Protagonista del mayor realce el mandatario turco Erdogan del Gran Remplazo (Remplacement) -religioso y cultural, y étnico-racial- agazapado tras la inmigración no europea en masa (y de la invasión silenciosa), tal y como lo ilustran -en la guerra en Siria- la noticias de última hora. Y como lo venimos atestiguando dia a dia en nuestro años de residencia en Bélgica
¡Que vienen los turcos! Ese grito de alarma anidado en lo más hondo de la memoria colectiva resonó –a lo largo y a lo ancho del Mediterráneo- en los oídos de nuestros antepasados durante siglos, lo que en una mente musulmana equivale no obstante a minutos por no decir segundos, casi nada (…) Y ahora en plena guerra civil siria o dando más bien sus últimas boqueadas, se le vuelve a oír igual, aunque muchos –los medios sobre todo- hacen todo para que no se oiga, para que no se note que estamos otra vez bajo una misma amenaza. Y es la que viene a encarnar el primer mandatario turco Erdogan, empeñado en una furiosa –y enloquecida- huida haca adelante en el conflicto sirio. Donde parece empantanado en las últimas horas después de pasarse meses amagando entre puro postureo y últimamente entre las más encendidas de las bravatas. Y que parece así atrapado en las mismas redes tendidas por ellos, lo muestra sin dobleces su visita relámpago a Moscu (en curso), horas después del lanzamiento de su ofensiva terrestre (“Escudo de primavera”) –un guiño y mas que eso, ese nombre de guerra a las primeras árabes y a los que la secundaron- en la región de Idlib, frontera siro-turca bajo un cielo enemigo (nota bene) –por el control total de la aviación rusa, y el cierre del espacio aereo en torno a Idlib por parte del régimen- y frente a un ejercito sirio que lleva ya en la ultima fase de esta larga guerra civil, meses y meses de victoria en victoria (en enfilada)
No es de extrañar pues la sordina que le habrán brindado los medios de la prensa global –que silencian cuidadosamente la toma en plena ofensiva turca de la localidad clave de Saraqeb, recapturada por las tropas de Bachar después de haber caído en manos turcas hace dos dias apenas, y una sordina o apagón informativo tanto mas elocuente –y sorprendente- si se piensa que se trata de una posición estratégica de la mayor importancia en la medida que controla la autopista Alepo-Damasco cerrada al trafico desde el inicio de la guerra y abierta hace nada por la tropas sirias y ahora cerrada otra vez y vuelta a abrir en las últimas horas (….) Y entre medias, aparecen Erdogan y Putin dándose la mano en primera plana de la Prensa global, por si las cosas para algunos no estuvieran todavía lo suficientemente claras (….) ¿Qué busca Putin en ese juego sutil –de “doble juego” lo califica la prensa francesa- en el que aparece empleado entre los bandos contendientes en el conflicto sirio cuando todos los indicios parecían mostrar que Assad había ganado la guerra? ¿La está, acaso, perdiendo ahora, como la prensa global de ciertos países europeos -por ejemplo aquí en Bélgica- quieren dar a entender y persuadir a la opinión a toda costa?
“Despacio, despacio, que tengo prisa”, un lema (antiguo) de la vida en sociedad en lengua francesa que se reviste de la mayor actualidad en esta hora de las apuestas y ante la estrategia del régimen sirio que –forzado o no por su aliado ruso- no dio la guerra por ganada o en otros términos no quiso vender le piel del oso antes de su captura. Como así lo ilustra la modestia con la que el régimen sirio gestionó la victoria memorable (enero 2017) en la batalla de Alepo, que imprimió un giro decisivo al conflicto por su importancia estratégica suprema (y por su impacto psicológico en las mentes y en las memorias)–lo que no escapó al autor de estas líneas, hasta el punto que aquel lance se vio comparado en este blog a la batalla de Stalingrado. Tras lo cual muchos nos esperábamos un grito (en fin) de victoria del ejército sirio, en forma de un desfile triunfal por ejemplo presidido por el mismo Assad en la ciudad símbolo recién caída en sus manos. ¿Los rusos no lo consintieron?, es posible.
Más verosímil en cambio lo parece el que Bachar-Al-Assad no perdía de vista -antes de cantar victoria final- uno de los retos mayores agazapados tras el desarrollo del conflicto en el plano bélico y lo es la amenaza e internacionalización del mismo –igual mutatis mutandis que en la fase final de la guerra civil española del 36- que la vecindad (agobiante) rayana en la beligerancia de la Turquía hacia pesar, como viene a ponerlo de manifiesto el brusco giro que habrá emprendido el conflicto en los últimos días. Qué buscan los rusos pues es algo que no parece así muy claro –para mentes occidentales ajenos (e irreductiblemente alérgicos) a las sutilezas greco-ruso- bizantinas-, ¿tender una trampa al regime islamista obligándole a poner los pies en el suelo –en tierra- en Siria, y en una flagrante violación conforme al derecho internacional de soberanía –y de declaración de guerra- como parece haberlo logrado las ultimas horas? Qué buscan los turcos es algo en cambio mucho más claro y transparente a los ojos de la mayor parte de los comentaristas (….)
Una restauración del Imperio otomano en su frontera Sur con el mundo árabe, como lo da a entender la exaltación islamo-nacionalista perceptible en la prensa turca las últimas horas, en un potente eco propagandístico a la ofensiva militar en Siria, tal y como la prensa en lengua francesa no lo deja de observar y estrictamente conforme en ello al compromiso (nacionalista) sellado a todas luces entre el régimen del fundamentalista Erdogan y el ejército oficialmente (kemalista y) laico y puesto durante décadas en entredicho en los medios islamistas, -tras lograr ponerle lo últimos años en cuarentena-, que siguió al fracaso del putsch, instigado nota bene en medios conservadores, e islamistas (“gulenistas”) –gracias a la intervención decisiva in extremis del vecino ruso y de Vladimir Putin en persona de quien se puede decir que Erdogan está desde entonces en deuda, de su puesto y de su vida (….)
Y como pareció ilustrarlo si dudas había la reaparición (espectcular) del supremo mandatario turco tras el fracaso y desbaratamiento del putsch bajo un retrato enorme de Kemal Attaturk, fundador de la Nueva Republica, de un prestigio intacto hoy por hoy en las filas del ejército, y desde siempre el coco (“bête noire”) –por su laicismo pro-occidental- del fundamentalismo islámico (turco/otomano) ¡Que vienen los turcos (de Erdogan)! por tierra y (también) por mar!: así es como se presentan la situación a los ojos de occidentales y tal y como se ve desde el puesto (privilegiado) de observación que nos da nuestro lugar de residencia en Bélgica, y más precisamente aquí en Bruselas (….) Erdogan y los belgas, o la brecha de penetración favorita de la invasión silenciosa. Léase, de la inmigración en masa que viene ahora como por un alea del destino a mostrar o a destapar esa faceta semi oculta -de invasión- pertinazmente negada por los medios, y es con el órdago a la grande que a favor de la guerra en Siria, Erdogan viene a lanzar no sólo a los burócratas de la UE, sino a todas las cancillerías europeas, amenazando con abrir –de par en par- las fronteras a la masa de refugiados sirios, en un chantaje sin precedentes en la Europa de la posguerra.
Y agazapado a su vez tras la invasión (en curso), el reto mayor de la corriente migratoria, a saber del Gran Remplazo (Remplacement) perfectamente visible y perceptible en unos países europeos más que en otros, sobre todo aquí en Bélgica y sobre todo en Bruselas, y aqui en la capital de la UE, en unas “comunes” más que en otras, puestas en experimentación como experiencias pilotos –o conejo de Indias- de ese fenómeno de remplazo, cultural, religioso y étnico a la vez. Lo dicho, nuestra apuesta por Assad lo es por la defensa -en baluarte y reaseguro- del continente europeo frente a la nueva acometída turca –al socaire o a favor de la invasión silenciosa-, que sólo parece capaz de conjurar el que Assad gane o acabe de ganar esta guerra (….) ¿Cuestión de días? O de horas
ADDENDA (Última hora) La huída desesperada hacia adelante de Erdogan parece que se confirma. Y es con la noticia –hace minutos apenas, y en pleno desarrollo de la ofensiva turca “Escudo de primavera”, objeto de un apagón informativo (black out) en los medios desde hace unas horas- del ataque turco al cuartel general de las fuerzas rusas en el Norte de Siria. ¿Un guiño o un SOS desesperado en dirección de la OTAN de la que Turquía es miembro? Parece la hipótesis mas verosímil. ¿Y España en todo esto? Fiel a su rol o papel –a imagen del destino de la mayoría (salvo excepciones honrosas) de sus emigrantes en Europa-, el de subalternos modelos en el campo de las relaciones exteriores y en el seno de los organismos internacionales, que parecen verse asignado España y los españoles de puertas afuera en tiempos de democracia, lo que no se hubiera consentido en el régimen anterior, por indigno y deshonroso, ajeno a nestra vocción, e impropio de nuestro prestigio internacional y de nuestra imagen en el extranjero, sobre todo por cima de los Pirineos. Las cosas claras
ADDENDA (bis) En el análisis vertido en esta entrada, brilla por su ausencia –me curo en salud de inmediato- el rol y el peso de la cuestión kurda, obsesión lancinante en la mente de los dirigentes turcos y de sus diplomáticos desde hace décadas. Escurridiza y compleja (y explosiva) en extremo, la cuestión kurda a fe mía, hasta el punto que después de años y años de oír disertar y perorar por su cuenta no acierto a defender una opinión formada sobre el tema. “Hombre enfermo de Europa”, tras el tratado de Versalles sobre todo, la Polonia. Y la entelequia –y no otra cosa- a su vez, del Kurdistán –un estado ("virtual") tampón y no poco flotante entre sus principales vecinos (la Turquía, Siria y el Irán) (y el Irak)- se presta a ser denominada también así, y habrá (en cuanto tal) poblado de preocupaciones y de obsesiones los planes y negociaciones de los países del Oriente próximo a lo largo del siglo pasado y lo que va del que comienza.
No es óbice que por poderosos que sean los imperativos geoestratégicos que plantea a la Turquía, es la memoria del Imperio otomano –del que los kurdos (de una variante suní de la confesión musulmana), no se olvide, fueron a menudo brazo ejecutor, en el genocidio armenio por ejemplo-, en esa mezcla explosiva de nacionalismo (kemalista y laico) e integrismo o fundamentalismo islámico que ha conseguido hacer germinar el turco Erdogan bajo su régimen –y ese es el impulso motor del islamismo versión turca (un fenómeno no se olvide esencialmente histórico e ideológico antes que religioso) y no –o en una proporción o medida visiblemente inferior- la cuestión kurda.
¿Fantasmas míos?, digamos que compartidos –por ellos, turcos, y por nosotros, españoles- , y no había mas que ver el semblante –lleno de gravedad y de preocupación (y de aprensión) e indefinible malestar en el rostro de Erdogan en Madrid hace años pasando en revista las tropas españolas, a invitación de José Luis Zapatero, propulsor entusiasta –entonces no se también si ahora- de la (llamada) Alianza de Culturas y Civilizaciones, un sueño no poco provocador que fungía (en la era Obama) –y lo sigue haciendo- a modo de poderosa coartada para poder negar o trivializar esa otra realidad tangible del choque de culturas agazapado tras la inmigración en masa de confesión musulmana en suelo eueropeo y la invasión silenciosa.
Como si la memoria histórica de aquel grave -y tan crucial- contencioso histórico –entre el Imperio otomano y la España católica, y de la batalla de Lepanto en definitiva (….) - le pesara al mandatario turco en aquel trance (mucho) más de la cuenta (…) Idlib, antigua avanzadilla del Imperio otomano, y en la actualidad en suelo sirio (fuera de toda duda), presa codiciada del fundamentalista (y nacionalista) Erdogan, y reto mayor –como la batalla de Alepo, casi tanto o más que ésta- en esta fase final de la guerra en Siria
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