¡Qué lejos me pillas, mujer!
lejos tu mundo, los tuyos,
de mi mundo, de los míos
¿Tú el futuro, yo el ayer?
¡Mujer lejana eso eres tú!
Lo que me atrajo de ti ¡eso fue!
Por detrás de ese disfraz
tan cercano (de tu doblez)
Ser de lejanías (Umbral dixit)
como yo lo soy (y lo seré),
lo que vi reflejado en ti
¡Espejo donde me miré!
Amor de lo más lejano
y lo más próximo a la vez,
lo que sentí mujer al verte
aunque te veía del revés
Cuanto más cerca, más lejos,
cuánto más encumbrada -¡j…!-,
más cerca de mi te sentí
y mejor te vi y más te amé
Y mi amor por ti renació
que creía muerto (de una vez)
al cabo de las esperas
¡Qué estatuario el tuyo! ¡Pardiez!
Mujer de piedra (o cartón piedra)
como una estatua de Doré
¿O una figura de cera
que sólo está pidiendo arder?
Entre lo uno y lo otro
anduve indeciso, dudé,
hasta que me encendí en llamas
(y en sueños) volviéndote a ver
¡Tan lejana y tan cercana,
diosa y cenicienta a la vez!
De vuelta de ese otro viaje
donde aprendí -y escarmenté-
buscando ahondar el misterio
de la Serpiente Cascabel
Plantándole cara a la Muerte
en la noche (“de cabaret”),
cierra bares y olvidando
que la que amo eres tú ¡Mujer!
Que lo que me sorbía el seso
eran tus ojazos ¡Tus pies!
y esas piernas montaraces
y ese talle y ese jaez
De piedra rara y preciosa
como el Santo Grial aquél
perdido en la montaña/santa
que busqué y busqué ¡Y encontré!
A fuerza de idas y vueltas
como estrella errante (al caer)
cruzando en la lejanía
ante esos ojazos que ven
Que me dejaron marcado
mirándome así (de través)
Por eso te amé y te amo
¡Por eso vuelvo a ti ¡Mujer!
Poesía contra mi reloj,
estos versos llenos de amor
Poesía (triste) de domingo
en la noche (frío y lluvia)
de un noviembre ya tardío
aciago, húmedo y bello
de ese su encanto escondido
Poesía transida (en exilio
interior) de un alma en vilo
siempre colgada de ti
entre sonrisa y suspiro
Poesía pura y sentida
y proscrita, de maldito,
de un alma curtida al fuego,
entre sonrisa y suspiro
Poesía que tiembla y palpita
pensando en ti ¡amor mío!
entre sueños o despierto,
siempre cuerdo, siempre ebrio
de ti, de eso que me diste
hace ya (que no recuerdo)
que puso mi alma a invernar
mi alma como mi cuerpo
y la impidió envejecer
teniéndola por el cuello,
para que no se me hundiese
y me estuviese derecho
por dentro como por fuera
siempre en pie, y siempre enhiesto
Poesía de extrema urgencia
como en estado de sitio
en redor y en mi yo íntimo,
luchando por revivir
eso que llevo conmigo
de poesía y de verdad
que no me deja tranquilo
vivir como un buen burgués
(me sopla el duende al oído),
como un acicate (o un freno
en caballo enloquecido)
Poesía de amor y dolor
de un corazón herido
y sangrando por la herida
sin darse (¡no!) por vencido
¡Esperando sólo la hora
de bajar a ti amor mío!
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