¿SEX-APPEAL DE PODEMOS?

Leon Degrelle y su moviento rexista fueron un simbolo erotico (macho) -emblematico en extremo- en Bélgica los años de entreguerras (década de los treinta) El fascismo perdería no obstante la guerra, en Bélgica por cierto como en España, y el sex-appeal cambió de bando, como me pude percatar (¡ay dolor!) en mis años universitarios. Yo y sin duda todos los que esgrimíamos ideales o enarbolábamos banderas entonces que pudieran evocar de una forma u otra a los nazi fascismos derrotados. Y asi las chicas de derechas (o incluso apolíticas) -minoritarias en las facultades de la Universitaria- si no ofrecian figura de insignificantes, pasaban por lo general (mucho) más desapercibidas y eran de más difícil acceso ( sin duda por lo convencionales) y las de izquierdas -mayoritarias- debían ver en nosotros epecímenes (fachas) impresentables, de perdedores o de vencidos en suma. De la guerra civil (del 36) interminable. Y si puse entonces tierra y cielos por medio era en el fondo tratando de sacudirme aquellos sudarios de ignominia (y apestamiento) y sentirme yo mismo. Semper Idem

El rey se ha cansado -rezan los medios- y deja (de momento) tirados a los partidos de cara a la reanudación -cuando él lo juzgue oportuno- de los contactos y reuniones con vistas a la resolución de la crisis y de nuevas elecciones -la hipótesis mas probable (algunos le dan hasta el 99 por ciento)- o de una nueva sesion de investidura.

Mientras tanto, la maquinaria de los sondeos vuelve a ponerse a dar vueltas (furiosa) Los sondeos -secreto a voces- son como la artillería -o el fuego de misiles o de drones o de la aviación- en las operaciones de acoso y derribo como esa a la que venimos asistiendo y en la que se vienen ejercitando los medios españoles desde hace algún tiempo. No tienen un objetivo último informativo, sino de ataque -o cobertura del mismo- y de demolición, como no dejan de subrayarlo agunos comentarios sobre las últimas encuestas de opinión, y el blanco ultimo de los medios españoles -léase de una mayoría de ellos- lo sigue siendo antes y después del fracaso de Zetapedro, Mariano Rajoy el aún jefe de gobierno.

Todos o casi todos, a creer a la encuesta de una conocido instituto de opinión publica que hoy dice una cosa y mañana mismo justo la contraria, quieren la piel ya en mano del anterior jefe del gobierno (aún en funciones) Y todos aplauden el comportamiento de los últimos días en la cámara de Rivera, y todos o casi todos -a creer a esos medios dan ganadora una coalición (electoral o postelectoral) Podemos y PSOE de cara a unas eventuales elecciones generales. ¡A otro perro con ese hueso!

El fracaso personal de la estrella ascendiente del PSOE, que venía (todo resuelto) a desenterrar el hacha de guerra de la división y de la crispación entre españoles-y pari passu de la guerra civil (del 36) interminable-, esa es la gran lección del resultado de la segunda votación de investidura del pasado viernes. Un golpe fatal, ineluctable del que no creemos que el interesado se recupere.

Tiene en su contra en lo sucesivo una mayoría -simple o absoluta qué más da, pero no menos decidida y determinada a barrerle el paso- de españoles que no lo quieren, que no lo quieren a él, pese a lo guapo, dinámico y fotogénico y seductor, pese a los aires de seductor y conquistador y deportista y cinematográfico que nos viene vendiendo de él los medios -españoles o (en menor medida) extranjeros- y francamente no vemos como su derrota en la votación de investidura no acabaría llevando fatalmente a su derrota –o a su puesta entredicho al menos- en las elecciones internas de su partido previstas para el próximo día ocho de mayo.

Entre tanto la enconada batalla de la investidura habrá tenido sus efectos catárquicos (al menos aparentes) y baste de ejemplo el de la diputada -y líder del PP catalán- Andrea Lévy (de apellido en apariencia extranjero y con perdón) que habrá quedado (a oír a la propia interesada) literalmente prendada -¿o prendida?- de uno de los jóvenes diputados de Podemos, durante su comparecencias en simultáneo en el hemiciclo.

Sexy appeal de Podemos, como se celebraban en los rexistas (fascistas o fascistizados) en Bélgica los años de entreguerras. A Pablo Iglesias ya le dio un azote en el trasero una de sus entusiastas en un congreso de su movimiento y el beso en la boca por el que vino el escándalo está todavía en las mentes de todos. Lo mismo que las rastas (y demás) de un diputado canario indignado. Y ahora la joven (y agraciada) diputada popular catalana declara su amor -o poco menos- a un joven y melenudo dirigente de Podemos (diputado por no sé qué provincia castellana)

La izquierda indignada predecesores de los indignados del 15-M y Podemos y demás- era sex apeal sus años universitarios (los míos), con sus melenas y sus zamarras verde oliva de la guerra del Vietnam (tan elitistas y tan caras) y los que no nos plegábamos a esas exigencias de atuendo y de imagen -porque nos parecía una imposición absurda y porque no nos iba simplemente- nos veíamos condenados al ostracismo que me diga al apestamiento, a ir rozando las paredes por la vida (raser les murs) como los franceses dicen.

Las chicas de derechas eran demasiado convencionales y por las razones que fueran no nos encontramos ellas y yo, por aquellos años -en un caso concreto, por un tris, por cierto (como ya lo canté, dolorosamente, en uno de mis poemas)- y las de izquierdas -que eran la mayoría en las facultades- debían ver en el autor de estas líneas (horresco réferens!) un j...facha, un impresentable, un perdedor en suma, un vencido de la guerra (civil) interminable (que me hicieron falta años, qué digo, décadas para caer en la cuenta)

En esas condiciones, el enroque que fue el mio por aquel entonces -de apartarme de todo y de todos-, fue la única salida psicológica humanamente posible (en mi caso al menos) a la hora de poder salvaguardar mis ideas y convicciones y a la vez mi propia integridad personal (y psicológica) en espera de tiempos mejores (que aquellos años por lo que se refiere al sexo o al amor eran tiempos del cólera)

En espera de una segunda juventud y una tercera, como las tuve en Bélgica. De lo que doy testimonio fehaciente y abundante en mis versos, rezumantes de poesía transterrada (como los habrá definido un buen amigo, él también poeta) Que a buen entendedor pocas palabras sobran