “Damnatio memoriae” la figura de aquél. ¿Por qué?
Va de historia (y no de cuento/chino). A la dinastía Ming (1368.1644) –fundada por monjes taoistas, y a la que se debe el arte marcial del kung-fu- -sucedió al final del siglo XVII la dinastía King (Manchú)- frente a la que surgieron las Triadas, sociedades secretas –entre la masonería y la santa Mafia en clave oriental- sin las que no se entiende ni se puede tratar de comprender nada de la historia china a partir de entonces ni de su realidad presente –de perfiles tan amenazantes e inquietantes-en la actualidad. Las Triadas son un tema de predilección recurrente en extremo en la literatura “en negro” contemporánea con el telón de fondo del crimen organizado, y lo es sobre todo en su versión americana por tener mucho más acentuada su presencia e influencia precisamente allí –al Norte y al Sur del Río Grande. Y lo que cobra un interés palpitante, de aquel y de este lado del charco, en esta hora incierta en la que –como lo formula un análisis (certero) de la situación política mundial en la actualidad de la prensa francesa- los occidentales tenemos que habituarnos o hacernos a la idea de ver asociado a nuestro destino – y a sus horizontes dominantes e inmediatos de futuro- la confrontación al mas alto nivel entre la China y los Estados Unidos, las dos más grandes (super) potencias del planeta, y a lo que estamos llamados a un protagonismo diferente al de meros espectadores, como lo fuimos tantas veces los españoles (y el que pueda entender que entiendan) (…) (continúa)
(.../...) (Continuacion)
Una batalla al estilo de "Juego de tronos" en la que cuenta sobre todo, más que el saber escoger nuestro campo o partido, el no rebasar -ni en un milímetro- líneas rojas como las que separan al ogro o gigante de la China popular de su enemiga íntima de Taiwan, del otro lado del estrecho de Formosa. Otras líneas rojas como las del Tibet (del Dalai Lama) la de Hong-Kong, junto con la de Macao (su hermana o hermano gemelo) cuentan menos o mucho menos en la tesitura en curso, ni más ni menos que el contencioso que enfrenta –como de nacimiento- al régimen comunista chino con la jerarquía (china) de la Iglesia católica, o más que con aquel, con la nueva jerarquía que aquel impulsó, nacionalista china en política y en liturgia, y en doctrina por paradójico que parecer pueda, rígidamente tradicionalista (pre-conciliar) e integrista. ¿Morir por Taiwan? Ese es el tema análogo o parecido al dilema que se nos presenta ahora, igual o análogo al de los pacifistas filo/nazis en torno a Danzig del periodo de entreguerras. Y a riesgo de ponernos de nuevo en malas compañías –como en el conflicto de Ucrania o en la guerra en Siria- quede aquí bien clara nuestra apuesta. Por Taiwan, la China nacionalista. Y es por una cuestión de legítima defensa o de elemental supervivencia, frente a los que sin comerlo ni beberlo nos tienen declarada la guerra. A todos (o casi todos) los europeos y a todos los españoles, y en particular a las franjas de su población –viejos y ancianos- mas desvalidas e defensas. Y más aún, por una memoria histórica de la guerra fría gracias a la cual –lo reconozcamos todavía o no- los españoles volvimos a entrar en la Historia, en aquella en su conjunto o generalidad, y en algunos de sus episodios o capítulos que nos pillan mas de cerca como lo fueron el justicialismo en Argentina, la guerra de Argelia y el combate por la Argelia francesa (piensen de ello algunos lo que quieran) De aquella misma o de sus epifenómenos mas tardíos como lo fue el combate anti-castrista o la revolución (marxista) portuguesa (…)
¿Queda claro? Y una vez la apuesta echada se nos disipan las dudas y los escrúpulos de conciencia. ¿Racismo anti-chino el nuestro? Por partes, y sin obviar en absoluto el racismo anti-blanco (o anti-occidental) que hizo germinar o nacer en los países asiáticos la guerra del Vietnam –y el espectro de guerra de razas que apareció entonces y que vuelve ahora la carga (o lo parece) con más furia y furor que nunca-digamos que nos sentimos y nos vemos, en el tema, libres y exentos de culpa alguna. No hay contencioso reciente con China en nuestra historia además, como si lo hubo (aunque solo nos enteramos mucho después) con el Japón durante la Segunda Guerra Mundial por cuenta de las Filipinas (…) Y en las guerras del opio (1839-1842, 1856-1860), del imperialismo ingles, en las que el Japón (nota bene) se puso sieempre de peril, y en la que España -al contrario de Portugal-no tuvo estrictamente nada que ver. ¿Choque de culturas con el mundo asiático como el que nos enfrenta al Islam (integrista)? No hay tal o no queremos verlo así (y es lo que cuenta) Y es a partir del momento que conseguimos abstraer o separar el marxismo como un producto o subproducto occidental de la cultura china ancestral que tiene en Confucio su padre fundador y en el confucianismo –rehabilitado (nota bene) por la dirección actual del partido comunista en Pekín y sus predecesores- pilar fundamental de la sociedad y del Estado con una sabia mezcla de culto a las tradiciones patrias y al principio de autoridad y la sabiduría ancestral (de la administración y sistema mandarín)
¿Confundir piadosamente el deseo con las realidades –lo que aquí estoy haciendo- como las que habrá puesto (clamorosamente) de manifiesto la pandemia? De mercados –como el de Wuhan, epicentro de la erupción del corona virus- de animales exóticos (sic) (como los alude púdicamente la prensa italiana) De gatos salvajes, de conejillos de Indias, de erizos, de ratas y ratones campestres, de reptiles, de cobras y serpientes acuáticas, aves acuáticas, silvestres o semi-salvajes, de aves rapaces, entre los más caros -y apetitosos y codiciados- de la clientela allí como lo pone de manifiesto en edición reciente el diario italiano “La Repubblica”, anunciando su retirada (bajo presión internacional) de la venta al publico. Peccata minuta, como las corridas de toros o las peleas de gallos de aquí.
Lo dicho, Taiwan, la China nacionalista, de testigos de la defensa, de nuestra inocencia (racial) en el tema. Y que me perdonen –y no nombro ex profeso a nadie- los guardianes de la ortodoxia en materia de geopolítica o geoestrategia (….) Semper ídem en esta nueva guerra (semi) mundial. Como en la guerra en Siria (…)
"Milagro taiwanés". Vista nocturna de su capital Taipeh. Con un nivel de vida comparable al de la UE, un tasa de crecimiento la mayor del mundo y de natalidad en cambio la menor. Aliado fiel de España desde su fundación. Y (estrictamente) al margen no obstante –como apestados- de la comunidad internacional y de sus grandes instituciones (ONU y OMS) Reto mayor (apenas disfrazado) de la guerra semi-mundial declarada al Occidente por la Republica popular de Pekin. ¿Morir por Taiwan, en los rescoldos de una interminable guerra civil (allí como aquí)? Me temo que ello venga a formar en lo sucesivo parte de nuestro destino. Por fidelidad aunque solo sea a la memoria de los millares de personas mayores (o ancianos), victimas del Corona virus
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