Enrique Curiel -en la foto con Adolfo Suárez en el Congreso de Diputados en 1983- fue una de las figuras más emblemáticas de la llamada “pinza” de la era Aznar, conocida también como "catarsis a la griega" (made in Spain) Viejo conocido, Curiel, del que esto escribe, de mis tiempos de la Universitaria madrileña, como no dejarían de serlo tampoco -y no lo digo con ánimo de jactancia alguno- no pocas figuras conocidas de la clase politica de las últimas decadas, que me conocieron bien (de mucho antes de lo de Fátima) aquellos años decisivos. Obsérvese la química intensa (a chorros) que muestra la foto entre el rojelio aquel tan enfebrecido (como una mosca cojonera) de la Universitaria madrileña del tardo franquismo y su acompañante, de una trayectoria fulgurante en las filas del Movimiento (y del antiguo régimen) Y si Zetapedro viniera a dar la sopresa -vade retro!- y alcanza su investidura en una de las dos votaciones que se avecinan la semana entrante, será de justicia el ponerlo en el debe de la nueva pinza (con indignados) en curso, tan torpe y tan sectaria como su predecesora¿Van acaso a abstenerse Podemos y toda su recua de marcas/regionales para poder permitir la investidura de Zetapedro en la segunda votacion prevista para el viernes próximo cuatro de marzo (por la tarde o por la noche), o en la primera de las dos incluso (por tiro de carambola) dos días antes? Es es la gran incógnita que no logran hacer (nos) olvidar ni el silencio -no menos enigmático y un tanto sospechoso- que reina sobre el tema en las redes sociales y en los foros de discusion, ni la declaraciones sensacionalistas (a modo de cortinas de humo paches) de los líderes del partido indignado -incluso de su líder maximo- que tienen la credibilidad que se merecen, es decir ninguna o muy poca.
La vulgata que se viene difundiendo al respecto en los medios las útimas horas tiende desde luego a afianzarnos y a ratificarnos en la certidumbre de lo contrario, y reza que Podemos es una pura creación del poder -léase del PP- con vistas a la repetición o reedición de una pinza anti-PSOE como la que ya ensayó José Maria Aznar con éxito relativo, hasta que se produjeron los atentados del 11 de marzo, cuando la pinza aquella se partió en dos por las buenas (que me diga por las malas) y dio paso a un frente popular tan guerra civilista y agresivo -y de vocación insurreccional- como su predecesor, (del 36), que tuvimos que sufrir varios años los españoles y del que todavia venimos sufriendo sus secuelas como el retraso en el crecimiento económico, la ley (funesta) de la memoria o la erupcion -incubada nota bene desde la Moncloa- de las protestas (callejeras) de los indignados (y sus coletazos inerminables)
La pinza aquella dejaba mucho que desear desde luego y si acaso se justificaba, que me diga si podía explicarse desde un plano puramente político -y en una clave de índole mayormente histórica por razón de la derrota española en la Segunda Guerra Mundial (en el 45)- pecaba groseramente en cambio por falta de ecuanimidad, léase por el doble rasero o ley del embudo (entre extrema/izquierda y etrema/derecha) de lo que tan flagrantemente adolecía, y era en la medida, sin duda alguna, que no dejaba de poner al destape los complejos o contradicciones fatalmente irresueltas en sus mentores y en particular en el principal de todos ellos, en la mente de todos los que lean este articulo.