lunes, abril 28, 2014

JOSÉ ANTONIO Y LA INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS (EL DEDO EN LA LLAGA)

La fórmula manida de 'la invasión de los bárbaros' recogida en esta obra célebre de gran difusión en la década de los treinta -y que figuró, acorde a sus bilografías, entre las lecturas e influencis fundamentales de José Antonio- acarreaba como todas las grandes frases su dosis de ambigüedad inevitable. Y era en lo referente no al diagnóstico sino la actitud a tomar (de cara a la barbarie) La del entendimiento (so capa de 'asimilación') o la del combate, en defensa de la Civilización -y de la Memoria- amenazada. Los nazi/fascismos adoptaron unánimes esta segunda aterativa. Hoy está claro en cambio que José Antonio acabó optando -haciendo suya y poniéndola en práctica en sus últimos dias de vida preso- por aquella. Como lo haría el progresismo clerical pro/marxista a seguir al concilio vaticano segundo
Como ya anuncié aquí hace algunos día conseguí recuperar o mejor dicho, que alguien a cuerpo limpio directamente lo hiciera por mí en la red, una parte considerable de los artículos -y poemas- que durante casi cinco años fui publicando en la blogósfera de Periodista Digital de la que fui dado de baja sin motivo aparente el pasado doce de septiembre. De entre ellos escojo hoy aquí otro de los que dediqué a la figura de José Antonio y que por lo que veo -lejos de mi intención- sigue levantando ampollas.

En un comentario en la red con motivo del aniversario hace unos días del nacimiento del fundador de la Falange se vierten unas líneas que me hacen sentirme con derecho a darme por aludido, por el artículo "Siete llaves al sepulcro de José Antonio" que publiqué en Periodista Digital el 15 de octubre del 2012 y volví a reproducir en este blog el pasado quince de abril.

“Hay que (sic) puede decir -y lo dice y lo escribe, y se reitera- que José Antonio fió en los republicanos y los socialistas coetáneos a él su suerte. Y acierta. Porque para José Antonio si existía una España futura era “pasando de esta orilla del orden que se derrumba, a la orilla fresca y prometedora del orden que se avecina; pero pasando sin que nos arroye el torrente de los bárbaros”

Ironía sangrienta la que se encierra en esas líneas (casi) anónimas (...) ¡No me digan! De modo que José Antonio fiando su suerte al final a republicanos y socialistas que le tenían preso, y que acabaron abandonándole a su triste suerte -lo que reconoce explícitamente el autor del comentario- consiguió “pasar a la otra orilla del nuevo orden” (u orden/nuevo) "sin que le arroyase el torrente de los bárbaros".
"Pues bien: en la revolución rusa, en la invasión de los bárbaros a que estamos asistiendo, van ya, ocultos y hasta ahora negados, los gérmenes, de un orden futuro y mejor.../...Esa es la labor verdadera que corresponde a España y a nuestra generación: pasar de esta última orilla de un orden económico social que se derrumba a la orilla fresca y prometedora del orden que se adivina.../...saltar de una orilla a otra sin que nos arrastre el torrente de la invasión de los bárbaros" (Discurso del Cine Madrid, 19 de mayo de 1935) Un juicio adulador y discutible -lo menos que se puede decir en las circunstancis de entonces- del comunismo soviético, y una visión color rosa de la (primera) invasión de los barbaros, que no fue sólo un cabalgata sobre las aguas heladas del Rin un dia de Navidad de pirncipios del cuatrocientos. Aunque tanto los godos como los francos acabarian dentro de los estandartes del Imperio (...) ¿Germenes de un mundo mejor en la revolucion rusa y no en el Orden Nuevo de la Alemana nazi? Tan cargados de promesas aparecían entonces los unos como los otros.. Se hizo enemigos donde no los tenía que hubieran podido salvarle, José Antonio Primo de Rivvera (...)
¡Perdonadles porque no saben lo que dicen ni lo que escriben! El (torrente) de los barbaros, no sé, pero el de su propia sangre ese sí que acabó ahogándole y sofocándole, eso sí que está´ hoy más que claro.

La frase de la invasión de los barbaros atribuida a la irrupción del comunismo soviético fue una fórmula y una idea que hizo célebre el autor ruso exiliado tras la Revolución de Octubre, Nicolás Berdiaeff, en una obra de gran difusión en la década de los treinta, que sería publicada en España durante la II República en 1932, y que figuró -a creer a Adriano Gómez Molina en su obra biográfica "Las gafas de José Antonio"- junto con la decadencia de Occidente de Oswald Spengler ("dos maestros seductores" les llama el biógrafo joseantoniano) entre las lecturas e influencias fundamentales de José Antonio en su período de liderazgo falangista.

Y sin duda que como todas las frases célebres en la historia del pensamiento admite interpretaciones de las más diversas, desde la que hicieron unánimes los nazi fascismos de defensa de la civilización frente la amenaza -ilustrado en el hito histórico de la batalla de los Campos Cataláunicos (en 451) en la que las legiones del Imperio y las tribus bárbaras aliadas, los visigodos entre ellos, frenaron decisivamente el avance irresistible de las hordas de Atila.

La otra interpretación que también trae en su abono otro hito histórico unas décadas antes que el que acabo de nombrar en su abono -el saco de Roma por los godos de Alarico (en 410)-, y que fue la que hizo suya el progresismo clerical pro/marxista tras el Concilio Vaticano Segundo, como se lo ilustró al autor de estas líneas la defensa y justificación -invocando precisamente “la invasión de los barbaros”- que me hicieron viejos amigos (y camaradas) de la conducta del padre Llanos, miembro del PC en el tardofranquismo y en la transición, y amigo íntimo en sus últimos días de la Pasionaria.

Y a fe mía que mi contradictor también lleva razón -como él me lo concede a mí-, que esa fue la interpretación de la frase célebre que hizo y suya puso en práctica José Antonio, preso en sus últimos días y semanas de vida en la cárcel de Alicante (y secuestrado por los anarquistas)


José Antonio preso...y secuestrado en Alicante
(artículo publicado en mi blog "Las crónicas de Juan Fernández Krohn" de la blogosfera de Periodista Digital el 15 de julio del 2013)

Se acerca la efemérides del 18 de Julio y como cabía esperar la temperatura (de fiebre) histórica o de memorialista se pone a dar un subidón de lo más brusco. Sobre todo en la memoria de los vencidos, faltaría. La prueba, un texto reciente de una figura muy significada en los sectores falangistas -por algunos exaltada hasta extremos (casi) de idolatría, de "figura gigante" y "mito del mundo azul", etcétera, etcétera (...)- a la que ya me referí en algunas de estas crónicas y que cabe describir como prototipo de la intrusión (no se me ocurre otro término más adecuado, lo siento) de la memoria de los vencidos en el bando de los vencedores (y sus descendientes)
García Oliver, el anarquista de la FAI que mandó ejecutar a José Antonio. Amarás a tus enemigos...y a tus verdugos (más que a tus amigos) reza el judeo/cristianismo. Tenía razón Dominique Venner (...)
Ceferino L. Maestú Barrio -ya lo tengo aquí recordado de antiguo- es hijo de Antonio Maestú Novoa, gobernador civil de Huelva -en su calidad de miembro de Izquierda Republicana- hasta unas semanas antes de producirse el Alzamiento, uno de esos gobernadores de quita y pon (y que me perdone el interesado) -seis o siete en el espacio de cinco meses apenas (...)- que la anarquía y el salvajismo que se adueñaron de ciertas regiones españolas tras el triunfo del Frente Popular de febrero del 36 -por instigación de las centrales obreras y de los partidos de extrema izquierda (de la FAI en particular en aquella zona de Andalucía) (...)- difícilmente toleraron, de figuras decorativas más que otra cosa, en los meses tan calientes de aquella primavera en ascuas del 36 que desembocarían directamente en el estallido de la guerra civil española.

Y al que ocurrió lo que cabía esperar -a fuer de parecerle cínico a alguno- acorde el cariz que cobraron rápidamente los acontecimientos en aquella provincia andaluza, y fue que huyendo del triunfo allí del Alzamiento (¿y por qué huía?) se vio interceptado -en San Roque- por las tropas nacionales y víctima -en aquella situación absolutamente excepcional de ruptura de frentes- de ejecución sumaria (sobre la marcha, a lo que parece, en pleno avance de las tropas)(...)

"¿Dónde estás papá (¿ou t'es, papa, ou t'es?) es el motivo o el estribillo, lancinante, obsesionante -a saber, la búsqueda sin cesar de una filiación de sangre perdida o desconocida- en una canción que está haciendo furor en Bélgica y me imagino que en Francia y otros países europeos en este largo y cálido verano del 2013, al socaire sin duda alguna de la formidable sacudida sísmica producida en la opinión publica por el debate que habrá traído consigo la nueva ley del matrimonio homosexual en Francia.

¿Fue fusilado en presencia directa de su hijo como lo dan a entender algunos? No lo creo. No es óbice que esa circunstancia tan trágica de su periplo vital reviste fatalmente -¡ay dolor!- de una aureola de credibilidad (política) suplementaria -para algunos- la figura del destacado falangista/disidente (auténtico) y ex-comunista y otras cuantas cosas.

Algo comparable mutatis mutandis al halo (de drama personal indecible) que rodeaba y sigue haciéndolo para la posteridad la imagen en el recuerdo de Francisco Umbral que se pasó de una forma u otra buscando a su padre (legalmente desconocido) hasta el final, en su vida y en su obra. Y ello explica sin duda la audiencia y el prestigio del que aquél sigue gozando -que no comparto en absoluto como aquí ya saben- en el mundo o mundillo azul, de lo que siguen llamándose o considerándose falangistas (o nacionalsindicalistas)

Y es que lo que di en llamar en estas crónicas "síndrome (comparable "mutatis mutandis" al de Estocolmo) de la cárcel de Alicante" -en su víctima directa y por vía del contagio y de la transmisión hereditaria en sus partidarios y descendientes-, se dobla o se ve agravado en el caso que nos ocupa de otro síndrome de natura personal e intransferible en razón de la tragedia personal y en apariencia irresoluble que arrastraría fatalmente un hijo de padre fusilado por los nacionales que acabó abrazando la causa de estos últimos, lo que es perfectamente comparable -siempre mutatis mutandis- a esa otra secuela fatal de nuestra guerra civil que di en llamar "síndrome de abandono" (por sus propios padres) en algunos -muchos, pocos- de los llamados "niños de la guerra" y de sus portavoces, en España o fuera de ella.

Y eso explica sin justificarlo en absoluto -por la carga de enconamiento guerracivilista que lo quiera o no arrastra todas luces su empeño aunque solo sea- esa insistencia obsesiva en el relato histórico "sui generis" de la historia de la Falange y de la biografia de su fundador que el interesado viene intermitentemente, como un estribillo, sirviendo (con pertinacia) desde antiguo, al acercarse (de preferencia) ciertas efemérides relacionadas con nuestra guerra civil. Siempre los mismos nombres y ejemplos (que se pueden contar casi con los dedos de la mano) y la misma línea argumental, curiosa y original por demás sino fuera por lo injusta y lo afrentosa.

A saber, que los verdaderos culpables de la muerte de José Antonio lo fueron los que (pretendidamente) no hicieron/nada por salvarle, y no los que le condenaron a muerte (?), los que le ejecutaron (??) y los que a todas luces se ensañaron (ignominiosamente) con su cuerpo y su cadáver (???)

Y su última entrega -"El 'failangismo' de José Antonio"- roza la afrenta de nuevo, si se piensa en la responsabilidad y el protagonismo innegable, tan decisivo y de primera fila, de los anarquistas de la FAI en la muerte de José Antonio y a no dudar también en las circunstancias a todas luces atroces (e indignas) que la acompañaron.

Y el argumento o mazazo dialectico decisivo -como la guinda del pastel argumentativo- lo viene a ser de nuevo en este artículo de Maestú la propuesta históricamente irrefutable que hizo José Antonio en la cárcel de Alicante de dirigirse a la otra zona para propiciar un cese de hostilidades, desautorizando así de la forma más categórica y flagrante y clamorosa (y escandalosa) la conducta (heroica) de sus seguidores que se habían movilizado en masa por todas partes -siguiendo sus órdenes terminantes y sus instrucciones urgentes - a favor del Alzamiento.

En lo que cobraba todos los visos -y en eso Maestú no exagera, lo reconozco- una traición descomunal (e imperdonable) para sus seguidores y partidarios. Un problema histórico de la primera magnitud, se me reconocerá, o si se prefiere, objeción irresoluble e insoslayable de cara al culto iconográfico (y de martirologio) que le siguen rindiendo algunos celadores de su memoria (Maestú entre ellos)

Y la clave del enigma la dé tal vez una pregunta inocente en apariencia que pocos sin duda se habrán hecho o planteado hasta ahora. ¿Jose Antonio preso solo, o secuestrado también (o hecho rehén), en las últimas semanas de su encarcelamiento? Y parece claro a la luz de detalles y revelaciones que vienen saliendo a la luz como a cuentas gotas en obras recientes, de los últimos días e instantes de la vida del fundador de la Falange, que hay que optar forzosamente por esta segunda hipótesis.

Como lo abona el golpe de mano de la FAI -del que me informó un biógrafo de José Antonio, Adriano Gómez Molina- al interior de la cárcel de Alicante en el transcurso del mes de agosto del 36, dueña y señora del establecimiento a partir de entonces y por vía de consecuencia también de la suerte -y de los cuerpos- de todos los que allí se encontraban encarcelados.

Hay otro factor además, no lo niego, que abona en mí a favor de la hipótesis que aquí estoy defendiendo y es de índole personal, derivado de la propia experiencia intransferible que fue la mía, y es la de los encarcelamientos que sufrí en mi vida en cárceles de derecho común como todos aquí ya lo saben, y en particular de los primeros meses -en concreto, al cabo de mes y medio de estar preso- en una galería en régimen abierto, tras haber pasado dos meses en régimen de aislamiento (riguroso y protector al mismo tiempo), en la Penitenciaría de Lisboa (hoy desaparecida) donde pasaría un año antes de verme transferido al Establecimiento (de máxima seguridad) de Vale de Judeus.

¿Una situación comparable la mía entonces (siempre mutatis mutandis) a la que vivió José Antonio en la cárcel de Alicante? En modo alguno, por dura e insufrible que la mía lo fuera, que a fe mia que lo fue (y no exagero)

Porque la situación propiamente insufrible para mi duró poco, el tiempo justo de provocar un incidente serio con uno de los cabecillas reclusos entre los que más me acosaban y amenazaban en el ambiente hostil hacia mí que se respiraba allí dentro (por culpa del rojerío ambiente -con todo, "a la portuguesa" (¡y a dios gracias!), ¡qué hubiera sido de mí en una cárcel española!- y de la imagen que de mí difundían los medios, de un "facha", español además y que había querido matar a un papa que venía darles la amnistía tan ansiada) (...)

Lo que hizo ver a las autoridades de la cárcel de la forma más gráfica posible -con un ojo morado tras el enfrentamiento que al final protagonicé, pero sin que nadie se atreviese a partir de entonces a tocarme ni un pelo siquiera allí dentro- que mi sitio no estaba allí de manera alguna, y que por dimisionarias que fueran (y llenas de complejos frente al izquierdismo ambiental entonces allí reinante), acabaron rápido transfiriéndome a otra galería semi-vacía donde se me acabaron los problemas (...)

Unas autoridades que brillaron sin duda trágicamente por su ausencia en el caso de José Antonio, que acabó viéndose inmerso a no dudar, en aquel mes abrasador de agosto del 36, dentro de un escenario hostil propiamente infernal e imposible de soportar por mucho tiempo, ni unos días tan siquiera y el pretender lo contrario es algo que no pueden seguir obligando a nadie a que se lo crea (...) Lo que le acabó fatalmente reduciendo a situación de rehén, secuestrado además de preso.

Por gente o gentuza además sin escrúpulos -de dentro u de fuera de los barrotes, todos compinches o camaradas- que no dudarían sin la menor duda en ponerle la mano encima, como acabaron sin la menor duda haciéndolo (...) Lo que al que esto escribe (en circunstancias infinitamente menos dramáticas que las suyas) se le evitaría en cambio

Y eso de por sí solo explica el enigma (tan espeso) del "último José Antonio", de su últimas semanas de vida, de sus palabra como de sus gestos, incomprensibles (usando de un eufemismo, todos aquí estarán de acuerdo), como aquella propuesta escandalosa que se cita (a modo de colofón) en al artículo que aquí comento. Y es lo que explica y da cuenta a la vez del síndrome incurable en apariencia que arrastraron -hasta hoy- muchos de sus partidarios, y de sus propagandistas.

¿"Failangista" José Antonio? ¿Dónde estás papá (où t'es?)? No es cierto que hayas sufrido -habría que decir también parafraseando al poeta, a Ceferino Maestú- son cuentos tristes que te cuentan (y que tú te empeñas en seguir contando mientras te quede aliento) Buscando en el fondo del espejo el rostro de su padre,  gobernador civil amigo (y aliado objetivo) de la FAI -los asesinos de José Antonio-, en el juego de imágenes que le devuelve el retrato (iconográfico) del fundador de la Falange que él se pintó a su propia imagen y por su cuenta y riesgo (...) Aunque se hunda el mundo por cierto, y se nos cierren las puertas del futuro a España y los españoles. ¿No nos dinamitó ya el sindicalismo vertical y nos legó a los españoles (todos) ese muerto que apesta de Comisiones Obreras? No es bastante ¡Venganza por la muerte de su padre hasta el final de los tiempos! ¡Peor que Zapatero!

Amar a los enemigos, y a los verdugos: la esencia del judeo/cristianismo en versión (auténtica) joseantoniana. O si se prefiere, el "veneno oculto en los evangelios", o el fermento letal y destructor -¡tenía razón Dominique Venner!- de nuestra civilización europea


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