Las primaveras árabes me pillaron echando el freno de mano por un tic histórico heredado de un memoria colectiva común todos los españoles, de ocho siglos de Reconquista. Puestos a recordar no obstante y a fuer de sinceros, debo decir que lo que a mí me aclaró definitivamente las ideas en el tema -en ése y “pari passu” en el de la guerra en Siria- fue el asesinato -cruel y macabro y salvaje- del coronel Gadafi. El crimen de guerra en toda su hediondez y fealdad (insoportables), transmitido en directo por vez primera en la historia de la Humanidad a las cuatro esquinas del planeta. Mucho peor que lo de Claretta y Mussolini, que estaban ya muertos cuando exhibieron sus cadáveres. Alguien -el coronel libio- con el que nunca tuve nada que ver, ni de lejos ni de cerca. No como otros que pasan por haber sido los padrinos o padres fundadores del 15-M, fuente matricial a su vez del partido de PodemosTomé posición en la guerra en Siria -lo recuerdo ahora a modo de aviso a los navegantes- más de un año antes de que el partido de Podemos apareciera en la política española. Entretanto desde los inicios de la guerra civil en aquel país del Oriente Próximo, la situación a nivel internacional sufrió cambios irreversibles. Las primaveras árabes fracasaron, dando paso a inviernos de la mayor crudeza, y el moviento de los indignados en España que nació de aquellas, acabó también mordiendo el polvo de la derrota. Las primaveras árabes fueron en su origen -como todo lo que acaba siendo fácilmente manipulable- fenómenos con no poco de aleatorio e imprevisibles.
¿Estaban dirigidas contra longevos dictadores nasserianos “impresentables” exponentes de regímenes de socialismo árabe, o contra las monarquías feudales de los petrodólares -del Golfo o del Magreb (en Mrruecos o en el Bahrein)- de confesión suní (no se olvide) exclusivamente todas ellas? El asesinato -un crimen de guerra atroz trasmitido en directo por vez primera en la historia de la Humanidad al conjunto del planeta- del coronel libio Gadafi marcó irreversiblemente aquellas a iba a sellar al mismo tempo su destino.
Que seria el de verse situadas en la órbita de regímenes tan anacrónicos como los del Quatar o de la Arabia saudí y de verse fatalmente sucedidas por un yihadismo radical -de signo suní no se olvide otra vez, que tenia en el occidente sus enemigo declarado en el frente externo, y su enemigo interno e intimo en cambio, en la disidencia chií liderada a escala mundial por el regimen de los ayatollah surgido de la revolución iraní. Y esos orígenes, o si se prefiere esa incubación/oriental de la indignación callejera occidental -en España, Italia Grecia, incluso en los Estados Unidos- explica en parte la alianza, surcada (es cierto) de no pocos interrogantes- entre el régimen iraní y el partido de Podemos (o Pudimos, como algunos les llaman) A lo que habrá que añadir una estrategia internacional anti-imperialista y anti-colonialista -más que anti-occidental- del régimen de los ayatollah.
La postura del autor del autor de estas lineas en el tema de la guerra Siria en cambio no obedece motivos de orden geoestratégicos ni ideológicos siquiera, sino que responde a un imperativo de memoria. De memoria histórica. La memoria de ocho siglos de Reconquista. El yihadismo, en cualquiera de sus versiones, respira un fanatismo histórico e ideológico que se focaliza particularmente en el recuerdo del Andalus, a saber los siglos de presencia árabe/musulmana en la península. Como si en vez de haber pasado cinco siglos no hubieran pasado ni cinco minutos tan siquiera. ¿Qué digo? Como algo presente, como una realidad intemporal que es la que confiere en ellos, a ese recuerdo histórico tan lejano, el fanatismo religioso que les mueve y les anima.
Se me dirá que en el caso del islam chií se da algo parecido, y es cierto como ya lo comenté aquí en alguna ocasión que un encuentro que tuve por vuelta del invierno de 1986 tras mi salida de la cárcel portuguesa y en los meses que deambulé por aquel entonces por cima de los Pirineos, con un joven imán libanés de confesión suní -aunque próximo según lo que él mismo me confesó de los chiíes- en la mezquita que tenían habilitada enfrente de la estación de la ciudad suiza de Lausanne -donde residí unos meses entonces- me afianzo en esa impresión cuando me hizo observar -de un tono un tanto sardónico –a un comentario mío de que la invasión de la península era algo propio de la confesión suní de la que el islam chií estaba ausente históricamente-, que lo que los chiíes reprochaban a los suníes, no era precisamente la invasión de la península ibérica. A buen entendedor pocas palabras sobran.
Y me confirmaría an la misma impresión el escándalo que se monto años mas tarde, con la repentina afluencia de peregrinos iraníes de confesión chií al santuario de Fátima en Portugal después que el régimen de los ayatollah hubiera declarado a aquel lugar altar (sic) del Islam viendo en él un vestigio histórico de la presencia de moros fatimidas de confesión chií -que heredaban su nombre de la advocación de Fátima la hija (única) del profeta del islam- entre las corrientes invasoras de la Península ibérica. Tal y como lo evoco en un libro en vías de publicación sobre el fenómeno de Fatima. Todo eso es cierto, pero la alianza iraní no pone en modo alguno en entredicho el carácter laico (laicista) -en versión árabe- del régimen sirio de Bachar al-Assad. Ni tampoco los lazos históricos (milenarios) que ligan con Occidente a todas las confesiones minoritarias en del mundo islámico desde los tiempos de las Cruzadas. Entre ellas, aquella de la que procede la familia Assad, los alauíes
Y tal vez algunos piensen que me habrán sido precisas demasiadas líneas para explicar -o justificar- mi alineamiento (ocasional) con el partido de Podemos, en el tema de la guerra civil en Siria y en particular en el último de los episodios de la misma, a saber el ataque a una base aérea siria la más importante del régimen tras la de Lattaquía donde se concentra el grueso de la aviación rusa- con misiles de unidades navales USA, destacadas habitualmente en el Mediterráneo estacionadas en el momento del ataque la base de Roa, donde se ven habitualmente estacionadas.
No sería tal vez la primera vez si se concede crédito a los rumores persistentes que circularon siempre desde entonces que el lanzamiento -la noche del 2 al 3 de septiembre del 2013- de dos misiles cataclísmicos contra las las alturas de Damasco, interceptados in extremis por radares rusos y que debían sonar la señal de partida del ataque aliado -liderado por los Estados Unidos- contra el régimen sirio, y al que disuadió in extremis al presidente Obama de desencadenar el ataque, había partido de una base USA en suelo de la Península.
No tengo que justificarme de nada, Aquí todos saben lo que pienso de Podemos, a los que dediqué -en parte- un libro (Guerra del 36 e Indignación callejera”) ¿Quiere decir que voy a acabar como ellos, al cabo de un itinerario que pasa por la guerra en Siria? Semper ídem. Hoy como hace treinta, y treinta y cinco años.
Como un espíritu libre (dixit Federico Nietzsche) y evolucionando -o balanceándome- a mi aire y a mi manera. Pero en la guerra civil siria tomé partido desde el principio, y me mantengo fiel a mi apuesta. Contra viento y marea. Piensen lo que piensen en el tema Donald Trump o el papa de Roma
No hay comentarios:
Publicar un comentario