Ante Pavelic -pronunciado “Páv-litch”- líder y fundador de la Ustacha, partido nacionalista croata, y dirigente máximo (Poglavnik) del estado croata satélite del III Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Pasa por haber sido responsable máximo de las grandes matanzas de serbios que tuvieron lugar bajo la ocupación alemana y, anteriormente, de haber sido instigador -en represalia por un matanza de diputados croatas en el parlamento de Belgrado años antes- del atentado que costó la vida en Marsella (octubre de 1934) al soberano Alejandro I -rey de serbios, croatas y eslovenos- lo que llevaría a una (nueva) espiral -tan decisiva- de represalias en la región. Dominique Venner -citando a Curzio Malaparte (“Kaputt”)- le presenta como un ser enigmático, secreto y misterioso. Falleció en Barcelona (nótese bien) con todas las bendiciones de Su Santidad, en 1959 (...) Fui pro-serbio en las guerras de los Balcanes, y lo sigo siendo, aunque no incondicional ni antes ni tampoco ahora. Por un deber de piedad a ese pasado que no pasa de dos pueblos europeos. En lo que tuvo y tiene de trágico, de fatal e ineluctableViví las guerras de los Balcanes a distancia, de observador a penas, desde el balcón o mirador privilegiado en tantos aspectos que me daba el residir en Bélgica donde me pilló el estallido de la primera de aquellas cuando yo llevaba ya varios años aquí. De observador, como digo, pero no exactamente de testigo u observador imparcial, aquí todos ya lo saben, no fui imparcial sino que torcí -abiertamente- en favor de los serbios por el papel de malos de la película que le asignó de entrada la prensa global y también por el escándalo que me producía la actitud claramente beligerante del Vaticano y del papa Juan Pablo II con su iniciativa en solitario, secundada únicamente por la República Federal alemana, de reconocer -por su cuenta y riesgo- a dos estados independientes en la región, a saber Croacia y Eslovenia, casus belli número uno como lo seria del estallido de la primera de las guerras aquellas.
Acabo de terminar de leer otra obra apasionante -de carácter histórico- de Dominique Venner, "Historia del Terrorismo", donde se analiza ese fenómeno contemporáneo en su vertiente histórica a base de una abanico de episodios -agrupados en torno a varios capítulos de importancia mayor- que van desde la eclosión del terrorismo anarquista a finales del siglo antepasado hasta los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York contra las Torres Gemelas. Una atención especial no obstante le merecen a Dominique Venner en esa obra los Balcanes a los que dedica unas cincuenta páginas, la cuarta parte grosso modo del conjunto de la obra. Serbios y croatas, una hostilidad ancestral -e inextinguible- entre dos pueblos de la misma raza y la misma lengua y de la misma religión (cristiana) aunque de confesiones distintas.
Que vienen a configurar un profundo enigma histórico. Y son significativo en extremo el protagonismo y el alcance y el impacto tan decisivos que en esa obra se a tribuye al fenómeno del terrorismo balcánico en la marcha del mundo los dos últimos siglos, a partir del atentado (magnicidio) de Sarajevo, detonante de la Primera Guerra Mundial y de todo lo que se le seguiría (...) Y lo ilustra en extremo la portada de la edición de esa obra que cayo en mis manos, en la que figuran tres instantáneas gráficas de acontecimientos históricos de la mayor trascendencia y magnitud, a saber una foto -dominante, en la parte de abajo-del ataque a la Torres Gemelas, y superpuestas a ella en la mitad superior de la portada otras dos fotos, una de ellas la del atentado de Sarajevo y justo al lado otra, del cadáver por tierra y chorreando sangre del terrorista macedonio que asesino en Marsella (el 9 de octubre de 1934) por cuenta de la Ustacha croata al soberano de Yugoslavia Alejandro I (Karageorgevitch) al que los croatas hacían responsable de una matanza de diputados croatas en pleno Parlamento en Belgrado seis años antes.
Como queriendo así el autor establecer un nexo causal entre ambos sucesos. O más exactamente, entre la eclosión del terrorismo serbio y el del terrorismo croata, aquel sin duda cronológicamente anterior -como bien lo recalca Dominique Venner- pero uno y otro dentro del contexto de violencia ínter-étnica continua en una región poblada de un mosaico de pueblos que como lo señal Dominique Venner no tenían más tradición común que la violencia. Y en ese volcán en erupción permanente destacarían la Mano Negra de los serbios, y la ORIM macedonia que iban a servir de maestros de iniciación en materia de terrorismo a los Ustachis croatas.
Y sin duda que un escenario tan intrincado y tan laberíntico como lo ilustra la historia de esa región en esos dos últimos siglos sea sin duda un tanto utópico simplista o ingenuo el echar las culpas del desencadenamiento de la violencia exclusivamente a una de las partes beligerantes, no es obice que protagonismo -y la responsabilidad histórica- de factores mas o menos intrínsecos como el papel de la diplomacia vaticana (y papal) no me parece hoy menos evidente. Hoy igual que me lo pareció entonces. Y si es cierto que fui pro-serbio sin escrúpulos ni tapujos -llegando a participar mas tarde durante la guerra del Kosovo- en manifestaciones contra los bombardeos de Belgrado junto con otros grupos y partidos belgas pro-serbios por las calles de Bruselas, lo fui, consciente -lo reconozco- de encontrarme a contrapié -una vez mas- de la opinión pública española y de la actitud mayoritaria de la sociedad española en aquel conflicto.
Y me contaba alguien que tomó parte en el cuerpo expedicionario español (de cascos azules) presente en Sarajevo (a mediados de los noventa) durante la segunda guerra de los Balcanes que el grueso de la tropa “torcían” -ligeramente- del lado de los bosnios por razones humanitarias y sin duda clasistas en el fondo, de lucha de clases (para dejarnos de eufemismos) y la oficialidad (española) en cambio, del lado de los croata, sin que nadie prácticamente -conforme al testimonio de mi interlocutor- tomara la defensa de los serbios. Por razones sin duda de orden histórico o más bien histórico/confesionales fáciles de adivinar, derivadas de una línea de fractura histórica que pasaba precisamente por aquella región, entre el Imperio austro húngaro -en la órbita del cual habían permanecido de antiguo los croatas (católico/romanos)- y el Imperio Otomano que ejercieron su dominación sobre los serbios (ortodoxos)
Pero el fenómeno Wojtyla y su partidismo beligerante, tan flagrante y tan descarado me pareció de una influencia determinante en la actitud de la sociedad española ante aquel conflicto. En la obra mencionada Dominique Venner presenta como un ser enigmático, secreto y misterioso al líder y fundador de la Ustacha croata -fallecido en Barcelona, tras años de exilio en Argentina, con todas las bendiciones de Su Santidad en 1959 (...)-, que pasa comúnmente por responsable número uno de la matanzas en masa de serbios durante la Segunda Guerra mundial bajo la ocupación alemana.
Algo que al biógrafo de Hitler y autor de algunas de los obras de mayor autoridad sobre la Segunda Guerra Mundial el historiador alemán, Martin Broszat -que habla refiriendose a aquel capitulo historico de "sangriento y gigantesco batisterio"- le parecía haber escapado por completo al control de las tropas de ocupación alemana condenados a un papel de testigos tan pasivos como impotentes, desbordados por un fenómeno tan inextricable de violencia ínter-étnica. Fui pro-serbio aunque no/incondicional. Como así lo sigo siendo (lo uno como lo otro)
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