miércoles, octubre 19, 2016

ICONOCLASTIA EN BARCELONA ¿A QUÉ ESPERA FERNANDEZ DÍAZ?

Quema de conventos (mayo del 31) La explosión iconoclasta aquella fue ya el pre anuncio de la guerra civil o si se prefiere uno de sus primeros episodios, tras la proclamación de la república que fue ya el inicio de aquella propiamente dicho. “Sabemos por experiencia histórica que esos vientos de furor iconoclasta siempre acaban en tempestad cainita”, acaba de declarar atinada y oportunamente -aunque con lenguaje un tanto anacrónico- la Fundación Francisco Franco en un comunicado ante la exposición escandalosa de una estatua del Caudillo decapitada en plena vía publica en Barcelona. A los que nos ha faltado tiempo para dar la voz de alerta -ya ayer- desde este blog. A qué espera el señor ministro a tomar la decisión -de prohibición (urgente y fulminante)- que se impone. Antes de que sea demasiado tarde. Y que el furor iconoclasta se lleve (otra vez) de calle la convivencia (pacífica) entre españoles
Quería dejar el tema atrás, del que ya hablé de pasada en mi entrada de ayer en este blog, mi palabra, pero el asunto me puede, lo siento, que no se va ni a tiros de mi mente La denuncia profética es algo que se apropiaron los progres tras el concilio vaticano segundo y que se traducía fatalmente en subversión y en anarquía y redundaba siempre en favor de la amenaza comunista que no dejó de asomar las orejas hasta la caída del Muro e incluso después.

Pero el espectáculo de iconoclastia de Barcelona por cuenta de una estatua de Franco decapitada, amén de soliviantar todo tipo de fantasmas, despierta en mí esa vocación ingrata -de profeta (o de poeta, lo mismo me da que me da lo mismo)- que me habrá acompañado despierta o semi-dormida desde que empecé a intervenir a diario en Internet hace ya una quincena de años primero en foro de opinión y ,justo después por cuenta de blog a mi nombre, e incluso ya de mucho antes, cuando empecé a publicar por mi cuenta y riesgo primero hojas volantes que distribuía por mi cuenta (y riesgo) y después en publicaciones confidenciales -”Occidente” y “Comunicado anti-ETA”- con deposito legal que yo mismo edité dese principios de la década de los noventa aquí en Bélgica.

Me hacen daño esas fotos, lo confieso -a otros parece que no por lo mucho que las airean en primer plano de sus portadas (sin dejar de denigrarlas)-, y me veo pues en la tesitura ahora de tener que levantar la voz -léase darle a la tecla- y hacer oír la advertencia profética que me inspira ese espectáculo escandaloso e inadmisible. De Franco se podrá pensar (mas o menos) lo que se quiera. Y el autor de este blog sin ir mas lejos se permitió en ocasiones libertades de lenguaje por cuenta suya y el distanciarme -cuando se presentó la ocasión- de los franquistas mas recalcitrantes.

 “Entre la grandeza y la rendición”, creo que se podría glosar -parafraseando un poco al escritor Dominique Venner (que en paz descanse) en el título de la biografía que dedicó al general De Gaulle (“la grandeur et le néant”)- la figura de Franco ante la Historia, que nos libro del comunismo soviético a los españoles para acabar rindiéndose armas y bagajes -de rodillas delante de los emisarios del Vaticano- a los aliados angloamericanos en el 45 (compañeros de viaje de Stalin).

Pero eso ya es historia, la agresión iconoclasta en cambio a la que asistimos -¿preludio acaso de una oleada de ellas?- de la que la Fundación Francisco Franco -tratando sin duda de quitarle hierro al tema- habla en en su comunicado de hoy en tiempo pasado, sigue su curso en la exposición abierta el publico y en plena vía pública, mientras escribo estas lineas. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo van a seguir permitiendo las autoridades de la Nación ese atentado a la convivencia pacifica de los españoles? “Sabemos por experiencia histórica que esos vientos de furor iconoclasta siempre acaban en tempestad cainita”, reza uno de los párrafos de la declaración de la Fundación referida. Y a fe mía que si se expurga un poco la frase de esa moralina clerical (bíblica, judeo/cristiana) que parece que lleven algunos pegados como una segunda naturaleza al cuerpo, hay que convenir que sea tal vez lo mas acertado y oportuno de ese comunicado sobre este espinoso (e irritante) asunto.

Aquelarre, así califican (un tanto puerilmente) a la exposición de Barcelona por la que viene el escándalo. No procede. Dejemos los cuentos de brujas -y aquelarres, de demonios, de exorcismos y demás- para los que sigan creyendo en ellos y llamemos a las cosas por su nombre, ya seamos franquistas o antifranquistas: una agresión iconoclasta en toda regla que se merece una respuesta contundente y urgente del poder coercitivo, y en concreto de las instancias judiciales competentes -a las que apela, es cierto, el comunicado de la FNFF- y también de los responsables del Orden Público, por razón de la crispación que el escándalo al que asistimos genera fatalmente en el cuerpo social tal y como lo ilustran lo sucesión de incidentes que se viene sucediendo desde la apertura de la exposición y la escenificación del espectáculo iconoclasta (anti-franquista) Los pueblos que no aprenden de la historia están llamados repetirla.

Y la quema de conventos -de mayo del 31- anuncio ya con cinco años de antelación el estallido de la guerra civil española, o digamos -en una revisión histórica inevitable-, que fue ya uno de los primeros estallidos de aquella que empezó propiamente hablando con la proclamación -insurreccional- de la República unas semanas antes (el 14 de abril del 31) y que dio paso a oleadas de violencia social y política a rachas a lo largo y a lo ancho de la geografía española que ya no cesarían hasta el estallido de la guerra propiamente dicho. Y la historia de la guerra de Flandes, ese pasado que llevamos los españoles enterrados en lo mas hondo de nuestra memoria colectiva también nos ofrece lecciones urgentes,de primera mano en el asunto ye nos ocupa. Por cuenta sobre todo de aquella explosión de iconoclastia que barrio estatuas e imágenes y monumento de toda la geografía de los Países Bajos (de entonces) y que vendría a ser el anuncio del estallido de las guerras de religión a penas un año más tarde.

¿A qué esta esperando el ministro del Interior, pues, para actuar, prohibiendo por las buenas la agresión iconoclasta? Que la cosa urge, independientemente por cierto de la via judicial que tiene -secreto a voces- otros ritmos y otras velocidades, otros lentitudes y otras lentitudes que me diga (en España hoy mas sin duda que en otro sitios, y más aun si cabe en Cataluña) ¡Prohibición de la exposición del Born ya
(antes de que sea demasiado tarde)!

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