martes, octubre 01, 2019

EUROPA O EL PAPA DE ROMA (A PEDRO VARELA)

“¡Franco y Perón un solo corazón!”, fue el grito unánime que corearon tantos en España durante la vista de Evita Peron (junio del 47) Y eso junto con la actitud de puesta de perfil que fue la del jefe de Estado anterior entonces y de su régimen, explica el tabú que la prensa española reservó a ciertas circunstancias de la caída del peronismo concretamente al protagonismo eclesial –y pontificio- innegable en la llamada Revolución Libertadora. Y también ese fenómeno estrechamente ligado con todo lo anterior, a saber la guerra civil argentina –que llaman ahora “la guerra negada”- que como la guerra civil española del 36 no se ha terminado todavía. Y eso cuando yo estuve allí (segunda mitad de los setenta) a fe mía que lo ignoraba. Y es algo de lo que no deja de ser tampoco un corolario o epifenómeno, la emergencia de la llamada izquierda peronista tras el final del exilio español de su líder (ver foto), de ribetes y perfiles tan trágicos y dolorosos. Sobre todo entre la juventud argentina (…)
No creo en la meigas pero hay las. Una bruja o un duende o un trol –o uno de los manes- del paganismo antiguo- parecían revolotear entre líneas o frases del discurso o conferencia que habré atentamente seguido por video sobre la guerra negada (sic) y son los que despiertan o se ven soliviantados por ciertas ideas o lugares de memoria que se ven evocados o exhumados en esa conferencia, en concreto esa idea fuerza -como un leitmotiv omnipresente en las entradas de mi blog e invito a comprobarlo a cualquiera de mis lectores- de la guerra civil del 36 que todavía dura, aunque todos (y digo bien, todos) la den por acabada y más que olvidada. Nadie, si se exceptúan ecos aislados de mis propios escritos- habrá osado seguirme las huellas asumiendo o haciendo suyo el aserto ese –de la guerra civil (del 36) interminable que convengo en llamar la guerra de los Ochenta y tantos Años en uno de mis libros –en uno de sus subtítulos incluso- “Guerra del 36 e Indignación callejera”. “Guerra asimétrica” la llamaron también, parafraseando una obra que tuvo gran difusión en lengua española. A saber, una continuación de la guerra civil “por otros medios” –parafraseando asi por nuestra parte al conferenciante que nos ocupa. Y más de cerca –se me antoja-sobre esa conferencia gravita aún una de las entradas recientes de este blog “Franco, la España eterna y el Papa de Roma”. Como una tentativa de exorcismo por escrito del análisis que en él vierto de política religiosa (sic) que en la conferencia. 

 

“La guerra negada” se pretende traducir en clave de política y de Fe o de Religión o del Espíritu: que si usan mi anterior escrito como referente, se ve claro como la luz lo que el conferenciante quiere decir –y a la vez refutar y exorcizar o conjurar a toda costa, y rebatir- y sin ello no se entiende o se capta (en mi humilde opinión) nada de nada. El autor de la conferencia parece desvelarnos el enigma de entrada, declarando que tomó de fuente de inspiración del titulo de su conferencia, el de unos militares argentinos –presos y condenados a cadena perpetua -tras la caída del régimen de las Juntas Militares- que entendían referirse así a la guerra civil tan larga e interminable -como ignorada- que se habrá venido sucediendo cai en simultaneo con la interminable guerra civil española. Y –como una objeción escolástica mayor- cabe decir que no les faltan visos de verdad historica y de verosimilitud y credibilidad del aserto –sobre la guerra negada- que ellos defienden y proclaman.


Y lo afirmo con la fuerza moral que me da el haber vivido alli y también –y por qué no lo deberia confesar- la situación de ignorancia invencible en la que me encontré allí entonces, de ese aspecto esencial de la historia argentina contemporánea. Ignorancia invencible, sí por cierto –inocente y sin falta alguna de nuestra parte- en la medida que esa guerra civil se vio objeto premeditado de ocultamiento o disimulación enn la histoiria que nos enseñaron en España de aquel pais hispano o ex hispano. Un ocultamiento premeditado, cargado de razones, léase de atenuantes, de orden coyuntural y derivado de la situación política de la época. De ella y del tratamiento y abordaje que se vieron reservado en los medios españoles de entonces –durante el régimen anterior- los acontecimientos de la crónica de actualidad más candente y rabiosa que puntuaron o jalonaron la caída del peronismo y todo lo que de ello como una factor matricial o una fuente emponzoñada se seguiría en la historia más reciente argentina.

Una censura o silenciamiento que no venia menos a cubrir o a disimular ese ponerse (por sistema) de perfil que tuvo el régimen de Franco ante los ataques de los que se vio objeto el régimen de Perón y que tendrían como resultado su caída, y que no venaí a ser más que una secuela o consecuencia lógica de la derrota española –o en otros términos de la rendición pactada -por mediación vaticana- del régimen de Franco a los aliados, en definitiva: tal y como lo vengo sin falta exponiendo o sosteniendo en un trayectoria en solitario sin pausa ni fatiga (…) A Perón lo derribaron por un decreto o ucase (secreto) de las potencias vencedoras en Yalta, por la fachada o el perfil fascista o fascistizado o facistizante de su trayectoria y del régimen que se instaló en Argentina a contra pie de la dirección que tomaron los tiempos y los vientos en el mundo –en Europa y en América- tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en el 45. Y era por lo que aquellos veían como un anacronismo irritante –la Argentina de Perón igual que la España de Franco- y más aún, como una amenaza difusa y más incontrolable e imprevisible incluso que el régimen franquista, ante la supervivencia en el concierto internacional de un régimen de aquella naturaleza.

No es óbice que echaban en falta como el comer el pretexto o la coartada indispensable para derribar por la fuerza –como lo acabaron consiguiendo- un régimen con tantos visos de legitimidad de su parte y con tanta aceptación (algo innegable) de parte de su pueblo como lo iba a demostrar con creces el desarrollo de la historia argentina en los años –y décadas-´que se siguieron. Y ese pretexto se lo dio –como una especie de Nihil Obstat o de bendición (papal, pontificia) “urbi et orbe”-, la persecución religiosa en la que el peronismo se vio enfrascado como a regañadientes y como en un viaje sin retorno. Y es curioso que el nacionalista argentino, compañero de la Facultad y amigo mío, nacionalista y católico, antiguo militante (nota bene) de Tacuara y peronista, en su fuero interno al menos –él y lo suyos españoles emigrantes de la posguerra-, no sabia bien a fe mía –de lo que de él y de sus comentarios sobre el tema tras el paso de los años aún recuerdo- a qué carta quedarse a la hora de juzgar el derribo del régimen peronista y el papel (decisivo) que incumbió en aquello a la iglesia católica argentina –y “pari passu” al Vaticano- , ni en el juicio que les debían merecer (a él y a los suyos) de entre los principales exponentes de la Revolución Libertadora que derribó a Perón, aquel de la cúpula o binomio dirigente de aquella – el general Lonardi -a diferencia del general Aramburu (de filiación notoria o presunta masónica)-, de notoria y acreditada significación católica. Con la iglesia hemos topado se debió decir quijotescamente el Caudillo a la vista de las desgracias de aquél a quien se había visto obligado en brindar refugio ¡que remedio!

Y ello -sumado a las dificultades de cohabitación con un jefe de estado español inaccesible y nimbado de secretos y de misterios como una Esfinge mitológica- nos explica a algunos el resentimiento del que dio muestras en restringidos comentarios sobre su anfitrión español el líder argentino (sólo tras su vuelta del exilio) Y lo que explica con creces al mismo tiempo el mutismo que guardaron el régimen español de entonces y su aparato oficial de prensa y de propaganda sobre la caída de Perón y los acontecimientos que la precederían. No me estoy justificando sino tratando de explicar –a mí mismo para comenzar- el por qué se me escapó ese fenómeno de la guerra negada (sic) –léase la guerra civil argentina- a mi como la inmensa mayoria de los españoles, inclusive el autor de la conferencia que aquí comentamos habla ahora de ella como de un acontecimiento crucial y decisivo de su época. A buenas horas, mangas verdes decian los españoles de antes –de donde surge el refran- cada vez que llevaban tarde al lugar de los autos los de la Santa Hermandad (los de capirote y mangas verdes), como cuenta la Leyenda. (…)

Y eso explica que la visión -de propaganda fide- anti peronista de la TFP, encontrara terreno abonado –como lloviendo sobre mojado- en el español que esto escribe nacido y crecido en la España de la inmediata posguerra y a quien la caída del peronismo como sus prolegómenos y corolario me pillaron aún de niño. Y lo digo a modo de concesión y aquí como clave de explicación –para mí mismo, para comenzar- de los roces y dificultades que acabé arrostrando con nacionalistas argentinos de los que apoyaban la Obra de Monseñor Lefebvre allí y que me llevaron, en ruptura de lazos, a abandonar el pais, en vísperas como quien dice de la guerra de las Malvinas. Y recuerdo aún el comentario airado –como un amargo reproche (de desagradecimiento en definitiva) de una de las voces cantantes del grupo que cristalizó allí en contra mía- de que el general Perón había ayudado a España y los españoles en un momentos decisivos, lo que me escoció hasta hoy –lo confieso- y fue por la carga de Verdad histórica y por el tono de sinceridad (herida) que aquello traducía (…) ¿O acaso mero pretexto más o menos capcioso o hipócrita en su hostilidad –que acabé asumiendo como lo que en el fondo era (y así lo sigo pensando), un rechazo hacia mi persona- de la hispanofobia innegable que les había legado cual pesado lastre o herencia lo que yo llamo la Rebelión Mestiza, agazapada (como asi la veo y la sigo viendo) tras la (llamada) Emancipación americana, y oculta a su vez cuidadosa o solapadamente en la visión color de rosa que del capítulo de aquella, de la Independencia de los territorios del Río de la Plata, transmitió a sus sucesores o descendientes –y en sus escuelas o tendencias mas revisionistas- el nacionalismo argentino? “

De internis Ecclesia non judicat”, y el que esto escribe tampoco quiere ex profeso adentrarse en ese terreno -minado o surcado de celadas y malentendidos traicioneros- del juicio de intenciones. Lo que cayó, cayó, dicen fatalistas los portugueses, y lo que se rompió entonces, roto queda se estaría tentado de concluir. Aunque tantos indicios en contrario, como esa especie de necesidad imperiosa que me habrá movido en este punto a darle a la tecla, parecen desmentirlo, si necesidad de ello hubiera. La guerra civil argentina interminable que como la guerra civil española del 36 todavía dura, es un hecho o realidad fáctica –como dirían en España tras la llegada de la democracia- se quiera admitir o no se quiera (…) Y el conferenciante aludido se ve asistida de toda la razón en querer trasponerla a su análisis de la realidad española y a la visión de futuro que nos vierte en su conferencia. Más discutible y controvertido lo es no obstante -en mi modesta opinión- el hacer abstracción como él hace de “la guerra negada” entre españoles, a saber, la guerra civil del 36, y ello le llevará a extrapolar sin el menor escrúpulo esa “guerra negada” en clave de explicación teológica (de la más rancia) de las dos Banderas –del Bien y del Mal- (del Libro de los Ejercicios de Ignacio de Loyola y de de los jesuitas) Para un viaje así querido Sancho, no necesitábamos alforjas.

Y es que el trayecto nos parece un poco largo en verdad y tortuosos y surcado de atajos y vericuetos- en el camino o sendero que lleva del Führer Adolfo Hitler -referencia suprema y bandera en alto, en el conferenciante, en su obra y en su trayectoria (y emplazo a quien sea a desmentirme)- hasta el padre Kolbe o Teresa Neumann o el padre Pío de Pietrelcina –con el común denominador de haber sido todos ellos perseguidos (o inquietados) por los nazis, e iconos infaltables y omnipresentes todos ellos en la predicación políticamente correcta -léase irreprochablemente anti-nazi y anti-fascista- en la prédica incansable y en el apostolado viajero y el estrellato mediático sin precedentes – como un regalo/del/cielo (de la Prensa global)- del papa Juan Pablo II. Necesidad ninguna de alforjas u otros aparejos, ya digo. 

O más flagrante aún, la evocación de la consagración de España al Corazón de Jesús de Alfonso XIII –y de sus corifeos y sus devotas (como la Madre Maravillas)-, o la consagración de Francia, por mediación de Sor Margarita Alacoque ante Luis XIV, precedida de la consagración del reino de Francia a la Virgen María – en el “voto” de Luis XIII (1632-1638), en tiempos nota bene del Cardenal Richelieu y coincidiendo- con la entrada de Francia (1636-1648) del lado de los protestantes y en contra de la España católica, en la ultima de las guerras de religión que hubo en el suelo europeo a saber la Guerra de los Treinta Años. Y esto un español catalán debía saberlo por obligación. Tales aguas tales lodos –revuelta de los segadores, republica catalana y demás (y asesinato ritual del Virrey, catalán, de Cataluña) (…)- como lo explico en mi libro “Cataluña en guerra”

Cuestión o asunto de Fe la guerra negada como dice o concluye (acertadamente) el conferenciante. ¿De Fe Católica (sic) no obstante –léase, en el Papa y en su Iglesia (sic)- como él concluye, como si buscase así a descalificarme y a contradecirme. Fe (ciega) en España eterna como dije y proclamé en mi blog, y fe (ciega) en los destinos de Europa como nos dicta la Voz de la Sangre que evocó José Antonio Primo de Rivera en uno de sus escritos tardíos –inspirados de cerca o de lejos (a asumir tocan) por la ideología, léase la visión histórica -y racial- del nacionalsocialismo. Y esto ni el conferenciante ni sus amigos o aliados más próximos me lo desmentirían. Fe en los destinos de una tierra/madre Europa –de todos los españoles- amenazada de muerte -por aniquilación (sic), como bien reconoce el conferenciante- y es por la inmigración en masa no/europea, bendecida y jaleada sin pausa ni descanso por el papa italo/argentino.

¿Esa es la fe (católica) que nos salva? ¿La fe en un papa que nos predica sin parar –y ante la incertidumbre y lo azaroso de la hora- el meter en nuestra cama al peregrino –(léase al inmigrante non europeo de preferencia)- como obra ultima y suprema de misericordia, y como la sola respuesta al desafío y a la amenaza –de muerte (sic) por aniquilación- que se esconde en ese fenómeno de Gran Remplazo (Grand Remplacement) como escondido o agazapado tras la inmigración en masa no/europea mayoritariamente musulmana travestida en una invasión silenciosa?

Del Papa y el suicidio de Europa (sic) habla sin pelos en la lengua –y con lo certero en el diagnostico que le caracteriza (y a las pruebas me remito) - los medios en lengua francesa, y ciertos autores franceses (identitarios o vaticanistas) Europa, o su enemigo jurado, el papa de Roma. Ese es el dilema.¿Y será capaz de negármelo alguien? Nadie, ni siquiera Leon Degrelle –ni sus partidarios y devotos (españoles)- referencia última del CEDADE. ¿Verdad que no, Pedro Varela?

2 comentarios:

  1. Anónimo10:53 a. m.

    https://www.youtube.com/watch?time_continue=3&v=q6j-HahpbYQ

    Después de oir lo que dice literalmente Ortega Smith, se entiende que él no dice que las jóvenes llamadas 13 rosas rojas violaran y torturara... Lo dice refiriéndose a lo que se hacia en las chekas de Madrid o de Barcelona... pero lo dice, tras la pregunta de si las 13 rosas rojas violaban y torturaban... y eso es precisamente el origen del malentendido o error sobre lo que realmente queria expresar el lider de VOX. Evidentemente las mujeres no "violaban"... Así que es facil comprender que los adversarios de Ortega Smirh han aprovechado ese lapsus para
    acusarle de mentir. Además es obvio que el tribunal que condenó a las "13 rosas" no les imputó tales delitos...

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  2. No digas eso, Anónimo -que las mujeres no violan- en una cárcel de mujeres, porque se reirán de ti, por lo menos en los países en donde estuve preso -Bélgica y Portugal- (con cárceles de mujeres en anexo de las de hombres, pegadas una a otra) Y España no tiene por qué ser la excepción, y menos en guerra civil. Estamos además (de nuevo) en guerra -que es (por lo menos) lo que tiene la virtud de dejar claro (con la movida del Valle) el gobierno actual- y en la guerra como en la guerra: no interesa lo que dijo realmente Ortega Smith, sino lo que se quiere hacerle decir, pero sigo persuadido que dijo lo que queria decir. Y no importa que el tribunal no les acusara de eso, ¿o es que la acción popular vale sólo para la Gurtel, Anonimo, y para los del PP? ADDENDA Y no sé porque te equivocas siempre de lugar. No importa. Un fuerte abrazo (hasta que la guerra nos separe)¡Y que Dios le bendiga a Ortega Smith!

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