¿Un grito de desespero -el de una vieja civilizacion vikinga, escandinava que se resiste a morir-, la matanza de Utoya? ¿Una respuesta colectiva (desesperada) a la embestida de la invasión silenciosa? No soy yo sólo el que habra relacionado a Anders Breivik con la mitología nórdicaEl referéndum en Escocia y la psicosis y solivianto que levanta dentro y fuera del Reino Unido, por ejemplo entre españoles, reviste de pronto de una extraña actualidad la historia y la memoria de los vikingos, los más nórdicos -y los más rubios- de todos los pueblos del Norte de Europa (o de la Europa del Norte) Hice hace unos días con ocasión de mi reciente viaje a Madrid –y por la vía familiar- un descubrimiento un tanto asombroso, del que ya di cuenta aquí a mis lectores, que no ha acabado de darme todavía que pensar y de hacerme soñar también por los cielos (estrellados) del firmamento de la memoria.
Y fue la convicción y el conocimiento cierto y certero que alcancé de pronto –por los descubrimientos de genealogía familiar de los que me hizo partícip´é un primo hermano mío- de descender por la rama de mi apellido Krohn no de “germanos” –o de alemanes lato sensu- como siempre lo pensé vagamente hasta hoy, sino de vikingos o de normandos como se los llamo a medida que avanzaban en su empuje hacia el Sur de Europa. Y la lucecita que se encendió en mi mente con ese descubrimiento no habrá hecho a fe mía más que agrandarse después, y llenarme a la vez de sentimientos complejos de extrañeza y de asombro, y de alivio y de satisfacción al mismo tiempo, en la medida que veo resuelto de pronto un gran enigma, el de mi propia ascendencia familiar (por la rama materna)
Llevar en España un apellido germánico no es ni fue nunca tarea fácil ya lo comenté en alguna ocasión en estas entradas, sobre todo si se lleva no a rastras sino resueltamente a la espalda sin complejos y sin rubor y in el menor ápice de mala conciencia. Y recuerdo en uno de las entrevistas con uno de los dos psiquiatras nombrados de oficio por el juez , cuando me detuvieron en Bélgica en el 2000, para examinarme el comentario que me hizo el psiquiatra aquél –hombre afable que se vei metido a todas luces en un berenjenal del que a todas luces no comprendía nada o muy poco y del que no trataba ma que de verse libre como asi acabaría sucediendo, viéndose descargado (in duda a petición propia) de aquel mandato o encargo tan engorroso par él como así me lo pareció a mi desde luego.
Encuentro del Fuhrer con el líder fascista noruego, Quisling. El nacional socialismo experimentaba un irresistible sentimiento de inferioridad -en el plano de la memoria (histórico racial)- hacia la vieja civilización vikinga de los pueblos escandinavos. Por una razon fisonómica simple también: porque eran (un poco) más rubio/azules -o más arios- que el resto de los germanos"Se ve desde luego, acabó diciéndome (sotprendido), aludiendo a mi apellido de Krohn, que ese apellido germánico es y fue siempre un motivo de orgullo para usted", a lo que asentí como es lógico, sin mayores problemas. Y el que lo llevase ufano y sin temor (y sin reproche) no quiere decir que no me pesase (quintales) –en mis años jóvenes y a mi paso por la universidad más que nada- sin darme cuenta de ello no obstante de una forma consciente
Y me harían faltas años de expatriación echando la mirada atrás en visión retrospectiva para acabar percatándome de ello. Y a fe mía que en un principio lo achaqué a factores de orden histórico contemporáneos relacionados con la guerra civil española y con la intervención alemana en el conflicto que sería hasta hoy una espina atravesada entre los que arrastran de una manera u otra una memoria de vencidos de la guerra civil española.
Y me habrá sido preciso el gran descubrimiento de genealogía familiar al que aludo más arriba para ver claro en el tema, que no se presentaba y no se presenta exactamente como yo lo veía. El peso que yo arrastraba no era solo el de la historia (y la memoria) de la guerra civil del 36 sino el de una memoria ancestral mucho mas antigua y el de una historia desconocida o incógnita en su práctica totalidad entre españoles, la de los antiguos vikingos y de la gran expansión que seria la suya por fuera de sus tierras de origen que duraría dos siglos.
Doblemente maldito a los ojos de algunos de mis compatriotas, de mis compañero de universidad, así es como retrospectivamente hoy me veo. Por germano o alemán (léase facha o descendiente de fachas), y por vikingo. Hace unos años tuve unos encuentros fugaces, al ritmo de mi vida cotidiana aquí en Bélgica, todo menos anodina, y fue con la empleada de un supermercado en Bruselas, una joven asturiana de la inmigración que acabo echándome en cara en tono liviano y no menos acusador mi ascendencia vikinga (sic) con una convicción y una certeza en su aserto por cuenta de aquel dilema mío personal que a fe mía que yo no podía compartir entonces. Y estaba claro que para ella los vikingos fueron un pueblo de saqueadores y de piratas sanguinarios que no trajeron nada bueno a la Península y los contraponía a los celtas de los que se decía descendiente. Godos o visigodos estaba también claro que para ella no contaban, porque ni me los mencionó siquiera.
Y debo decir que ese gran descubrimiento de genealogía familiar que hice hace unos días y al que hago alusión más arriba habrá sido como la lucecita que se encendió en mi mente y que no me hecho más que agrandarse después, y es fundamentalmente sobre las causas profundas de ese consenso unánime en la memoria de la mayor parte de los españoles y en el conjunto de la historiografía tanto antigua como moderna o contemporánea a la hora de condenar y de descalificar sin matices ni atenuantes la historia en su conjunto de un pueblo ancestral como los vikingos. Tanto entre fuentes cristianas como entre las musulmanas, y lo ilustra de forma llamativa el caso del (celebre) historiador Claudio Sánchez Albornoz que se siente en la necesidad en alguna de sus obras de echar mano de autores musulmanes tratándose de los vikingos.
Festival del fuego, en las islas Shetland (Norte de Escocia) en recuerdo de las costumbres y tradiciones de los Vikingos, sus antepasados. El referéndum de autodeterminación de Escocia del próximo domingo trae al primer plano de la actualidad ese substrato nórdico -no anglosajón- de las regiones del norte del Reino Unido. Cualquier parecido con la realidad española, pura coincidenciaY sin duda que se puede hablar de un “a priori” histórico y memorístico de raíces esencialmente religiosas y confesionales que vendría a prefigurar –en los planos memorístico ye historiográfico- ese ecumenismo histórico cristiano/musulmán que se vería plasmada en un figura tan emblemática y transgresora a la vez como la de Blas Infante, converso del Islam y fundador del andalucismo, que vería en cierto modo triunfar post mortem sus ideal “andaluz” en el ecumenismo de tipo confesional que proclamaría “urbi et orbe” el concilio vaticano segundo. Y en una óptica como esa está claro que la Reconquista no fue más que un trágico malentendido confesional que no debía haberse producido y que sí se produjo fue por culpa de los intrusos de nuestra historia, no los árabes –que en una tesis muy divulgada no/invadieron/la/península sino los pueblos germánicos del Norte, llamáranse godos visigodos, germanos o vikingos (…) Los malos de la película de nuestra historia española (…)
Y esa luz y esa bombillita que se encendieron hace nada en mi acaban de dar de pronto un gran destello y es la intuición que me acomete e invade de pronto que la gran expansión vikinga –siglos IX, X y XI, no fue más que el último gran estertor o coletazo, o el canto del cisne del viejo paganismo nacido en suelo europeo frente al empuje tan insidioso como irresistible del judeo cristianismo en dirección del Norte de Europa a través de sus monjes y de sus monasterios (…) Esta desde luego por escribir, desde un prisma español, la historia de la gran saga vikinga de aquellos siglos en sus móviles y resortes profundos y en su verdadero alcance y significado, que no cabe reducir a una historia de saqueo, de pillaje y asesinatos (en masa) como lo hace invariablemente la historiografía en vigor y los baremos y coordenadas de lo históricamente correcto.
¿Más piratas más sanguinarios los vikingos paganos que los árabes musulmanes? ¿Más españoles (o “peninsulares”) estos que aquellos? ¡A otro perro con ese hueso! Y ese carácter ancestral inamovible, endosable del misterio o del enigma de la vieja civilización vikinga no dejaría diferente desde luego al nacional socialismo alemán que de una forma u otra intentaría apropiársela –en el plano de la memoria-, y que veían en los pueblos escandinavos un vivero de rara aria/pura lo que alimentaria la leyenda en la posguerra –verdad o mentira- del papel de cobayas humanas que se habrían visto asignadas las mujeres escandinavas en el II Reich, destinadas por voluntad propia o a la fuerza al mejoramiento de la raza (…)
Ese territorio impronunciable para españoles del Norte de Alemania -hoy uno de los estados de la Republica Federal- fue la cuna de mi apellido Krohn -en alemán "corona"-, conforme al álbum genealógico que conserva mi familia que sitúa ya el apellido en la ciudad de Lubeck, capital histórica de aquel terrtorio, en los inicios de la época moderna. En la persona nota bene de un clérigo protestante de aquella ciudad del Báltico (...) En el siglo XIX, el Schleswig-Holstein fue gran rompecabezas de las cancillerías europeas y casus belli entre Francia y Alemania -en tiempos del canciller Bismarck que lo haria objeto primordial de su "real politiek"- y acabaria pasando a formar parte de Prusia después de haber pertenecido durante siglos al reino de Dinamarca dentro del cual gravitarian en cambio mis antepasados, hasta que la rama pasó a España a finales del siglo XIX. Lo que explica la confusión y malentendido que predominó siempre en mí -como en los míos- acerca de los orígenes goegráficos y nacionales de mi apellido materno. Así pues, al final habré acabado despertándome (un poco) vikingo, y no descendiente de alemanes (a secas) como erróneamente siempre lo había pensadoE ilustra no poco lo que aquí decir estoy queriendo el caso un tanto atípico de los fascismos escandinavos. El caso de Quisling por ejemplo líder fascista noruego, que paso a la historia –en la historiografía políticamente correcta en vigor sobre la Segunda Guerra Mundial quiero decir- por prototipo de traidor a su país a su patria? Y por qué por qué él más traidor que tantos otros casos de líderes fascistas que colaboraron con el ocupante almena en la mayor parte de los países europeos? Sin duda por ese doble malditismo que arrastra su figura de maldito por partida doble, qué digo triple, por facha y por alemán -para los unos- y para los otros, por vikingo (...)
U otro caso mucho más reciente que saltó a la actualidad incendiando los medios hace ahora tres años el de Anders Breivik, autor de la matanza de Utoya. Fue condenado, condenado (y linchado) en los medios “urbi et orbe” pero sigue en sus trece en el fondo de su celda, y a tenor de las ultimas noticias, forjando planes de fundación de “un partido fascista” (noruego) Ni aprobé ni condené en su momento –como lo dejé registrado en el poema que dediqué a aquello-, pero está claro que el enigma que plantea una figura como la suya no puede ser resuelto más que en clave histórica de la vieja civilización vikinga. ¿El grito trágica de dolor indecible y de desespero colectivo, de una civilización ancestral en vías de extinción la matanza de Utoya? Que se piense de mi lo que se quiera
La Rus de Kiev y de Novogorod, en los origenes de la Rusia modeerna, fue fundada -según una fuente bizantina antigua, la Crónica de Néstor- a la altura del 800 de nuestra era por un caudillo varego, tribu hermana de los vikingos, y originarios de la actual Suecia. Y su expansion por el Este de Europa coincidió cronológicamen te (durante dos siglos) con la de los vikingos por las costas de Europa occidental y del Mediterraneo. Dando así lugar unos y otros a la creación de la Liga Hanseática
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