Últimos días del Reich. La convicción (inquebrantable) que se llevó con él a la tumba, según diversas fuentes: de un pueblo que se había sacrificado -por el Reich y por su Fuhrer- pero no lo suficeinte como para mostrarse los mas fuertes, y que por lo tanto no merecían la victoria. Hueso duro de roer para filósofos de la historia. Hitler y Stalin, comparaciones odiosas. Pueblos que no se merecen sus (mejores) gobernantes, y gobernantes que no están a la altura de los pueblos que dirigen y gobiernanEl toro por los cuernos. En mi entrada de ayer, viernes -Setenta Aniversario de la Victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial evoqué las purgas de judíos que llevo a cabo Stalin de entre los asesores (o consejeros) soviéticos y demás voluntarios que volvían de España en plena guerra civil. Y mencioné en particular la suerte desgraciada de Mijaíl Koltsov "el judío de Stalin" en zona roja, víctima de los procesos de Moscú a su vuelta a la Unión Soviética, en el 37.
No hice mención en mi entrada de ayer es cierto del “otro judío” de Stalin, de cuando la segunda Guerra mundial, que también estuvo en España de corresponsal aunque fue solo después tras la ofensiva alemana contra Rusia cuando su labor de reportero y propagandista cobre gano significativamente en protagonismo hasta ganarse el derecho a una mención del propio Fuhrer que en su bando de guerra del uno de enero del 45 le denunció como una lacayo a sueldo de Stalin que andaba predicando la destrucción del pueblo alemán e incitando a las tropas soviéticas -en el frente del Este- a una Guerra de exterminio. Ilyá Ehrenburg dejó pocas trazas en España, por lo menos no debió hacerse odiar entre los del otro bando tanto como se haría odiar entre alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, ni siquiera tanto como se hizo odiar en la España nacional alguien como Pablo Neruda.
Ehrenburg era judío y arrastraba en consonancia una memoria beligerante contra España y los españoles -desde 1492 (por no decir desde mucho antes)- pero no debió poner en la guerra civil el pathos guerracivilista, esa pasión/española -o según se mire, anti-española- que evocaría en un libro tardío (de autocrítica) el historiador francés François Furet que habrían alumbrado los voluntarios extranjeros en zona roja durante la Guerra civil española. O no tanto como muchos otros -como el hispano Neruda por ejemplo- en claro contraste con el ardor y el fanatismo anti-alemán del que el célebre escritor y periodista judío (ruso) daría muestras más tarde.
Como sea, si se compara su labor de propagandista de guerra con la otra figura destacada del otro bando en ese mismo terreno del otro bando, la de Ezra Pound, cabe decir que superó en mucho los niveles de odio beligerante en sus panfletos (incendiarios) de combate y en sus prédicas radiofónicas. ¿Fue eso lo que granjeó el favor del "padrecito de los pueblos" que no le retiraría su brazo protector ni en sus últimos años antes de su muerte en el 53, en particular cuando saltó a la luz el complot de las batas blancas, de médicos judíos acusados de conspiración y de tramar la muerte (por envenenamiento) del líder soviético.
"¡Matad y violad!" (de las arengas y proclamas de Ilyá Ehrenburg al Ejército Rojo) En la obra que se muestra en la foto, best-seller mundial de los utimos años se recoge el apocalipsis -de sufrimiento y atrocidades- que sufrieron las mujeres alemanas al final de la segunda guerra mundial. Las cifras más consensuadas dan cuenta de más de ciento diez mil casos sólo en Berlín de violaciones a manos de de efectivos del ejército rojo (entre abril y junio del 45). ¿Ley de guerra? Sin duda. Lo que ya no parece muy decente en cambio es el empeñarse en seguir presentando una imagen hagiográfica -hasta extremos de culto- dell que fue tal vez el principal instigador de aquellas condcutas barbaras, el escritor y periodista judío sovética arriba mencionado que el diario el País homenajea en su edicion de hoy, en el Setenta Aniversario de la Victoria Sovética (y de la Derrota alemana...y española) ¿Acaso se les pide tanto?No consta, lo que sí cabe conjeturar en cambio como seria también el caso de tantos y tantos en ls tiempos de las purgas estalinianas es que salvó la piel a costa de la de otros, judíos como él sin duda alguna, conforme a un principio táctico y estratégico e ideológico del estalinismo que se podría traducir como una obligación de curarse en salud vigente para todos los judíos soviéticos,, que no todos los judíos eran enemigos del régimen (ni del pueblo ruso) lo que volvería a verse puesto en práctica con el complot aquel al que hago alusison mas arriba.
Revolviendo ayer entre mis documentos antiguos almacenados en internet vine a a toparme con una de mis antiguas entradas de la blogosfera de Periodista Digital de mayo del 209 sobre una pieza de teatro a la que asistí desde la última localidad en lo más alto del teatro (sobrecogedoramente vacío) aquí en Bruselas que no comprendí muy bien en su momento y que ahora se me antoja poder analizar mucho major como asi con la propia figura del padre cito de los pueblos, y me refiero al "Piano de Stalin", una sátira que ervoca el encuentro en presencia del ministro de la Cultura de Stalin, Jdanov, entre el líder soviético y dos compositores juzgados decadentes por la propaganda oficial del régimen -en un trazo común o comparable con las directivas en materia de artes plásticas del nacionalsocialismo- Prokofieff y Chostakovitcch, ucraniano aquél y judío este último, en la que se ve al dictador soviético obligando a los dos celebridades -ambos en la cuerda floja entonces- a componer allí mismo sobre la marcha en presencia del responsable de la cutura y el arte soviéticos una composición pegadiza a gusto del pueblo, como a golpes de batuta (la del líder supremo por supuesto) (continúa)
El pueblo ruso, el alma rusa colectiva, madre del cordero de la historia del régimen soviético y de un capítulo de l segunda Guerra mundial en el que los españoles tuvieron participación directa y me refiero a la División Azul, de la que en la memoria más o menos acomodada al mundo surgido de la Segunda Guerra Mundial que se difundió hasta hoy entre españoles se destacaba -entre sus principales violencias- de los divisionarios el descubrimiento del antiguo pueblo ruso, por encima o por detrás de las imagines propagandísticas y de los clisés difundidos por la propaganda ideológica comunista. Vladimir Putin en su evocación de ayer en Crimea al Setenta Aniversario celebró los méritos del pueblo ruso en la victoria sin querer recordar a su artífice principal directamente al menos (salvo tal vez en una (tímida) alusión tras referirse elogiosamente al pueblo ruso y a su voluntad de acero (sic) -un vocablo que se traduce en ruso precisamente por la voz de "stalin"- que había hecho posible la victoria.
¿Stalin artífice supremo de la Victoria soviética? Digamos que su gran mérito fue el confiar en Zhukov el mejor estratega de la Segunda Guerra Mundial, vencedor de las más grandes batallas del frente del Este, de Stalingrado y de la batalla de Berlín. Era militar de carrera, profesional. Y había recibido la Gran Cruz de la Orden de San Jorge en la Primera Guerra Mundial (al servicio y a las órdenes del Zar)Y si se tiene en cuenta el anti-estalinismo larvado que arrastra la sociedad soviética hasta en sus instancias más altas del régimen de antes y después de la caída del Muro, cabe interpretar el reexhumar de la memoria histórica de la segunda Guerra mundial que acaba de escenificar el presidente ruso, de una manera análoga a la que se impone en la lectura de las novelas guerracivilistas de Francisco Umbral, que dejan traslucir una distinción o diferencia sutil y no menos innegable entre la victoria del Primero de Abril del 39 que protagonizaron combatientes y retaguardia la zona nacional por un lado, y por otro, y Franco y los demás personajes encumbrados en las alturas del régimen que aquella encarnarían.
Y lo pone de manifiesto la actual insurrección pro rusa que tiene como teatro las regiones ruso hablantes de Ucrania oriental -después de haberlo sido hace unas semanas la Crimea- donde a tenor al menos de las imagines que de allí nos llegan- la figura de Stalin yace el en el olvido más completo, por más que subsistan algunos vestigios o símbolos de su época. Y es que el pueblo ruso que parece lanzarse ahora en defensa de su identidad y de su memoria colectiva en esas regiones ofrece poco de la imagen de la Rusia soviética con la que crecimos generaciones de españoles y sin duda también otros países europeos desde los tiempos de la Guerra Fría.
El diario El País en su edición de hoy dedica su suplemento literario semanal a a la figura de Ehrenburg en ocasión de la salida al mercado de sus memorias. Ni una palabra (casi) por cierto en esa semblanza biográfica, hagiográfica que me diga, a doble página, a su faceta de propagandista de guerra sin freno y sin escrúpulos. Peras al olmo. Mucho pedir, es cierto, dosis cualesquiera de revisión histórica por ligeras o nimias que sean sobre la Segunda Guerra Mundial y su desenlace a los guardianes y garantes en la España de hoy –y desde hace ya cuasi cuarenta años- de lo histórica y lo políticamente correcto, aunque ello suponga el negarse a ellos mismos o a la memoria de los suyos, de sus antepasados, que invocaba Vladimir Putin en Crimea ayer precisamente.
En una de las obras del historiador alemán Nolte “La guerra civil europea” se relatan - a través sin duda de testimonios de memoria visual oralmente transmitidos entre alemanes- cómo se vivieron en el búnker de la Cancillería de Berlín las últimas horas por dentro, que habría sido teatro de un baile de los malditos. Morituri te salutant. Una danza frenética por las escaleras y los pasillos del búnker en homenaje al Fuhrer que acababa de morir y en un último testimonio de lealtad a una causa vencida. En sus últimas horas –a creer a los encuentros (apócrifos) de sobremesa-, Hitler habría declarado que el pueblo alemán (sic) no se había merecido la victoria.
Ley de bronce de la historia. La derrota de unos pueblos que no estuvieron a la altura de sus líderes y la victoria de unos líderes que apenas sí supieron estar a la altura de sus pueblos. ¿Ordalía, Juicio de Dios la victoria soviética en el 45, un mentís definitivo de la Historia, léase de la Verdad Histórica (Putin dixit) del desenlace de la Segunda Guerra Mundial a la ideología (racista) nazi y a mayor gloria de la grandeza (sic) del pueblo ruso? Ni lo uno ni lo otro. Entidad metafísica–ahora o entonces- de lo posible como diría Heidegger, de lo que estuvo un tris de ser. Ganaron la guerra los unos como la podían haber perdido. Esa es mi filosofía de la Historia. Y mi fe ciega en la Victoria
Sobre mujeres alemanas violadas por la soldadesca sovietica (hay q suponer q los peoresvioladores no serian rusos en su mayoria)siempre he leido la cifra de dos milones...En cuanto al tobarish Ylia Ehersnburg [Fabrica de ssueños, España, republica de trabajadores, El deshielo, etc)parece que no solo es el instigador mediante arenga y folletos, a la violacion y humillacion de las mujeres alemanas, como forma de odio racial, sino que se le atribuye el merito de haber inventDo la cifra de 6 millones...
ResponderEliminarEn la foto q publica El Pais, de ayer, Ylia aparece en actitud amistosa con su colega Ernesto Hemingway, quien se parece que confesó haber asesinado o matado a un soldado aleman.
Lo de Hemingway yo también lo leí, Julio, en francés que no en español (¿y por qué?) Pero de lo que leí, Hemingway (el amigo de Franco al final) confesaba no uno sólo sino que se habria cargado a decenas de ellos, encuadrado en los servicios de espionaje de las tropas de ocupacion americanas. Alguien en el alto mando aliado debió pensar que ya estaba bien de periodistas de buena conciencia -que vivían de ponerle mala conciencia al prójimo, en España o donde fuera- y que también ellos tenían que mancharse las manos como todo quisque. Y en la medida que la ocupación fue mucho más dura y cruel del lado soviético se puede pensar lo mismo de Yliá Ehrenburug (multipicado, por cierto) Un cordial saludo
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