domingo, febrero 21, 2016

"REGENERACIONISMO DEMOCRÁTICO" ¿POR QUIÉN NOS TOMAN?

Leon Degrelle, el líder rexista belga -aún condenado a muerte en Bélgica- acabó sus dias en su exilio español (en la Costa del Sol) Escapó así a las horcas caudinas de verse obligado a solicitar su rehabilitación (sic) tras un hipotético (y probable) indulto egregio que hubiera acabado sin duda siéndole concedido si se hubiera procedido a su extradición. La rehabilitación, figura introducida en derecho belga tras la Segunda Guerra Mundial, iba destinada en particular a los llamados incívicos, -y en particular a Degrelle, el más emblematico de todos ellos- reos de colaboración con la Alemania nazi y el III Reich. Un remedo de la regeneración (integral) -del preso de derecho común- que reinvidicaba el regeneracionismo español. Ni que decir tiene que el autor de estas líneas -condenado en su momento por los tribunales belgas- nunca se prestó a recurrir a aquel procedimiento, no sintiéndome bajo ningún concepto en la necesidad de verme regenerado (y a fortiori “rehabilitado”) Ni me hubiera evitado por cierto la exclusión social y profesional ni el linchamiento en los medios, que fue mi suerte -años y años durante- en Bélgica. La hubieran agravado, antes al contrario. Semper idem, hoy como ayer. Y es que la democracia lava (penas y condenas) pero no del todo como los detergentes antiguos , y deja siempre cerco. Porque no regnera al reo, ni se lo propone tampoco

He estado repasándome (de prisa) -en internet- una reseña histórica sobre el regeneracionismo (español), tras lo que me reafirmo en mis impresiones, a saber que la de regeneracionismo/democrático sea una fórmula tan hueca como sonora, o en otros términos, que se trate de un oximorón como le dicen los lingüistas, léase de una contradicción “in terminis”

El regeneracionismo -de lo que leo ahora a toda prisa (y a la vez con los cinco sentidos puestos en la lectura), recordando datos y fijando conceptos- tuvo su origen en una reflexión (histórica e ideológica), en el periodo de la Restauración (y del canovismo) sobre las causas de nuestra decadencia (y de la pérdida de nuestro Imperio) Punto.

Lo que se traduce fatalmente en una reivindicación de un periodo de nuestra historia anterior a la democracia y al ideal democrático, en suma a una ideología o una vision ideológica -me refiero a la democracia moderna- que niega (en redondo) la historia anterior a la fecha (histórica) de su propio nacimiento o de sus propios inicios en la Edad Moderna, léase todA la historia de Occidente -y del resto del planeta- anterior al hito (y mito) fundador de aquella, a saber la Revolución Francesa.

De ahí que la traducción de ese término -de regeneracionismo- no exista o sea de uso muy raro y restringido en otras lenguas, y que suela en cambio transcribirse literalmente a modo de un hispanismo (un tanto insólito), como lo pude comprobar recientemente por un estudio -sobre planes hidrológicos- de un urbanista belga flamenco (nota bene), profesor en una universidad inglesa. Un producto -el regeneracionismo typical spanish, como se ve, y como tal carente de las credenciales (democráticas) suficientes en el juego político en vigor de nuestros días en los países occidentales -además de en los ámbitos universitarios y académicos y en las esferas intelectuales de los países occidentales, viéndose pues ftalmente en entredicho a la hora de ser medido por el rasero de lo político e históricamente correcto.
Miguel de Unamuno, a la salida del célebre incidente con el general Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. No estuvo con Primo de Rivera pero sí con Franco, como lo glosaría (caústico) Francisco Umbral -que lo vitupera agriamente por ese motivo en una de sus “memorias noveladas”-, y hasta el final (como todos hoy lo reconocen) En aquél el rector de Salamanca veia la encarnación del “cirujano de hierro” de la tradicion regeneracionista de la que élmismo -en parte por su extracción liberal- era innegablemente tributario. Regeneracionismo (español) y democracia, compartimentos estancos. ¿Por quién nos toman?

De ahí la necesidad imperiosa en algunos de proveerle de apellidos (…) Y si se repasa un poco en detalle la historia del regeneracionismo español no cabe duda que las aprensiones y reticencias de los guardianes del pensamiento/único se ven más que justificadas. Si se piensa, por ejemplo, en la célebre fórmula del cirujano de hierro, que tuvo de autor el padre/fundador de aquél, Joaquín Costa, o el hecho innegable que la Dictadura de Primo de Rivera reivindicase abiertamente para sí el legado ideológico regeneracionista y que su titular asumiese de forma mas o menos explicita la necesidad de esa cirugía regeneracionista, y se viese él mismo -en el cirujano aquél-, a la vez anunciado y retratado. O el peso o la influencia innegable que ese poso intelectual e ideológico a la vez -de tipo regeneracionista-, indudablemente presente en Miguel de Unamuno, fuera decisivo en él a la hora de adherirse al Alzamiento.

“No estuvo con Primo de Rivera, pero sí estaba con Franco, a sus ojos el cirujano de hierro de la tradición regeneracionista” Así glosaba Francisco Umbral (y cito de memoria) al personaje de Unamuno en “Las señoritas de Aviñón” una de sus memorias noveladas (como él mismo las llamaba)

Y otro argumento, ad hominem, me lo surte mi propia experiencia, y fue mi paso -de tres años y medio de duración- por las cárceles portuguesas donde esa palabra y esa noción venían intermitentes a mi espíritu ante la necesidad (palpable) de regeneración -en todos los órdenes, en lo moral para comenzar de la que adolecían en su conjunto la masa de reclusos (de derecho común) con la que en todo aquel tiempo me vi obligado a una cohabitación forzosa.

Y confieso que aquello era en mí una reflexión inquieta y azarosa -y a fe mía peligrosa (...)- en la medida que yo mismo me daba perfectamente cuenta que ese era un tipo de reflexión con pocos visos de democrática (por no decir todo lo contrario)

En democracia, por definición, rige el imperio de la ley (escrita) Punto. Y en ella no vale (por principio) lo del refrán antiguo de hecha la ley, hecha la trampa. Y lo mismo que en el catolicismo regía de antiguo aquello de que la iglesia "de internis non judicat", lo mismo -mutatis mutandis- sucede en democracia, en relación con los presos de derecho común. Y por eso todas las actividades encaminadas a la regeneración del preso (léase del reo del delincuente de derecho común) que tanto desvelo y esmero merecerían tanto en la España de Franco como en el Estado Nuovo entre nuestros vecinos, en el Portugal de después de Abril -ignoro lo que en España sucedería- se veían completamente desatendidas por no decir preteridas o clausuradas. Como lo ilustraban las salas aquellas (tan espaciosas) de fonación profesional arrumbadas y en estado de abandono.

En democracia en cambio rige un figura -desconocida en el derecho español (que yo estudié) anterior la transición democrática y a la constitución actual- que lleva por nombre el de rehabilitación, remedo de la autentica regeneración del individuo preso que era lo que perseguía (“in casu”) el regeneracionismo español. Un mero expediente de lavado de penas y de condenas, que como los detergentes de la España de los tiempos de mi infancia -años cincuenta y sesenta- siempre acababan topándose con otros detergentes que lavaban “aún más blanco” (y que “no dejan cerco, no dejan cerco no dejan cerco”, decían), como repetía a modo de estribillo uno de los anuncios aquellos) Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.

Porque es obvio que el procedimiento en sí -me refiero a la rehabilitación jurídico/penal (democrática)- no dejaba fatalmente de señalar y estigmatizar -en publico como en privado- a todo el que se veía obligado a someterse a él. Como ocurriría a en Bélgica con los llamados “incívicos” -para los que aquella figura (de la rehabilitación) se vería ex professo diseñada en la posguerra, a saber los reos de colaboración con la Alemania nazi y con el Nuevo Orden durante la segunda guerra mundial, como fue el caso de Leon Degrelle, que como todos saben acabo sus días en su exilio español, y por consiguiente escaparía a las horcas caudinas de verse sometido a aquél.

Alberto Rivera que está jugando (así lo glosan lo medios en su edición de hoy) el papel de celestina (sic) entre el PSOE y el PP no deja de invocar una vez sí y otra también -como a modo de coartada esa regeneración democrática. Y a juzgar por los análisis de los comentaristas y de los comentarios digitales no parece que ello esté aumentando su credibilidad personal ni la de su partido, antes al contrario. Y de todo lo que tengo expuesto mas arriba se infiere que debía así ocurrirle como una fatalidad ineluctable.

La democracia es pura e inmaculada por propia definición, como las vestales romanas, Alberto Rivera, a ver cuando te enteras. Y la única interpretación plausible que puede tener esa fórmula que él tanto invoca lo es la la de regeneración de un sistema que se habría visto degenerado -o alejado de sus prístinos orígenes democráticos por culpa de la Derecha, que va así de chivo expiatorio en potencia por lo menos. Como ocurrió en la II República con la CEDA. Los pueblos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla aunque tal vez sea pedir demasiado al líder de Ciudadanos.

Que no deja de caucionar -como le acusan sus críticos y detractores la corrupción (financiera) -marca PSOE- en Andalucía. Regeneracionismo y democracia, términos contradictorios compartimentos estancos. ¿Por quién nos toman?

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