Cayetana Álvarez de Toledo, bella, con clase y rubia -o rubio/francesa-, y (cien por cien) española, por decisión propia. Y ahora que la atacan rabiosamente los medios, defenderla a capa y espada es nuestra alternativa, no nos queda otra. Y es por ese “halo de extranjería” –ella como Ortega Smith- que asumo yo también, con todas las consecuencias ¡A tus pies, señora marquesa!
Cayetana Álvarez de Toledo me gusta. Por su cara y su tipo (y clase) para comenzar, Y también -pero menos- por su talante mediático y político. Y no hablo sólo de oídas, porque nos conocemos en persona además, y fue en una de mis incursiones relámpago a Madrid hace cosa de dos años, desde Bruselas, en la escalinata de la Biblioteca Nacional donde nos cruzamos, yo dirigiéndome a la entrada y ella atareada y absorbida por completo con sus hijas, de lo más normal, y más normal y afable todavía cuando me devolvió el saludo –llamándole por su nombre- con la mas amable de las sonrisas. Nobleza obliga. Y no soy yo, sino el refranero quien lo dice fuera de toda sospecha. Nobleza natural y de nacimiento. Por sus apellidos, por su ascendencia hispana o hispano/argentina (un respeto), por lo esbelto de su talle y de su cuello –que algunos tanto indispone y molesta- por lo blanco de su tez y por lo rubio o rubio azul –cien por cien “nature” (y no del frasco)- que tanta secreta envidia produce o segrega. Como lo ilustra el tabú (e-nor-me) que un detalle tan (escandalosamente) visible de su imagen, de su fisonomía y de su aspecto tan espesamente rodea
Aunque ello se ve travestido en bilis y en ácido en forma de humor, tan transgresora y corrosiva –léase la técnica del “deepfake”, rayana (¡tchiss, tchiss!) en la agresión iconoclasta y en la pornografía- como el que tiran al rostro de bellas mujeres cabellera al viento (y sin velo), fanáticos musulmanes (integristas) Como el que le vierten los del Gran Wyoming a ella y a Ortega Smith en uno de sus últimos programas. El Gran Wyoming, ¡aparte de mi ese caliz! Hasta la hez, el que me hicieron beber (como dice y prescribe la biblia) esa generacion de niños o niñatos pijos –lease hijos de “vencedores”-, de la movida madrileña, juventud hipotecada por el destino de sus mayores –y no hablo de oídas que me conozco el paño, y el tema- y es que no sabían cómo hacer para redimirse y para abrirse futuro –dentro o fuera de España- sino era escupiendo sobre los suyos, y sus raíces, de una manera u otra. Juventud hipotecada y no (sólo) transgresora o aventurera, eso son y no otra cosa.
Y por eso me inspiran una (pequeña) dosis de empática, como me la inspira (todos lo saben) ciertas salidas –lo mismo que su imagen- de Joaquín Sabina (….) y me río a veces con algunas de sus ocurrencias, y por eso les quito hierro en las otras que se me atragantan sin remedio, en alguien como el autor de estas líneas que se precia de un sentido del humor –así se me retrató al menos cuando me detuvieron en Fátima- en un articulo de prensa (del Pais, fuera pues de toda sospecha)- y serio además como escribió Federico Nietzsche en las cosas serias. No las “vitriolizan”, los del Gran Wyoming a Cayetana, la disfrazan o travisten –y ridiculizan-, lo que es peor, a través de otros, en más iconoclasta (y exhibicionista) y agresivo si cabe que el de una agresión fundamentalista (…) Vamos, que desconecto de inmediato e invito a todos a seguir mi ejemplo. Y junto con Cayetana, el secretario de Vox, Ortega. Javier Ortega Smith, blanco de su bilis, y de sus chanzas y sus diatribas.
Hispano/argentinos los dos –Ortega y Cayetana- ante lo alto (o ante el Altísimo, como los franceses dicen). Y es curioso y revelador y extremamente significativo es verdad, esa argentina/connexion en las dos figuras de más tirón y mas gancho y mas empuje en la opinión publica española, de la derechona (Umbral díxit) y que mas rechazo y revulsivo al mismo tiempo entre “los otros” provocan. Y más significativo aún el que así lo acabe viendo o se vea obligado a reconocerlo alguien como el autor de estas líneas, que arrastra un problema/argentino –el que me plantean de antiguo su talante (criollo) y su acento, como no he dejado de confesarlo aquí, a tiempo y a destiempo (…) Argentino de los de a caballo –y gomina a lo Gardel-, Pampa a través, como en los campos de la Península, Javier Ortega Smith, junto a Abascal, su jefe y compañero de partido como les gusta mostrarse en fotografía. Y del que se ve que le falta calentar motores –como decía Umbral- en la sociedad española actual, en la España de hoy, en la calle como en sus tertulias, (de café o televisivas) que lime entre otras cosas sus aristas y asperezas, y le atuse, le evacue o despeje, de ese halo de extranjería (…)
Nada grave no obstante, que todo tiene remedio en esta vida. Que lo redime y con creces, Ortega Smith con su voluntad manifiesta (y en extremo loable) de integración, y con su gallardía y su forma de hablar alto y claro (y su valentía), sin dar su brazo a torcer, ni retractarse ni una jota –como en el tema de las Trece Rosas- aunque el mundo se le venga encima-, y tiene el Tiempo de su parte que –como decía también Umbral- todo lo olvida y perdona (…) Y más hispana y argentina que él si cabe –por ascendencia materna los dos- Cayetana Álvarez de Toledo, a la que el Río de la Plata, como le sucedió estando allí al autor de estas líneas, le forzó a introspección y a preguntarse o plantearse cuáles eran, dónde estaban (de aquél o de éste lado) sus raíces o sus orígenes –tal y como ella lo confesó con la mayor sencillez y desenvoltura-, y fue cuando decidió ser española ella misma por su propia cuenta, lo que también aquí algunos parece que no le perdonan.
Como no le perdonaban en cambio el ser española, en Cataluña, hasta el punto que cabe preguntarse si esa pasión/española –y anti-separatista-, que le nació precisamente allí, no tuvo nada que ver con su matrimonio, con un catalán de la mas alta alcurnia, padre de sus hijas ¿simple reacción de despecho?, no lo parece. Y viene a corroborar mi intuición (masculina) no otro que su ex, de la alta sociedad catalana –y muy alta-, en unas sensatas declaraciones, contundentes y convincentes –por su sinceridad y su franqueza-, donde no habla mal en absoluto de su ex, metida hoy en política y donde se le escapa en cambio algo que le llegó al plexo solar del alma como quien dice al autor de estas líneas. Y es cuando declara lisa y llanamente, hablando de Cataluña, y con un deje de melancolía, que no la reconoce hoy, para añadir (humildemente) –él, catalán (de los de ocho apellidos, y mucho más)- que tal vez era “que no la había conocido nunca” (….)
Y me vi retratado de golpe, como un rayo,. Y es en el problema (sic) que mi España natal me plantea, le plantea al expatriado autor de estas líneas: decía Alfonso Guerra que iban a darle una pasada a España que no iba a reconocerla (sic) ni la madre que la parió, lo que me sirvió siempre –desde que me fui- de explicación y de oportuna coartada de mi extrañamiento, y hoy en cambio me pregunto como el ex de Cayetana, si no será que nunca la conocí. Y si fuera así, ¿de quien fue la culpa? La España aquella, años cincuenta, sesenta y setenta, en la que nací y crecí, la paz/social de aquella España del Sur de mis veraneos de mi infancia y de mi adolescencia, el Madrid de noche de justo antes de la Transición en el que aún casi niño corría yo hasta las tantas sólo por las calles como perro por su casa (…) ¿Era España así, o era (sólo) la que así yo veía o la que se callaba a mi paso y como que disimulaba? ¿O no sería mas bien que la España de veras era la que se me mostró de golpe y de par en par, como un espectro o una aparición –como la erupción de la Universidad de masas- en la Universitaria (madrileña) –años sesenta- y que por ello, a fuer de real, me dejó un tal trauma (que aún dura)? La pregunta del millón, que hay dejo para quien quiera contestarla.
Y me pregunto si no estará ahí el motivo secreto de la atracción –rayana en la fascinación- que ejercen (fatalmente) sobre mi esas dos figuras tan denostadas y a la vez tan jaleadas. Y tan expuestas a la vez y tan indefensas (…) Y es en parte -esa indefensión- por ese halo (sic) –y deje- de “extranjería” que los dos arrastran –como los cenáculos (sic) intelectuales, únicos creadores de auténtica cultura en nuestra historia, del decir (en “España germanos contra bereberes”) de José Antonio Primo de Rivera-, que en ellos sin duda tiene muy otras causas. Pero en el autor de estas líneas, suenan a derrota, a expatriación forzosa y a trágica incomprensión de mis propios compatriotas. He dicho. Sin acrimonia
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