Sin dejar de ser euroescépticos –en relación con la UE me refiero- hay que reconocer que la entrada de España en la organización nos abrió las puertas de Europa por cima de los Pirineos a los españoles y a la vez allanó y desenterró de la maleza de la historia el viejo Camino Español de Flandes -the Spanish Road- que recorrieron nuestros tercios heroicos, viniendo así no poco a conjurar también entre españoles ese anti europeísmo que venimos heredando desde hace dos siglos de resultas de la guerra de la Independencia (contra los franceses) Lo que ya anticipó en gran medida la (heroica) División Azul. La UE es una nueva Babel pero no se puede decir que sea tierra o zona sin ley. Y ni Grecia ni España tienen hoy por hoy otra alternativaToda Europa pendiente de la suerte de los griegos que están demostrando –los que hoy gobiernan en Grecia me refiero- el ser unos buenos actores en la más pura tradición de la tragedia y de la comedia en la Grecia antigua, eso desde luego. Prometieron el oro y el moro a sus electores y tal vez les hayan contentado un poco pero entretanto, en cuestión de unos meses apenas, habrán llevado al país entero a la ruina.
Negociaciones de fachada las que se están sucediendo entre Atenas, Berlín y Bruselas que no pueden traducirse más que en una prolongación sine die –hasta cuándo- en favor de un país de arcas vacías y con su sistema financiero en bancarrota, de préstamos y más prestamos que no puede devolverlos porque ya no tienen nada y que siguen gastando por cuenta de la deuda, y de lo que les prestamos o seguimos prestando el resto de los europeos, y no los que menos los españoles.
Algunos opinan que el líder de Syriza está negociando bien en una banda a tres, con la UE y con la Rusia de Putin que le ofrece el gas más barato que a los otros países europeos, pero el dilema que se presenta a los griegos no pude ser más ineluctable. Dentro o fuera de la UE. A mí que me registren.
Viví durante casi treinta años en la capital de Europa y me mantuve estrictamente al margen de las instituciones europeas, incluso de sus barrios y zonas de emplazamiento cruzándome de cuando en cuando apenas en la calle -en esos barrios (un tanto guetos) por los que me veía a veces obligado de transitar- con euro funcionarios -y eurodiputados- españoles y de otros países europeos que por aquí pasaron todos estos años. Y a fe mía que nunca comprendí muy bien lo que cocinaban o se traían entre manos en su trajines burocráticos, pero bien pensado, la UE de una forma u otra nos abrió–duraderamente- las puertas de Europa, del espacio Schengen a los españoles, el poder ir y venir o residir de forma estable -como es mi caso (desde ya hace casi treinta años)- por cima de los Pirineos y allanó o desenterró de la maleza de la historia ese viejo camino español de Flandes, “the Spanish Road” que recorrieron siglos atrás nuestros tercios heroicos.
¿Fue un logro del PSOE de Felipe González? No nos duelen prendas, aunque hay que añadir de inmediato que la contrapartida ineludible lo fue la entrada en la OTAN a la que se oponían –cargados de razones (en nombre de sus países respectivos)- tanto Franco como el general De Gaulle.
Y en nuestro caso, el afán de independencia se reforzaba además por la amenaza que pesaba de antiguo sobre nuestras plazas españolas del otro lado del Estrecho que –tras nuestra entrada en la organización- no se verían cubiertas por el paraguas de la alianza atlántica. Y esa amenaza siguen pesando y más aún tras el estallido de las primaveras árabes.
¿La salida el euro? ¿Y por qué? ¿La vuelta a la peseta liberal (y republicana)? Tampoco es algo que entusiasme mucho entre españoles a tenor de lo poco que se revindica esa idea, como si aquella moneda nuestra estuviera ya más que sepultada en el olvido. La instituciones europeas –no hay más que darse un garbeo por la enorme explanada a la entrada del Parlamento Europeo en el centro de Bruselas- son una auténtica babel como lo son sin duda las Naciones Unidas en Nueva York o como lo era la Sociedad de Naciones en Ginebra en el periodo de entreguerras.
¿Algo en limpio a sacar de allí? Un espacio de tránsito por el que nos es forzoso el circular, sin que pueda calificarse de no man’s land en sentido estricto. Porque no se puede decir tampoco que sea un zona sin ley y eso de suyo ya es algo. Y así, algunos de sus parlamentarios políticamente tan incorrectos como lo pueda ser Jean Marie Le Pen o el alemán Udo Voigt –o los eurodiputados griegos de Amanecer Dorado- se ven reservada allí una tribuna pese a todo.
Como sea, la salida de Grecia de la zona euro podría tener consecuencias trágicas tanto para ellos como para el resto de los países miembros, y cabe preguntarse si no era el objetivo último de los que apadrinaron –del otro lado del charco (en la Casa Blanca y aledaños)- el auge de Syriza los mismos que están patrocinando la ascensión de Podemos en la política española-, si no era más que ese precisamente, por encima de ningún otro. Estuve charlando largo y tendido hace unos días en una reunión en Bruselas de la Alliance for Peace and Freedom –de la que yo noticié en estas entradas- con el asistente parlamentario de un eurodiputado de Amanecer Dorado, general del ejército, presente también en la reunión.
Y de sus análisis y comentarios deduje que Grecia es un país tan dividido por la Segunda Guerra Mundial y la guerra civil que se siguió como lo puede estar España por su guerra civil (del 36) interminable. Un país marcado –como los demás países europeos del área mediterránea (con la excepción tal vez de Francia), y en comparación con otros países europeos y occidentales- por formas particularmente virulentas de la lucha de clases.
Y se trata de un problema social extensivo a los países europeos del área mediterránea que el escritor fascista francés Drieu La Rochelle calificó de drama racial (sic) El drama –y cito de memoria- de una civilización católica mediterránea (sic) condenada a muerte por una escasez angustiosa de materias primas y por el cierre del Mediterráneo a manos de los ingleses, que se perpetuaría hasta hoy –cabe apostillar- por la hegemonía anglosajona encarnada en la Alianza Atlántica (…)
La reivindicación electoral más emblemática del partido Syriza en su marcha hacia el poder lo fueron sin duda alguna el tema de las pensiones, léase de las pensiones de las clases bajas y obreras, que habrá cristalizado (de antiguo) en un régimen de pre pensiones y se habrá traducido los últimos meses en un aumento espectacular de unas y otras –pensiones y pre pensiones- quue configuran las horas que corren un caso único y atípico y propiamente surrealista en el conjunto de los países europeos, llevando el extremo sn definitiva situaciones con las que cohabitamos (¡ay dolor!) algunos -en Bélgica o en España- desde hacce ya bastantes años.
Así, mientras autónomos y tantos profesionales en activo de clase media golpeados por la crisis y el desempleo se ven a menudo reducidos a situaciones de un patetismo extremo en España y me figuro que también en Bélgica y en muchos otros países occidentales (Grecia incluida) –sin subsidio de paro mínimamente decentes y obligados (ellos y sus familias) a llamar a las puertas de Caritas y otras asociaciones u organismos asistenciales-, paseantes (pre pensionados) de villa y corte –de clase obrera (o asimilables) y con su carnet sindical en el bolsillo como es debido- circulan por nuestras grandes ciudades de lo más ufanos, con cincuenta años apenas, algo que me dejó siempre boquiabierto y que tuve ocasión de contemplar no poco aquí en Bélgica, por ejemplo entre la emigración española de un signo o etiqueta innegable izquierdista ellos y sus descendientes de los sesenta y finales de los cincuenta.
Las pensiones a los griegos de clase baja y obrera me temo mucho que se las vamos a pagar (en gran parte) los españoles ya seamos de izquierdas o de derechas mientras las negociaciones entre aquel país y la UE sigan patinando y saldándose provisionalmente por préstamos y más prestamos que los griegos ni pueden ni sin duda quieren pagar, como esa tajada - siete mil millones de euros- que les habrá prometido ahora al decir de los medios el presidente de la comisión europea, y que iría a cumplirse de nuevo ahora.
Los medios belgas -de fuentes emanadas directamente- de la presidencia de la Comisión lanzaban ayer las campanas al vuelo, lo que produjo un alza espectacular en las bolsas de los diferentes países europeos, para llevarse justo a seguir un jarro de agua fría de los responsables de los distintos países miembros.
Neurastenias del sistema capitalista que habría dicho el célebre economista norteamericano Galbraith. Lo que que ocurre en realidad es que el griego Tsipras – a la cabeza de un país hoy ya de arcas vacías (por culpa suya) y con un sistema financiero en bancarrota (por culpa suya)- se encuentra empeñado en una carrera contra reloj tratando de vender un hipotético acuerdo –que está lejos de ser realidad- en Bruselas a los suyos, a sus propio partidarios.
Un desfile de trapecista por la cuerda floja que corre el riesgo e acabar en elecciones anticipadas. Cuestión de días apenas el saberlo, a final de mes lo más tardar cuando Grecia tiene que devolver el primer montante –de siete mil millones euros- del prestamos recibido. No le deseamos mal ninguno a los griegos, pero sí en cambio –ardientemente-, la caída de este gobierno de Syriza que viene propulsando en España a los de Podemos (horresco referens!)
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