Bruselas, ciudad vacía
Vacía de mi y de ti, mi amada
Del tiempo que ya se fue
Y de mi juventud (¡qué añoranza!)
En las callejas oscuras
y el local (puerta cerrada)
la noche de negro (y lluvia),
Y en la Nada que embarga mi alma
Y en el vértigo que me entra amor
cuando vuelvo la mirada
rumbo a fe mía a no sé donde
Andando y andando (y más nada)
En las cuestas y en los cruces
donde me paro, sin falla,
perdido entre transeúntes
sin rostro o de cara extraña
y entre siniestros augurios
¡negras nubes de fantasmas!
negros y a la vez muy blancos
de lividez –¡negra amenaza!-
que nos soliviantan e inquieta
lo que anuncian (o remplazan) (...)
e hipotecan el futuro
o lo roban (de mano ancha)
Lo que al principio –¡lo juro!-
era cual ciudad extraña,
se transfiguró poco a poco
en mi hogar, donde hice patria
Y donde ahondé en mis raíces
y en la memoria enterrada
Y oí la voz de la sangre
que llamaba en lontananza
Por eso me quedé y no huí
desertando lo que amaba
¿Como desertaste antes Juan?
(no sé, si me equivocaba)
Por eso me aferro (y me agarro) aquí
Aunque me anegue la lava
Aunque las sombras me cerquen
Y aunque la Noche me invada
Con tal que de esto salgas Tú
como una lámpara mágica
desafiando mil pronósticos
¡qué griterío de urracas!
(Cuando ya no te esperaba)
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