miércoles, noviembre 25, 2015

MEMORIA HISTÓRICA ¿CAMBIAN LAS TORNAS?

Salvador Dalí, español universal, genio de la pintura del siglo XX, superior –según muchos- a Picasso. Genio e inspirador de genios extranjeros como los belgas Delvaux o Magritte. La izquierda quiere ahora borrar del mapa –y del callejero madrileño- su memoria. En Bélgica desde luego no lo entenderían. Más que sus encuentro con Franco, lo que algunos no le perdonan es su cuadro surrealista (genial) "el Enigma", donde retrataba a Hitler, en forma de foto o de pegatina, y por vía de consecuencia le inmortalizaría en la historia del Arte como lo que fue y sigo siendo, enigma entre los enigmas
La memoria histórica irrumpe de golpe en la pre campaña electoral, como lo anunciaban titulares de la prensa de hoy. Así, en uno de ellos leíamos que el PSOE y Ahora Madrid (los podemistas de la alcaldesa rojelia) presentaban hoy en el pleno del ayuntamiento una moción por la vía de urgencia (relativa) un proyecto de listado completo de calles y centros públicos “franquistas”de ciento cincuenta para arriba- debiendo ser presentado en un plazo de cuatro meses con vistas a rebautizarlas, y en otro titular leemos que Pablo Iglesias, el líder de Podemos viajaba hoy a Villafranca de Barros tierra natal de los suyos para celebrar el no sé cuantos aniversario de su abuelo, del que habrá hablado hasta ahora ya tanto (casi tanto como lo habrá hecho del suyo José Luis Zapatero)

Es curioso el calendario de urgencia de los socialistas que les lleva a querer quitarse la patata caliente de encima hasta para después de las elecciones del próximo día 20. Y es sin duda instructivo y revelador el peguntarse por qué lo hacen. ¿No será porque la propuesta les daría (tal vez) algunos votos (de más) y su puesta en aplicación en cambio corre el riesgo de quitarles esa cantidad de votos y muchos más todavía? Que a tenor de las listas negras que van apareciendo -Santiago Bernabeu en ellas- la mitad del callejero madrileño acabaría viéndose tildado de franquista. Pólvora mojada como sea, porque la propuesta al final –en uno de esos golpes de efecto a lo que nos viene acostumbrando la alcaldesa de izquierdas, como con el libro sobre sus experiencias sexuales (sic) que acaba de publicar- no habrá sido aprobada por la abstención de Ahora Madrid y el voto en contra del PP y de Ciudadanos –¡oh sorpresa!- que se van pareciendo más que a un partido (normal) a un veleta, en el tema al manos de la memoria histórica.

¿Y a qué se debe la abstención de Ahora Madrid que tanto habrá sorprendido a algunos a comenzar por el que esto escribe? A lo mismos grosso modo, cabe apostar, que les impone cautela y pies de plomo a los socialistas y además a la estrategia –un tanto vacilante- del partido de Pablo Iglesias de buscar el voto del centro, la panacea y leitmotiv de la política española –que ya persiguió José María Aznar y en general todos los partidos de centro (o centroderecha) desde lo tiempos de la transición política. Según una encuesta del diario el Mundo en su edición de hoy -que habrá flirteado no poco con el guerra civilismo en estos últimos años-, la opinión de sus lectores se decanta claramente –en una gran mayoría- en contra del cambio de callejero madrileño (de un signo guerra civilista)

En esa perspectiva, cabe situar el viaje guerra civilista de Pablo Iglesias a a la tierra natal de su abuelo e interpretarla en clave lirica y declamatoria mas que otra cosa. El abuelo de Pablo iglesias no fue un abuelo como otro cualquier, en eso estamos de acuerdo (como tampoco lo fue el abuelo de José Luis Zapatero), sino que a tenor de lo que leemos ahora de él –y de lo que teníamos de él ya leído anteriormente- se trató de un propagandista de guerra de padre y muy señor o como lo revelan escritos suyos de la fecha tardía (nota bene) de febrero del 36 cuando la guerra ya la tenían perdida los rojos y cuando el abuelo del líder podemista seguia erre que erre en cambio en sus sueños de victoria –y de guerra a ultranza y a sangre y fuego-, aunque a tenor de lo que leemos de él ahora ya iba un poco de victima (como lo iría en la posguerra, lo que tan bien se le daría)

Y es ilustrativo igualmente en extremo el leer con atención y detenimiento los extractos de esos escritos –recogidos en un libro- que publica hoy el diario Público (fuera de toda sospecha) Un partidario recalcitrante del bando de los come curas y de incendiarios de iglesias –que quisieron quemar vivos a algunos de aquellos en la iglesia de su pueblo (en agosto del 36)- se revela en esos escritos con un celo encendido de predicador evangelista denunciando el gigante (sic) del fascismo versión contemporánea de la serpiente (sic) de siete cabezas de la biblia surupando el nombre falsificado (sic) de Cristo –al que los nacionales (según él) querían imponer a cristazos)- que a él le parecía reencarnar la Roma antigua que persiguió  y condenó a morir en la cruz al mismo Cristo.

Provocación judeocristiana –y, anti-católica-, no me digan. Que ahora se lee y se (re) interpreta con más claridad y pertinencia si cabe tantos años ya transcurridos del concilio vaticano segundo. Ahora resulta que los verdaderos cristianos –no se atreven a decirse católicos no obstante- lo eran los rojos. Es una idea fija desde luego de la guerra de propaganda (de los vencidos) en la guerra civil interminable, que inspiró el desmarque de la iglesia española en el tardo franquismo y sin duda también la misma convocatoria del concilio vaticano que tuvo en el derribo por las buenas (y si no por las malas) del régimen de Franco su leitmotiv principalísimo (como ya lo tengo aquí ampliamente defendido y explicado)

Y es algo con lo que me topé, expuesto con la mayor elocuencia y genio literario en un novela que ya cité aquí en alguna ocasión las estrellas frías (“Les Etoiles Froides”) del escritor francés (oriundo Michel del Castillo, donde una de los personajes, tía carnal (metida a monja ya a una edad tardía) de los protagonistas falangistas de la novela les acusa y recrimina implacable tantos años después en el nombre de ese otro Cristo de los pobres contra el que habrían levantado la mano (y mucho mas) ellos y los del bando nacional insurgiéndose contra la república.

Una guerra de pobres contra ricos o una guerra del fin del mudo, del diablo del fascismo contra el Cristo de los pobres como declamaba lírico el abuelo de Pablo Iglesias, al que habrá vuelto a releer hoy –en público- su nieto dando así un toque guerra civilista (ma non troppo) al arranque de su campaña electoral, en la que lo menos que se puede decir es que no parte como favoritos, de ahí sus precauciones y sus vacilaciones –como se acaba e poner de manifiesto hoy en el ayuntamiento madrileño- y su andarse con pies de plomo en la materia.

Memoria histórica, guerra de memorias en la guerra civil del 36 interminable ¿Están cambiando acaso las tornas?

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