miércoles, julio 08, 2015

ARCO DEL TRIUNFO DE LA UNVERSITARIA Y GUERRA DE LOS OCHENTA AÑOS

El Arco del Triunfo de la Universitaria m madrileña es un símbolo mayor de la Victoria del primero de Abril del 39 por lo que se vería blanco de permanente desafío en episodios de guerra asimétrica –secuelas y a la vez prolongación de aquella- que se sucederían en la Universitaria madrileña en décadas de posguerra, y de algunos de los cuales fue testigo directo –y protagonista incluso- el autor de estas líneas (finales de los sesenta y principios de los setenta) Aguantó y sobrevivió hasta hoy y como tal se merece vivir. Y vivirá. Aunque solo sea porque su demolición reencendería (de una vez por todas) la guerra civil interminable (de los Ochenta y Tantos Años)
¿Arco de la Victoria o campo –preferido-de batalla más bien de la guerra civil interminable? El Arco del Triunfo -que es como lo oí llamar siempre desde niño está ahora en el punto de mira de las pulsiones iconoclastas en los celadores de la memoria de los vencidos (del 39) tras su llegada a la alcaldía de la capital de España (y en otras capitales españolas)

Como lo ilustra y recoge un artículo del diario el País en su edición de hoy. Nunca me molestó el Arco del Triunfo, presidió por el contrario, silencioso y protector y majestuoso, aquellas tardes de niño en el Parque del Oeste justo al lado donde nos llevaban de paseo niñeras que nunca llamé ni llamamos de nombres despectivos, ni yo ni los míos (no sé lo que harían otros) Del Parque del Oeste sí que guardé -no sé exactamente por qué- un recuerdo un tanto tristón y melancólico. ¿Porque fue alto lugar de la memoria de los rojos, y del No Pasarán durante la guerra?

Como sea, del Arco del Triunfo guardé un impresión mucho más luminosa y risueña optimista, siempre por cierto limpio y aseado y así fue como dejé de verlo muchos años después, y por mucho tiempo, que ahora, por lo que oigo –que a fe mía que no lo noté las últimas veces que por allí pasé-, ofrece un aspecto completamente distinto en sus inmediaciones. Un símbolo un tanto contradictorio no obstante el Arco del Triunfo de la Universitaria, de la Victoria en el 39 y de la derrota –en la Segunda Guerra Mundial- que acabaría llegando con retraso pero inexorable de la mano de la rendición (pactada) del régimen de Franco en el 45, y esa es la impresión global que gurdo hoy de mis años universitarios reforzada por mis visitas esporádicas después y en particular estos últimos años como no habré dejado de recogerlo en est entradas.

La Ciudad Universitaria adrileña, campo de nuevo de batalla de la guerra civil interminable, de la que se salvaba no obstante el Arco del Triunfo -y el Ministerio del Aire- como un vestigio enhiesto siempre en pie de aquella victoria del Primero de Abril que no fue pírrica –léase inútil- pero que acabó dejando un gusto o regusto amargo de derrota en los vencedores y en sus descendientes.

Un monumento arquitectónico de gran envergadura y de una belleza indiscutible que merece sobrevivir sin duda alguna y verse puesta al abrigo del fuego iconoclasta de sus enemigos y detractores. Hasta los italianos guardaron (con esmero) las grandes realizaciones arquitectónicas –el Foro Itálico por ejemplo- de la Italia de Mussolini ¿aquí en cambio tendríamos que ser distintos?

Si la pasión iconoclasta (y guerracivilista) acaba por imponerse, ello no será no obstante más que una señal o botón de muestra suplementario (y un tanto superfluo la verdad) que entre nosotros, al contrario que en otros países europeos la guerra no se terminó todavía como lo vengo denunciando aquí sin pausa ni descanso. ¿Será preciso que lleguemos a ese punto? La ofensiva iconoclasta en el Valle de los Caídos fracasó en los años de gobierno de Zapatero ¿tendrá menos suerte el Arco del Triunfo de la Universitaria en los tiempos inciertos (y revueltos) que se anuncian?

Salvador Dalí, el torero Manolete y Agustín de Foxá (coautor del Cara al Sol) figuran también –nos lo aprende en su edición de hoy el País- en la mirilla del guerracivilismo irreconciliable. Una  interminable guerra civil que cobra todos los visos de una guerra total donde todo, hasta el arte y la literatura se ven convertidos fatalmente en campo de batalla.

O Félix culpa! Me refiero a que las cosas tengan sin duda que llegar hasta ese punto crítico para que se produzca la toma de conciencia colectiva de algo que algunos venimos observando y denunciando desde hace décadas como quien predica en el desierto. La guerra civil española se sigue riñendo en las universidades extranjeras –más aún que en las españolas- no me canso de repetirlo dese hace años. Y por ende en los museos y bibliotecas y en el mercado editorial por supuesto, en España como en el extranjero.

El caso de Salvador Dalí sea tal vez especialmente revelador y significativo. Por múltiples razones y conceptos, entre ellos su relación estrecha de amistad de muy joven con Federico García Lorca que ascendería imparable –hasta cierto punto- al cielo de la memoria durante décadas en la misma medida que el célebre pintor se vería degradado y condenado a un descenso ad inferos, por franquista.

El Cervantes de Nueva York se ha acordado ahora del viaje de Federico García Lorca –costeado por Fernando de los Ríos su mecenas y amigo y protector-  a Nueva York en el año 29, aún en tiempos de la Dictadura, y el escritor Juan Manuel de Prada se habrá encargado de re exhumar piezas de la correspondencia familiar del autor y de aquel episodio de su vida que reflejan un espíritu y una mentalidad en el poeta completamente en las antípodas del icono de la memoria de los vencidos que sus adeptos inmortalizarían.

Un Lorca beato, y admirador y devoto –sin duda un tanto desde fuera- de las pompas y boatos del cuto católico comparado (ventajosamene) al catolicismo protestantoide (sic) que le parecía ver entre los católicos de los Estados Unidos.

De ciertos datos innegables de su biografía -que recordaba Ian Gibson en la obra que dedicó al poeta granadino- sabemos hoy que aquel viaje marcó la ruptura de Lorca con Dalí, y con otro amigo de ambos, Luis Buñuel que le recordó no muy admirativamente que digamos en un film que rodó por aquel entonces bajo el título “Un chien andalou”, que exime de comentarios. Malos o buenos -escribió Maurras- nuestros gustos son nuestros, y los gustos son en el fondo irreductibles a la política ¿o no?

¿O será que la política y la ideología son también en el fondo una cuestión de gustos –de estilo- donde la estética cuenta mucho más de lo que aparenta? Que si el estilo es el hombre lo es aún mucho más en el artista. ¿Me hice falangista de joven porque me tiraba el estilo de Dalí más que el de Picasso, o viceversa? El huevo y la gallina, una cuestión que hoy me parece perfectamente irresoluble y como tal un tanto irrelevante y con la que decidí cargar a cuesta por el resto de mis días.

No me gustó Picasso y sí me gustó Dalí hasta hoy y hasta el punto que hoy pienso que el uno usurpó –en el mundo surgido de la derrota de los nazi fascismos en el 45- el rango supremo que universalmente se le reconoció (hasta no hace mucho) y que correspondía al otro. Algo evidente. Lo mismo que se está en derecho de pensar –ya lo leí en alguna ocasión, en castellano, de la pluma de un compatriota- que si España hubiera ganado la Guerra de los Treinta Años el cetro que se vería reservado hasta hoy en la literatura universal el inglés Shakespeare hubiera correspondido al español Lope de Vega.

Con una salvedad, y es que la guerra de los Treinta Años –de los Ochenta Años en lo que a los españoles respecta como ya lo expliqué en mi último libro- ya se terminó hace siglos y la guerra del 36 en cambio dura todavía.

Y por eso sin duda guardo un recuerdo sombrío de mi paso por la Universitaria madrileña, surcado por episodios de guerra asimétrica de la guerra interminable que se saldaban invariablemente -hace tres décadas- por derrotas del bando vencedor del Primero de Abril, , en aquella hondonada hoy ya en estado de siniestro total (o casi), teatro de todos aquellos fregados que vivió de cerca el autor de estas líneas, de  donde el Arco del Triunfo era como observatorio y a la vez puerta de entrada y que como tal, por su emplazamiento y su situación geográfica aunque sólo fuera, conseguiría mantenerse al margen de la melé, siempre enhiesta, y precisamente por eso la salvase de la quema –en sus recuerdos de aquellos años- el autor de estas líneas. Por todo eso y mucho más, el Arco del Triunfo me merece vivir.

Y vivirá. Aunque solo sea porque su demolición daría la señal de un reencederse la guerra interminable de todas, todas. Aunque esta vez, al final, de nuestra parte la Victoria. ¡Salve!

1 comentario:

  1. Anónimo12:19 p. m.

    es penoso el grado de irresponsabilidad de quienes pretenden que lo prioritario en política, en España, es tratar de abrir viejos rencores y heridas de una guerra que finalmente "ganaron" en 1945 quienes van de "victimas" por la vida...
    "El PAIS" titula a modo de provocación "¿HAY QUE DESTRUIR EL ARCO DE TRIUNFO?"...
    Ese despropósito es tan bestial como decir: ¿Hay que dinamitar el Palacio del Kremlin?
    Los indigentes intelectuales de la "izquierda" y sus cómplices los "aliados" USEÑOS son los campeones mundiales en DESTRUCCION DE ARTE Y CULTURA, desde la Catedral de Oviedo (dinamitaron la Cámara Santa) y destruccion de Montecassino y catedrales góticas en la 2ª GM. En 1934 destruyeron la Universidad de Oviedo (incluidos 50000 libros) ...
    Tambien supongo que ese truco de querer eliminar nombres del callejero de Madrid responde al deseo de querer aparentar que son "rojos" porque también puede ser que realmente sean siervos del Sistema que dicen odiar...
    En Oviedo, donde vivo, hay cientos de mendigos... la mayoria inmigrantes... Da vergüenza ajena caminar entre tantas personas tiradas en la calle... Y ahora recuerdo que en Cuba, cuyo régimen castrista tanto admiran...TIENE RADICALMENTE PROHIBIDA LA MENDICIDAD...
    (Aunque ciertamente es un milagro económico que en Cuba se pueda vivir con 600 pesos al mes, que en euros son DIECIOCHO CADA MES...)
    La realidad es que quienes en Europa y USA tanto hablan de "derechos humanos" son los culpables de la degradación física e intelectual de la calle: Cada vez se ve en la calle más gente zaparrastrosas, desgreñada, con percing (que son signo de enajenacion cultural) y tatuajes antiestéticos, que además son nocivos para la salud de la piel...
    Y en cuanto a mujeres jóvenes y guapas FUMANDO cigarrillos (finos, normales o quizas de marihuana)... esto seria tema de estudio como signo que es del grado de frustración y estres que el "feminismo" y otras causas han aportado.

    ResponderEliminar