Crucero (acorazado) alemán Almirante Graf Spee. Batalla del Río de la Plata (13 diciembre 1939), frente a la capital uruguaya. Fue de la primeras de las grandes batallas navales de la Segunda Guerra Mundial que impactó en profundidad la opinión publica de los países del otro lado del Atlántico y grabó hondo su memoria colectiva (hasta hoy) El Graf Spee, atacado por varios navíos aliados, consiguió atracar, tras furiosos combates, en el puerto de Montevideo, lo que prueba e ilustra la particularidad de la diplomacia del Uruguay aquel entonces ("la Suiza de América"), de neutralidad oficiosa –y pactada a favor del Eje-, que fue la regla en la mayoría de países neutros, sobre todo en Hispanoamérica. Como lo ilustra la memoria de sus políticos, lo que parecen poner de relieve ahora las declaraciones de Pepe Múgica sobre la crisis venezolana.
José (Pepe) Mújica, un caso de lo mas curioso. El de este político uruguayo, excéntrico y curioso en verdad. Curioso y extraño a la vez. Que quien me iba a decir que iba acabar dando crédito o prestando oídos a un antiguo tupamaro, que en aquellos tiempos cuando estuve por allí, en el Uruguay –segunda mitad de los setenta-, me parecían encarnación del mal absoluto (o casi) y ahora en cambio me llama la atención lo juicioso y original a la vez de lo que vengo leyendo u oyendo desde hace tiempo de este ex –”tupa” (de ascendencia nota bene vasca e italiana) que llegó a ser –después- presidente de la república en su país, y es a través de salidas con las que viene a salpicar sus declaraciones en los medios, que me sorprenden por lo ingenioso y por el estilo personal (en sus formas de comunicación) muy suyo y no menos castizo o americano/castizo por decirlo asi, mucho más cercano y más mío (así lo siento) que los pan/hispanismos (sic) –tan inhóspitos y pretenciosos las más de las veces, en vocabulario y en ortografía y en prosodia (o pronunciación) y demás- que la RAE trata de vendernos desde hace mucho. Y ahora me sorprende agradablemente en verdad con el anuncio de su tentativa de mediación (con condiciones) en la crisis que atraviesa Venezuela y en la campaña internacional -y sin precedentes- desatada contra el régimen de Nicolás Maduro.
Y lo que más me habrá sorprendido a decir verdad es su comparación -pertinente y oportuna en verdad- del bloqueo con el que el actual dirigente venezolano se ve amenazado de parte de los EEUU, y con el que sufrieron los alemanes tras el tratado de Versalles. Hispanoamérica y la Alemania nazi, agárrense los machos (como por allí dicen) que los tabúes que voy a romper aquí (en añicos en el tema) no sé de verdad en qué van a resultar ni a dónde a fe mía nos conducen. Estuve en el Uruguay como ya lo dejo dicho, hace más de cuarenta años a donde viajaba regularmente una vez al mes o cosa así desde Buenos Aires donde teníamos instalada (en fundación) la casa matriz de la FSSPX y desde donde intentábamos irradiar nuestra influencia y desplegar nuestra acción (pastoral) en los países limítrofes, concretamente en el Uruguay y en Chile. Era la época, en el Uruguay, del régimen militar –en respuesta a la acometida guerrillero/terrorista- que es el (insoslayable) telón de fondo (¡por qué lo tendría que ocultar?) que me quedó de los recuerdos que guardo aún de aquel país, hispano y más hispano si cabe, -yo diría que mucho más- que la Argentina tal y como lo vienen a indicar o a explicar los tramos más recónditos o ignorados de su pasado, como lo fue su actitud de adhesión a España, al contrario que el país del otro lado del Río de la Plata en la (llamada) Revolución de Mayo. Lo que sólo aprendo ahora. Y así todo se explica. Y es ese tufo irresistible (de nostalgia) a España, al Madrid de mi infancia –años cincuenta- que despedía Montevideo, cuando la divisaba al marchar desde el avión al anochecer –a la luz de las farolas que me recordaban otras viejas farolas (de gas) a mi-, o alojado allí en uno de sus barrios mas señeros y mas castizos, el de Pocitos, tan parecido a fe mía al de Arguelles –zona de Moncloa (que hoy ya no lo es) (…)- en el que yo nací y crecí. Y era también esa imantación en el recuerdo que se sentía todavía allí –en aquella familia uruguaya de lo más notable. de los medios del partido Blanco, que nos acogía-, la de la figura de Luis Alberto Herrera, el Perón uruguayo (o que no lo llegó a ser), que marcó (a fondo) la política y la historia del Uruguay en los años que surcaron la Segunda Guerra Mundial y sin el que no se explica en parte al menos la imagen de la política exterior y la diplomacia -favorable a Alemania y a los países de Eje- que dejó imborrable hasta hoy aquel pequeño país hispanoamericano.
Luis Alberto de Herrera (1873-1956), el Perón uruguayo (lo que no llegó a ser) Durante mi estancia –siempre en tránsito- allí (1979) pude calibrar la influencia y el prestigio de su imagen en la memoria de muchos uruguayos, próximos del Partido Blanco, y las esperanzas (frustradas) que en él tuvieron depositadas (durante más de una década) Su peso e influencia gravitaron de cerca sobre la política extranjera y la diplomacia –discretamente pro-nazis- del Uruguay en la Segunda Guerra Mundial, y sobre la trayectoria de Pepe Mujica, herrerista antes de tupamaro. ¿Como muchos de sus correligionarios? ¿Herrerista Mújica ayer, herrerista hoy? Es lo que trasluce al menos de sus declaraciones recientes
Y es en ese contexto histórico y ambiental donde no me resisto a colocar o a ubicar (como allí le dicen) las recientes declaraciones de Pepe Mujica y su evocación tan ruidosa y a fe mía tan incorrecta a la Alemania nazi (políticamente hablando) ¿Antiguos nazis desengañados o desesperados, los tupamaros, como los montoneros de la izquierda peronista? ¿Lo mismo que muchos de la ETA eran o fueron –históricamente probado- franquistas o falangistas? No lo afirmo pero ahí se encuentra quizás, se me antoja, la clave de explicación de una figura tan insólita, de su perfil tan atípico y de su gancho (entre españoles) también. Inesperado en verdad tratándose de un latino/ché (lo que me atrevo a decir, a llamárselo a él, y no sé bien por qué) (continua)
Y después de dejar en reposo este articulo, por la mitad, caigo o me doy de bruces sobre el debate hondo y crucial que suscitó en la opinión publica del Uruguay y de su clase política tantos años después la decisión del gobierno del Uruguay de entonces de dar acogida al Graf Spee en retirada estratégica bajo el fuego aliado y la actitud de Luis Alberto de Herrera que le mereció entonces el que le colgaran la etiqueta de pro-nazi y a Pepe Mújica en cambio tantos años después –herrerista antes de Tupamaro-, su más incondicional aplauso. Por haber evitado que el Uruguay (sic) acabara convirtiéndose en un Guantánamo. Nicolás Maduro goza de amplio predicamento y de apoyo popular como su predecesor Hugo Chávez. Algo fuera de duda. Es reo sin embargo (vox populi) -como lo fue el general Primo de Rivera (que pasa a la historia, nótese bien, como un dictador y no como un tirano)- de un delito de lesa/constitución, cual vestal de la diosa Democracia, irreprochables ambas y ofendidas. Y eso desata todas las Furias y todos los vientos de la guerra (winds of war) que de nuevo soplan.
Que triunfe el sentido común y la mediación. Porque si no, como dice José Mújica, es la guerra. ¿Morir por la Constitución como tantos españoles murieron tras esa bandera? Como diría Lenín, ¿para qué? Los pueblos que no aprenden de la Historia –Spengler díxit- están condenados a repetirla. Y la Historia nos dice, que las constituciones (modernas, escritas) nacen con la guerra –en España fue al menos así, fue el caso de la Pepa- y que si queremos olvidar o ahuyentar el fantasma de la guerra –el que nos acomete ahora-, por las rutas de la Paz y de la Concordia, tenemos que olvidar o enterrar la idolatría de la constitución/escrita, y buscar lo que hace o constituye nuestra integridad, a saber nuestra identidad o nuestra constitución –histórica y no escrita, consuetudinaria- como pueblo y como Nación. Entre los Griegos y los Persas. Por las rutas de la Memoria.
Buenas noches. ¿Puede escribirme un mensaje a asanchezl@clb.elpais.es? Me gustaría que habláramos.
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