General Emilio Esteban Infantes, segundo jefe de la División Azul. Testigo de la derrota española en el 45 (piense Pío Moa lo que piense) A su vuelta de Rusia no le esperaba nadie en la Estación de Norte. Su ejemplo, el de la foto, legitima con creces la Cruz de Hierro que porté (a caso hecho) el 12 de octubre en Montjuich en la solapa. Un capítulo de nuestra historia que nos reviste algunos de credenciales y plantea en cambio al PP problemas insuperables y da la clave a la vez de sus amnesias y vacilaciones vergonzosas e inadmisibles
A riesgo de ganarme la furia descontrolada de feministas se me ocurre poder afirmar que la Política es una cosa, y la Mujer (con mayúsculas) otra muy distinta. Y el aforismo me viene de golpe a la mente por cuenta de María Dolores Cospedal y de sus recientes declaraciones sobre los abucheos (y gritos y pitidos) contra dirigentes de su partido, el PP, en la manifestación por las víctimas de la ETA en la plaza de Colón el pasado domingo. Admiré y sigo admirando la figura femenina de María Dolores de Cospedal como ya lo dejé sentado en algún articulo de mi blog (difunto) de Periodista Digital lo que no quiere decir que estuviese ni entonces ni ahora incondicionalmente de acuerdo con todas sus posturas o actitudes ni mucho menos con su línea política.
Y sus declaraciones de ahora en un tono no poco amargo y dolorido me mueven a reflexión sin dejar de seguir rendiéndole tributo de admiración como mujer y como persona y no como figura dirigente principalísima -con rango de "número dos"- de su partido. "Había muchas banderas pre-constitucionales" en Colón se queja la Cospedal ahora, mientras sale al quite de los tres emisarios oficiales del partido presentes en el acto, Esteban González Pons, Carlos Floriano y Javier Arenas, copiosamente abucheados e incluso directamente increpados por o grupos de jóvenes al final del acto.
Una alusión velada a algo que salta a vista aunque pocos se atreven a confesarlo en voz alta y sin tapujos y es el cisma latente (de antiguo) en el electorado de los populares e incluso en el aparato del partido en el poder, hasta ciertos niveles de responsabilidad y dirección al menos, entre su ala correcta (y demócrata y constitucional) y su ala incorrecta secretamente pre-constitucional y que a la menor ocasión destapa o saca a relucir sus veleidades populistas o por expresarlo en claro y crudo anti-demócratas, léase franquistas, falangistas, fascistas, neonazis, y otros calificativos más impresentables los unos que los otros, esgrimidos normalmente a modo de dicterio y englobados comúnmente en el lenguaje en vigor en los medios bajo el calificativo o común denominador de "fachas" (que con eso se creen que ya está dicho todo)
Tan grande no fue su culpa, es lo que aquí quiero venir a decir, y no sería yo el primero en ponerme a tirar la piedra (y a esconder la mano) Sufrí al PP y a sus representantes siempre a distancia -mayor o menor según las épocas y las coyunturas- en los años largos que llevo residiendo en Bélgica. José María Aznar en unas declaraciones, a poco de su acceso al puesto de primer mandatario de la Nación, al diario "Le Figaro" que leí yo -aquí en Bruselas- declaraba rotundamente en un tono que sonaba fatalmente un tanto pomposo a oídos de algunos (entre los que yo me encontraba) que "ni él ni su familia arrastraban un pasado fascista"
Un eufemismo piadoso me dije para mis adentros leyéndole entonces. Porque José Mari Aznar -un poco más joven que yo- no fue tal vez nunca, ni de muy joven ni después, un fascista convicto y confeso de los que se merecieron (un decir) el tiro en la nuca en Italia o la pena de horca en Nuremberg al final de la segunda guerra mundial en el 45, no dejaba menos de ser no obstante él, lo mismo que su padre y su abuelo -como joven falangista joseantoniano y valeroso ("¡Juanito Arriba España!" brazo en alto y taconazo de rigor, una estampa no sé cuantas veces repetida entonces y todavía fija en mis oídos, y en mis retina)-, catalogable en la categoría sociológica (e ideológica) de franquistas o neo/franquistas más o menos "fascitizados" -en el término certero que acuñó antes de la guerra Ramiro Ledesma Ramos- un fascista como digo (lato sensu)
Cuando el río suena agua lleva, y esa imagen -un tanto peyorativa, es cierto- de un partido de políticos llenos todos ellos unos más otros menos de complejos insondables (por no decir de profundos remordimientos) heredados de un pasado hasta cierto punto inconfesable, sobre todo de puertas afuera, no es algo gratuito ni falta a la verdad ni a la justicia en lo más mínimo. "España y yo somos así señora" rezan nuestros clásicos, y España hoy por hoy sigue siendo una excepción (atípica y ruidosa) en Europa en el tema de la "extrema derecha" (para entendernos), como en tantas otras cosas.
Figuramos entre los países derrotados en el 45 con la desventaja en contra nuestra que no tuvimos armisticio y que la guerra -travestida en campañas (internacionales)de propaganda- o el acoso internacional o como se le quiera llamar se prosiguió despacito y buena letra a partir del cuarenta y cinco por cuenta nuestra. Y eso explica, a modo de hilo conductor principal, toda la trayectoria de España y de su régimen a partir de entonces y también no pocas peculiaridades de nuestro sistema democrático actual y también de ciertas coyunturas o situaciones típicas y atípicas al mismo tiempo (comparadas con los demás países, me refiero) por la que aquél habrá travesado o sigue aun atravesando.
Como esa esa ausencia tan chillona -y cada vez más los días que atravesamos- de una extrema derecha con representación parlamentaria al contrario de lo que ocurre en la mayor parte de los demás países de la UE. Como si fuese un ingrediente (esencial e indispensable) de esa "falta de cultura internacional" que el diario el País reprochaba en su edición de anteayer a la clase política española, por "la sorpresa" que según el autor del artículo habia despertado en los medios cercanos al Tribunal Europeo de los Derechos del Hombre la formidable reacción de la opinión pública -no suficientemente esclarecida (según aquellos) por sus dirigentes- por su fallo en contra de la doctrina Parrot. Una secuela más -por lejana que se vea- de nuestra derrota en el 45
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