En un artículo de opinión publicado en la edición del Pais del pasado domingo se plantea la pugna entre los dos candidatos de la campaña presidencial USA en curso, como un resucitar de la guerra civil americana entre Sudistas y Nordistas, léase entre los demócratas del Norte (sic), y los racistas del Sur (sic) (que por una curiosa paradoja se veían representados en el partido Demócrata, mientras que sus rivales se identificaban con el partido Republicano) Es un hecho como sea, que la guerra civil americana en cierto sentido sigue siendo hoy -y no hay más que echar un vistazo al mapa de las previsiones electorales de cada uno de los candidatos las últimas horas- ese pasado que no pasa entre norteamericanos, como lo sigue siendo la guerra civil del 36 entre españoles. Y desde esa perspectiva, está claro que mi postura pro Trump lo es -además de ser una apuesta- por un deber de memoria, de una memoria de los Estados Unidos, que me pertenece en parte también. Como español y como europeo. Una memoria de la América blanca en resumidas cuentasEl culto a los augurios, a la adivinación elevada al rango de una función publica, del gobierno de un pueblo o de una nación, fue la regla en la Antigüedad clásica hasta que acabó con ello la irrupción del judeo cristianismo, que declaró terminada la era de las profecías, hasta que llegó otro que proclamó aquello de Dios es Dios y Mahoma su profeta, con lo que no venia en suma más que interpretar a su manera una misma fe en el dios bíblico de las comunidades (judeo) cristianas esparcidas por la Arabia feliz en los primeros siglos de la era cristiana, como lo pondría de relieve Oswald Spengler en su célebre obra -hoy sumida en el olvido- de la “Decadencia de Occidente” Y a los que hoy creen aún o de nuevo en presagios y en augurios y profecías, no les habrá pasado sin duda desapercibida la noticia del fallecimiento a dos días de la celebración de las elecciones norteamericanas más cruciales y mas apasionadamente reñidas tal vez de la historia de los Estados Unidos, de una figura nada trivial de la política norteamericana de las últimas décadas, y me refiero a Janet Reno, antigua fiscal supremo -attorney general- de los Estados Unidos bajo la presidencia de Bill Clinton, que arrastra a la espalda para la posteridad dos sucesos con los que se asocia íntimamente su memoria, a saber la matanza de Waco en Texas donde perecieron achicharradas vivas (sic) casi un centenar de personas, miembros de una comunidad protestante (fundamentalista) tras el asalto de las fortificaciones en donde se habían atrincherados al mando del líder y fundador de su comunidad- a manos de efectivos del FBI y por orden de la señora Reno.
El otro suceso en el balance de esta señora -incruento pero que no levantaría menos pasiones en su momento- lo fue el secuestro, en plena noche por agentes federales de nuevo, en casa de sus familiares en Miami, del pequeño Elián González (febrero del 2000), el niño balsero cubano rescatado vivo de las aguas infestadas de tiburones del estrecho de Florida -tras hundirse la embarcación en la que viajaba con su madre (huida de Cuba)-, lo que se convirtió en un reto mayor para el régimen de Castro y en caballo de batalla de la pugna de aquél -apoyado por la administración Clinton- y los exiliados cubanos de Miami, y que durante meses se vio permanentemente en primera plana de los medios en Estados Unidos y en otros países como así fue en los medios españoles. Y también en ese caso la iniciativa de la operación corrió a cargo de la señora Reno. Ocurre que las elecciones norteamericanas que se siguieron apenas unos meses más tarde (8 de noviembre del 2000) iban a decidirse precisamente en el estado de Florida que se vería teatro de una enconada pugna pos electoral después que el candidato demócrata, Al Gore, se negase a aceptar el resultado -lo que ahora algunos reprochan tan acerbamente a Donald Trump- y a pedir recuentos uno tras otro convencido que el dios de la Biblia le había acordado la victoria en las elecciones presidenciales norteamericanas por una centenas de votos apenas de diferencia.
Y el fracaso polvoriento de Al Gore, antiguo vicepresidente de Bill Clinton y como tal (más o menos) estrechamente asociado al desenlace del caso del niño cubano, no dejó de sonar a los oídos de algunos entre los que se encontró el autor de estas líneas, como un triunfo clamoroso de Némesis la diosa antigua de la Venganza cuya carcajada triunfal -como lo escribí en un poema que publiqué (confidencialmente) por aquel entonces- parecía que resonase aquellas fechas por los estrechos de Florida. ¿Mal augurio para la señor Clinton, la muerte de la que fue estrecha colaboradora de su marido/fiel, y uno de los iconos más emblemáticos de ese Woman Power (feminista) que viene emergiendo desde hace décadas en la política americana y que encuentra ahara en la Clinton -como anillo al dedo- una exponente de la mayor envergadura, que se juega -igual que al Gore entonces- la presidencia en aquel estado, que figura en tercer lugar -por detrás sólo de California y de Texas- del conjunto de todos los estados de la Unión por razón de su peso electoral (con la cifra de veintinueve Grandes Electores que el sistema electoral norteamericano le atribuye)? Las apuestas se admiten. La prensa española entre tanto habrá dado muestras de una unanimidad tal que choca y llama poderosamente la atención y hace que nos formulemos muchos los mayores interrogantes al respecto. Todos los argumentos habrán sido validos-y todos los golpes-, habrán valido para atizar como es debido (un decir) al candidato republicano.
Y el más esgrimido tal vez lo haya sido no obstante el del voto hispano, y es que a no dudar goza de una fuerza de impacto innegable entre la opinión publica española. Y todos los razonamientos son buenos ya digo, como los que habrá sacado ahora a relucir en ese tema el candidato a la vicepresidencia y número dos de la candidatura Clinton evocando -a buenas horas mangas verdes- la conquista y la colonización españolas por tierras de los que hoy son los Estados Unidos. La lengua española o en otros términos, el bilingüismo que esgrimen -sobre todo en las citas electorales (y ahora más que nunca)- los (mal llamados) latinos o ex-hispanos de los “States” es un arma de doble filo y como tal falaz y engañosa. Y es en la medida que no se le puede disociar -como lo analicé y dejé señalado en mi ultimo libro (“Krohn, el cura papicida”) - de la lucha a vida o muerte que riñe de nuestros días el castellano en la Península y en particular en Cataluña, inseparable del pulso que le viene echando el castellano pan/hispánico -léase el de los países ex hispanos del otro lado del Atlántico-, que hoy por hoy en el plano del mercado editorial y de la traducción goza claramente de hegemonía.
E ilustra a las mil maravillas el equívoco de efectos tan ruinosos escondido en ese bilingüismo –a base del español y del inglés- de los (ex) hispanos de los Estados Unidos, un suceso del que se hicieron ampliamente eco los medios españoles de una profesora de español -de raza blanca, de ascendencia europea- que se vio objeto de boicot hasta perder su puesto de docente en un centro de enseñanza del estado de Pensylvania por la decisión de su superiora jerárquica, (ex) hispana, boliviana -que había pasado por la Península y que se había sentido discriminada (por lo que declararía más tarde)- quien justificó su veto por el acento (sic) en español de la docente por ella despedida -que había aprendido el castellano en España- de un país colonizador (y genocida) El espíritu no está en la lengua sino en el acento, escribí en mi último libro en un mentís implícito de un aforismo que se atribuye a Miguel Unamuno. Cartas boca arriba.
Nuestra apuesta como aquí ya todos lo saben lo es por esa afirmación de las propias raíces de los Estado Unidos -tan sorprendente, tan isólita, tan extraordinaria- que viene a representar las horas que corren la candidatura de Donald Trump, frente al choque larvado e insidioso de culturas que trae consigo la invasión silenciosa de la emigración ex hispana procedente del Caribe o de las tierras al Sur del Río Grande, hijos no de España sino de la rebelión mestiza anti-española que echó a España y los españoles de América. Piense lo que piense en el tema el papa ítalo/argentino. Las cosas claras. “Trump for president!”
Mucho coraje... Es admirable tu valentia... aunque yo me pregunto si no es más sabio ser más prudente. Ya se que Dios vomitya a los tibios...
ResponderEliminarUn saludo cordial
muy valiente y mucho coraje admirable...pero me pregunto si no es más sabio algo de prudencia...
ResponderEliminarYo creo en Dios, después de Jesucristo, luego en Buda y el Hinduismo...y por último en la filosofia... Por cierto, te sugiero que visites el siguiente blog... y debido a tu formación cristiana tradicional --supongo-- me des tu opinión, si tienes tiempo
muy interesante... pero me pregunto si el Sistema político de USA
ResponderEliminarno tendrá ya previsto que es indiferente que gane uno u otro candidato..
Te sigo habitualmente... y dada tu experiencia y formación --supongo-- en el cristianismo tradicional, me gustaria conocer tu opinión sobre el siguiente blog... (si tienes tiempo):
www.xulio89.blogspot.com