lunes, junio 10, 2024

TERREMOTO EN FRANCIA


Manifestation de jóvenes en París (place de la République) contra la extrema derecha. Tras el triunfo electoral del Rassemblement National de Marine LE PEN y la entrada en el Parlamento  europeo de la lista de Reconquista (con Marion MARÉCHAL à la cabezà sobrina de Marine)

« Y los duendes se pusieron en danza » -de « poppen aan het dansen »-, esta expresión de neerlandés flamenco que me hizo gracia siempre es lo que me viene a la mente ahora ante las reacciones de protesta y estupor (en una enorme escandalera) que habrá suscitado el terremoto político de la victoria en Francia de la (llamada) extrema derecha y el subsiguiente anuncio televisivo del presidente Emmanuel MACRON, de disolución de la Asamblea Nacional y convocatoria de elecciones anticipadas. Duendes o lo que es lo mismo fantasmas de un pasado espectral que el viento de la historia, léase el que desató la Revolución francesa, trata a toda costa y desesperadamente de ahuyentar desde entonces pero que hasta ahora no lo logró o sólo a medias. Y la prueba, en una larga serie de botones de muestra, nos la ofrece la propia historia del país vecino que aquí paso (raudo) en revista (en algunos de sus hitos mayores) para uso y consumo de mis lectores españoles reacios o refractarios por propia definición a implicarse y a interesarse siquiera en fregados de puertas afuera, en particular de más allá (au-delà) de los Pirineos. 

Y sus jalones o hitos primeros y principales nos los ofrece el periodo de la Restauración que falange/auténticos en mis años mozos de la Universitaria madrileña descartaban (de entrada) como el Mal absoluto sin mezcla de bien alguno, igual o peor que el infierno del catecismo de nuestros años niños (o sea) Un capítulo de la Historia de Francia, en el que el Tiempo (histórico) pareció, por arte de magia, dar marcha atrás, lo que se malogró de un tris, aunque los corifeos de la Doxa históricamente correcta nos lo enseñen (a toro pasado)   -en tribunas y universidades- como una cita insoslayable del Destino o más aún, como una ordalía inapelable o juicio divino o Epifanía de la voluntad de un Dios laico o laicizado que no tiene empacho ninguno en mezclarse en los asuntos y fregados de los mortales, léase en escribir o reescribir (siempre a toro pasado), derecho en renglones torcidos, lo que realmente (e históricamente) ocurrió, dirigiendo así de mano firme los rumbos de la Historia. Es lo que nos enseñan desde todos los surcos y cuadrantes por cuenta de la Revolución Francesa que según sus propagandistas dio inicio a una nueva Era o lo que lo mismo, puso un punto final o vino a decretar (lo que me es igual) el Fin de la Historia. 

Pero el tiempo como digo no se paró, y la Historia siguió su curso, y así, la Revolución Francesa que para sus propagandistas y corifeos vino a borrar la Historia de un plumazo o de una ventolera, no dejó de arrastrar desde entonces su propia historia (de logros y fracasos, de verdades y mentiras, de victorias y derrotas) Y entre sus capítulos o episodios más desconcertantes figuran por derecho propio los movimientos insurreccionales, entre vientos de indignación callejera, que la impusieron o vinieron a hacer triunfar por las malas más que por las buenas, desoyendo olímpicamente el veredicto de las urnas. 

Como las jornadas de violencia urbana de las Tres Gloriosas (1830), « de las barricadas », que sellaron el fin del régimen de la Restauración (escrupulosamente ) cuidadoso de las formas y formalidades constitucionales -tanto en su fase moderada (Luis XVIII), como en la tardía (de Carlos X, rodeado de « ultras »)-  y de una práctica electoral de sesgo sin duda autoritario, tradicional si se prefiere, -de representación indirecta, censataria-, de Antiguo Régimen pré-revolucionario, pero a años luz de las formas modernas (totalitarias) de dictadura. 

Y las oleadas de protesta juvenil -y por ende más inquietantes y más surcadas de negros presagios-, que habrán seguido al incontestable y triunfo en Francia de la extrema derecha -Rassemblement National de Marine LEPEN- no dejan (fatalmente) de recordar los movimientos insurreccionales que habrán surcado durante más de dos siglos la historia de la democracia a la francesa. Y nos recuerdan también la indignación callejera en España del 15-M y lo que se siguió y sus movidas (peligrosamente) subversivas -como la de Ocupa el Congreso (25 septiembre 2012)-, y sus malfamados eslóganes como aquel de « lo llaman democracia y no lo es! », tras un triunfo electoral de la derecha (el PP) que no era del agrado de los indignados aquellos, pero que no se atrevieron nunca a poner en tela de juicio con pruebas y hechos concretos. 

No era democrática la voluntad (« general ») surgida (entonces) de las urnas, porque no era de su gusto, y punto. Una democracia la suya de « geometría variable » (como los franceses le dicen), escrupulosa y rigurosa y exigente de cuotas y de quórums, la que exigen a los otros, y de mano ancha en cambio la de ellos, como la que puso en práctica la Unidad Popular de Salvador ALLENDE en Chile, basando su programa revolucionario de reformas en extremo radicales y sin el menor consenso, en un triunfo electoral que les había deparado una simple mayoría, exigua y estrecha e insuficiente en definitiva. 

Y para ilustrar y confirmar las comparaciones que aquí, la historia en mano, me permito, valgan los llamamientos (de un tono encendido y beligerante) a un despertar de la izquierda (sic) tras la jornada electoral francesa, del máximo impulsor del movimiento « Nuit débout » (marzo del 2016, en la era SARKOZY), que persiguió -en señal de protesta por una ley laboral (Loi du Travail) juzgada libéral pese a su promulgación a manos de una ministro de Trabajo y un Ministro del Interior (Manuel VALLS) socialistas los dos-, una repetición en París del 15M madrileño. Sin éxito. 

Entre tanto, los tiempos y los vientos cambiaron, que parecen estar desatando las lenguas. Como en el debate ayer, cubriendo el recuento electoral en la cadena francesa de televisión TF1, del alcalde de un municipio francés -Béziers (en Provenza)-, próximo en su tiempo del Frente Nacional (primera época),  que recriminó abiertamente a los demás asistentes al debate, antiguos ministros y sesudos especialistas y comentaristas y otros peces gordos entre ellos, del (mal) uso de la expresión extrema derecha como arma arrojadiza(…)

Triunfo electoral arrollador de la (s) lista (s) de extrema derecha en Francia por vez primera en siglo y medio de posguerra. Albricias! Como diría NIETZSCHE (de la « Muerte De Dios »), « la noticia más terrible y más extraordinaria de nuestra època » 

Joseph VILLÈLE, conde de VILLÈLE (1773-1854) , primer ministro (« ultra ») de la Restauración, periodo negro para la Doxa (históricamente correcta) en vigor, y lapso histórico (feliz) 
cuando el Tiempo que no se paró -y con él, la Historia- con la toma de la Bastilla (en 1789), como pretenden los corifeos de la Revolución, se puso en cambio a dar marcha atrás, por arte de magia en un tris. Personaje histórico de marca mayor, Villèle, observando escrupuloso -algo insólito en un contra-revolucionario intransigente- la Constitución y sus leyes y sus reglas electorales, al precio de auténticos malabarismos como el de la « Cámara (ultra) -Chambre- imposible » -« introuvable ». Autor de frases memorables como la de los mil millones (milliards) -a título de ídemnización a los nobles « emigrados » (huidos de la Revolución) « Mirad esta cifra bien, porque no la veréis más! », declaró en la Asamblea Nacional. Con él, la Restauración francesa confiere sus credenciales democráticas -léase, constitucionales- al triunfo de la extrema derecha, de Marine LE PEN

ADDENDA Los Cien Mil Hijos de San Luis y la batalla del Trocadero, que repuso en el poder a Fernando VII, son de mención inexcusable en la breve glosa de este personaje histórico (francés) Clave sin duda de explicación del clamoroso olvido -rodeado a no dudar de los más espesos tabúes-, del que aquél se ve objeto en la historiografía española, a añadir a lo cual, el craso liberalismo de los Borbones españoles, idólatras de la Pepa -la constitución (de Cádiz) doceañista, por la que nos vinieron tantos males (díxit José Antonio PRIMO DE RIVERA, « España. Germanos contra beréberes)-  y faltos (en apariencia) pues, de los más sagrados deberes de memoria, la de su dinastía. y de una memoria histórica común, de franceses y españoles (…).u

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