viernes, abril 18, 2014

GARCÍA MÁRQUEZ O LA LENGUA Y CULTURA ESPAÑOLAS AMENAZADAS DE MUERTE

Número de la Revista Vértice (1937) "de la Falange" El realismo mágico estaba ya en sus páginas décadas antes del boom latino/ché de finales de los sesenta, como lo ilustra "El Libro del caballero Rafael" de Álvaro Cunqueiro publicado en esa revista y sin duda otros también del mismo género. Antes incluso que la aparicion del best-seller italiano que entre algunos se ve considerado precursor del género, "El Desierto de los Tártaros" (1940) El legado cultural y artístico y poético y literario -amén de ideologico- de los vencidos, puesto a la venta en la almoneda tras el 45, y ni siquiera, de baratillo. Eso explica con creces, de cabeza a los pies, la historia de la evolucion cultural de la España de la posguerra

Gabriel García Márquez o el boom latinoché de los sesenta, como lo bautizó (con éxito) Francisco Umbral en una de esas invenciones con garra y nervio (y acido corrosivo en cantidad) tan típicas y proverbiales de las suyas. Opto ahora por ponerme a escribir esta necrológica de escritor colombiano, por la pereza irresistible e insuperable que me invade tratando de hincarle el diente al tema de actualidad más candente delante de mi ojos en la red, a saber la situación en Ucrania y la efervescencia pro-rusa en su región oriental, que como dijo el poeta quédese para mañana (u otro día)

Nunca pasé de la segunda o tercera página en Cien Años de Soledad, tampoco en el Otoño del Patriarca, ni en ninguna otra de las suyas, y en cambio una vez -y que no sirviera de precedente- le hinqué el diente a un artículo bastante torrencial como las aguas del rio Magdalena que baña la región de donde el nobel colombiano venia. Me gustó, tenía una frondosidad y un barroquismo marca "latinoché" inconfundible que redimía por lo menos un poco en mi mente la idea que me había forjado de él y de su obra, pero claro un artículo no es comparable a un novela o un conjunto de ellas, y el pretender juzgar al Gabriel Márquez columnista de un diario es sin duda tan incompleto y arbitrario como el descalificarle porque no me entraban ni a las de las tres ninguna de sus novelas más famosas.

Yo creo sinceramente que el castellano o más exactamente el español tal y como se practica, se escribe y se habla y se honra en la Península, por la sociedad española y las instituciones que la enmarcan, amenaza extinción, así como suena, o en otro términos que corre en los términos riesgo serio de verse absorbido por un castellano del otro lado del charco situado en situación de clara dependencia -en los planos cultural e ideológico- de la cultura anglosajona. Una amenaza cultural de la que el Nobel ahora fallecido, consciente o sin serlo, no habrá dejado de ser uno de los signos mayores.
Una de las influencias mayores en la figura y en la obra de García Márquez que siempre o casi siempre se ocultó cuidadosamente en sus semblanzas biográficas. La del grupo poético colombiano "Piedra y Cielo" y de una de sus figuras mayores, el poeta Eduardo Carranza, hispanista de gran relieve y partidario notorio en vida de la Falange y de José Antonio Primo de Rivera
Como otra gran secuela -la principal la más crucial y neurálgica quizás- del estado de postración y de derrota que arrastran la sociedad española y las instituciones que le arropan desde hace ya más de setenta años, de resultas del desenlace de la segunda guerra mundial en el 45. Y la idea digamos que se va afianzando progresivamente en mí y me venía a la mente cubriéndola de nubarrones espesos el pasado fin de semana por una de las sucursales de la FNAC en el centro de Bruselas echando un vistazo a sus estanterías en español que van reduciéndose de un tiempo a esta parte a ojos vista hasta verse reducida como lo puede comprobar en esta última visita a un pequeño estante en uno de los rincones de la librería compartida a partes iguales con el portugués, y el italiano, lo nunca visto desde que aquí resido.

Y entre los autores españoles que figuraban en esos raros estantes, ninguno a fe mía que me mereciera un interés cualquiera. La ley de la Memoria Histórica goza de fuerza vinculante en las universidades por cima de los Pirineos como aquí ya lo tengo denunciado, en un fenómeno de beligerancia ideológica en el plano literario y lingüístico y cultural lato sensu comparable al tratamiento preferencial del que goza en esos mismos ámbitos el castellano de la América española en detriment (y oprobio) del español de España (o castellano de la Península), sin parangón ninguno con el tratamiento que se merecen a las mismas instancias las demás lenguas occidentales comparables de cerca o de lejos al castellano en su difusión y en la importancia numérica -a escala del planeta- de la masa de castellanoparlantes a escala del planeta, como el francés o el inglés o el alemán e incluso el italiano.

Umbral, hay que reconocerlo, erigiéndose en defensor de la lengua y en oráculo o profeta de la memoria (a su manera) fue uno de los raros autores españoles contemporáneos en denunciar esa pretensión hegemónica -en el plano internacional- del castellano (o de los castellanos) "de fuera". Y contribuyó así a levantar diques y a organizar la resistencia y la operación de rescate -y recuperación- en suma de un lengua que sufrió fatalmente sin duda del proceso histórico del mestizaje en América pero que era anterior a él de varios siglos. ¿Racismo lingüístico? Reivindicación simplemente de los orígenes.
Realismo mágico en esta obra de Cunqueiro también. Si hay que creer a Umbral, se lo inspiró al escritor falangista gallego, ya durante la Guerra, el episodio medio verídico medio ficción del quinqui roba gallinas que se hizo pasar por el Ausente. "El hombre que se parecía a José Antonio" (...) Y es cierto que el Orestes de Cunqueiro muestra similitudes con el fundador de la Falange
Y en ese terreno hay que reconocer que Umbral cosechó triunfos y lo sigue sin duda cosechando "post mortem" Él se quedó sin Nobel y sin Academia pero en cambio el autor de la Crónica de una muerte anunciad (y de tantos otros best-seller) se quedó –como novia de rancho (que dicen los mejicanos)- sin ese otro Nobel (paralelo) -o en la sombra- de literatura (española) en lengua española que fue y sigue siendo el Cervantes para gran escándalo de sus partidarios que no dejan de recordar –y de comparar- cada vez que sale a relucir el nombre del autor de “Mortal y rosa” ¿Se lo mereció menos aquél que Vargas Llosa? No entro en eso, por la sola razón aunque sea que tampoco me entró nunca ni una línea casi del autor peruano, que va de maestro consagrado del castellano por el mundo y por la vida.

No creo ni creí nunca en ese Nobel ni en otros muchos tampoco, como sus contemporáneos tampoco se creyeron el Nobel de Jacinto Benavente. Porqué a fe mía que no veo por qué debería creer más que el Premio Nobel de la Paz a Obama que el que se ganó (idéntico) Gabriel García Márquez en Literatura. Nobel por nobel me quedo más con Cela por sentirlo más cerca. Cuestión de lengua y también de memoria. Se ha dicho y redicho ahora con ocasión de la muerte del escritor, que “Cien Años de soledad” no eran una novela de realismo mágico, sino la crónica de un siglo de historia colombiana, léase de su fase contemporánea desde su emancipación de la soberanía española, que como tal me deja y me dejó siempre poco menos de mármol casi, de pura indiferencia.

¿Invención latinoché el realismo mágico? ¡A otro perro con ese hueso! Digamos, de los fascismos o de la otra/modernidad que aquellos llevaban en su seno. Y a título de botón de muestra de lo que aquí afirmo retendrá el lector un título y un nombre, los de Álvaro Cunqueiro y de su novela "el Caballero Rafael", publicada por vez primera en la revista “Vértice” de la Falange en 1939, que mereció verse recogida en la antología de José Carlos Mainer, "Falange y literatura" (Labor, Barcelona, 1971)
Fidel Castro y García Márquez juntos. El castrismo sedujo a sectores conservadores de derechas y de extracción confesional frustrados por la hegemonía de una tradición liberal (y masónica) remontándose en línea directa a la Emancipación Americana. Fue el caso de García Márquez en Colombia, de Monseñor Helder Cámara en Brasil, de Pablo Antonio Cuadra en Nicaragua y de otros muchos
Nada trivial la fecha de publicación de aquella novela de realismo mágico un poco gallega como su autor (y escrita en castellano) un año de antes de otra novela que tuvo mucho más éxito en la posguerra y que se adentraba por idénticos rumbos -de magia narrativa- que la del autor español falangista, y me refiero al Desierto de los Tártaros, de un autor italiano que "sobreviría" sin duda en la posguerra como tantísimos otros, en Italia y fuera de ella, publicada por primera vez en la Italia fascista (1940) y que oí cubrir de elogios durante mi estancia -hace ya más de treinta años- en la Argentina (...)

Y es que las fronteras o los confines a donde nos veíamos transportados por obra y gracia de la magia narrativa en una y en otra novela eran extrañamente coincidentes (al menos en cierta medida) Bizancio la Ciudad Muerta en la novela de Cunqueiro y en el Desierto de los Tártaros, también ese Oriente europeo -de confesión ortodoxa- a caballo entre Bizancio y Moscú entre la segunda y la Tercera Roma, riñendo un combate secular durante más de un milenio a un miso enemigo exterior musulmán y asiático.

En García Márquez en cambio el desplazamiento no va muy lejos, porque se diría que no pasa del Caribe y su mundo, esa especie de Atlántida perdida de los españoles (hundida y sepultada para siempre en nuestra memoria colectiva) Y tal vez estribe ahí la razón de que no me entraran nunca ni García Márquez ni ningún otro exponente del boom. Y era sin duda por su faceta irreductible de americanos,léase de oriundos, lease de rengado de sus raíces españolas y europeas


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