martes, mayo 20, 2008

UNA MEMORIA EN LA PICOTA (2) Choque de culturas en Flandes con la ocupacion alemana...

La segunda parte de « la Pena de Belgica » coincide en sus inicios con los prolegómenos de la entrada de los alemanes en territorio belga, camino de la invasion de Francia. El punto de vista del autor/protagonista es el de un testigo pasivo, adolescente, que no refleja menos la actitud semi/cómplice que imperaba entre los miembros de su familia, bastante representativa, en el tema, del conjunto de la poblacion belga/flamenca.

Lo que ilustraría que mejor no cabe -como un corolario inseparable- un divorcio innegable entre una (aplastante) mayoria simpatizante con las fuerzas invasoras de un lado, y del otro, una minoría francófona que entendia deber guardar lealtad al estado belga independiente y a la memoria historica emanante de la primera Guerra Mundial, de la que el Estado belga (francófono) reemergió en el bando de los vencedores y la familia real -con el soberano de entonces, Alberto I a su cabeza- se vería propulsada a las más altas cumbres del imaginario colectivo de los belgas, sobre todo (hay que insistir en ello, porque es rigurosamente cierto) de los belgas francfonos.

Una tension interna de voltaje « in crescendo » -en Flandes, zona flamenca- entre una mayoria « fascistizada » (o « nazificada ») que a medida que se iban concretando las perspectivas de una catástrofe liberadora, se iban llenando de optimismo y de esperanzas, y una minoria al borde del ataque de nervios, anti-alemana (y « afrancesada »). Lo que Hugo Claus consigue traducir (genialmente), con ayuda de una serie de escenas y de retratos de los mas vigorosos, "al pastel", que salpican continuamente el relato. El del niño de papá adolescente, por ejemplo, bilingüe -y francófono para andar por casa…-, vástago de una ilustre familia de militares, de nombre de pila en francés y de apellidos flamencos (como una especie de regla general entre la nobleza blega)...

Un vagazo de marca mayor que tiene a su padre, militar de infantería de alta graduacion, esperando a los alemanes en primera línea, y no piensa más que en coches y en motos, que le pide al padre del protagonista/Luis que le preste el suyo – carisimo, un ultimo modelo - «solo para dar una vuelta»....Tras lo cual, aquel, harto de esperar al auto de vuelta, se persona de lo más deferente y repetuoso en la mansion familiar del joven, de donde lo acaba echando a patadas el ordenanza, como un perro sarnoso, entre burlas, insultos y amenazas de la dueña de la casa, de acabar llevándolo al paredon.... por mal patriota. « Aquí todos sabemos quien es quien, y Ud. no se preocupe que lo tenemos bien fichado », le espeta al final en signo de advertencia.

Y llega por fin lo que algunos se temian y muchos se esperaban : la debacle de franceses (y belgas) y la ocupacion alemana » « Los alemanes -hace decir, por voz interpuesta, Hugo Claus a su alter/ego (protagonista)- entraron en la ciudad como quien va pisando mantequilla» (p. 358) (1) A partir de ahi, el autor flamenco se va emplear en narrar y describir con profusión de detalles verídicos, visuales y de la mayor acuidad, todo el proceso de adaptacion o de asimilacion a la nueva situación de la mayoria flamenca comprometida a fondo en la Colaboracion –entre la que se cuenta la familia del protagonista-, y la emergencia en la segunda parte sobre todo de la novela, y a partir sobre todo –como un suceso decisivo e irreversible- del desastre de Stalingrado, y es de una resistencia anti-alemana, presente y operante tambien en zona flamenca (en medio rural "nota bene", mucho más que entre el obreraje de las grandes ciudades...), aunque en mucho menor grado de intensidad y envergadura que en la otra zona linguistica, y « nota bene » marcada, e indirectamente inspirada y animada de un catolicismo militante pre/conciliar -e incluso integrista, de artesanos de aldea, de guardas de esclusas y canales, de sacristanes visionarios, de curas con sotana, y de padres jesuitas de lo mas estrictos, de tonsura y breviario…-, heredero y tributario en linea directa, tres siglos despues, de la presencia espanola…

Los personajes de la novela de Hugo Claus -uno de sus logros más geniales- parecen grabados al agua fuerte, unos más que otros desde luego. Entre ellos, por lo acabado, por lo simbolico y representativo y a la vez por lo comico y sobre todo por lo trágico de de su suerte, en el desenlace del relato (la suya y de los suyos) como en la verdad de los hechos, cabe citar al escritor, poeta y dramaturgo Marnix (nombre, en Flandes, de resonancias protestante inconfundible) « flamingante » y nacionalista, y alter/ego literario a la vez de un personage de carne y hueso, Willem Putman, que el autor describe con perfiles (« rubio/azules » por cierto) de lo mas pintorescos y al borde de lo ridiculo...

Una especie de gloria/local que desde el inicio de la ocupacion alemana pasa a jugar un papel de primer plano en la vida de la ciudad, y que al lector espanol que esto escribe sorprende –hasta dejarle patidifusos a veces- por sus tiros contados pero "imparables", de impronta pro/holandesa y anti-española indesmentibles. Como cuando arremete delante del protagonista/Luis contra la colonización española en America, evocando a fray Diego de Landa, que habría ordenado la quema del libro sagrado de los aztecas (sic)… « Padre, perdónalos porque no saben lo que dicen » : lo que dan ganas de exclamar, si se tiene en cuenta la suerte tan trágica –en la vida real- del personaje (de la novela, ) como tendre ocasion de contar mas adelante…

Pero las escenas tal vez mas imborrables, por lo veridicas y tambien por la carga ideológica e histórica a la vez tan tremenda que traicionan, lo son sin duda las que narran el periodo de militancia del protagonista/Luis en las filas de la sección local de las Juventudes Nacional-Socialistas (rebautizadas un poco más tarde como es logico, Juventudes Hilterianas…) Su ingreso en ellas , para comenzar ; la primera vez que se atreva a cruzar él solo el umbral de la sede en el centro de la ciudad, donde se ve recibido por el jefe de escuadra, un joven mayor que él, de una familia dueña de una zapateria muy conocida en la ciudad y que acaba arremetiendo en su presencia contra el « catolicismo politico" que para el encarna el colegio donde Luis estudia.

A partir de ahi, Hugo Claus no se recata tampoco en ir describiendo el proceso interior que aquel va experimentando marcado por una radicalizacion y un a excitacion ideologicas, del signo racista (nórdico) por supuesto. Entre commemoraciones nacionalistas, marchas campestres, desfiles marciales…y fuegos/de/campamento, de evocación de lo mas familiar sin la menor duda para muchos de los que lean estas paginas…Y asi, el autor, página tras página, nos va contando entre mil peripecias, a cual más sabrosa y sin deperdicio, una etapa crucial en la vida de Luis el protagonista, que de adolescente (todavia niño) y de familia bien –catolico bautizado por cierto, y educado con curas y monjas como/es/debido- se va transformanddo a ojos vista en un lobo o lobezno (germánico) sin escrupulos, por obra y gracia de la emulacion de sus camaradas...

Victima o presa (inocente) en resumidas cuentas de un conflicto antiguo cultural y religioso descediente en linea recta del desgarrón profundo que habia producido en la civilizacion occidental y europea la eclosión –en Alemania primero…- del fenómeno, ideológico y religisos a la vez, del protestantismo ; algo que el nacional/socialismo, « nollens vollens », arrastraba desde sus orígenes y su nacimiento. Lo que -dicho sea entre entre parentesis – denuncio de lo mas clarividente Eugenio Montes (literariamente al menos….) en unos retumbante articulo publicado en ABC -"La vuelta del Duque de Alba"- en sus fase de corresponsal en Alemania, durante la Republica, y recogido en una recopilacion de sus escritos, publicada en 1940 bajo el titulo « El viajero y sus sombra »…

Como la agarrada en medio de la calle, por ejemplo, en el barrio más humilde de la localidad, con uno de sus habitantes, un hombre ya de cierta edad que estaba tomando tranquilamente el fresco sentado en la puerta de su casa, que afirma amendentrado haber sido buen cliente de la imprenta de su padre, y al que humilla conminándole, en uniforme, machete en mano a meterse dentro de la casa de immediato, no sin antes haberle sometido a una especie de ritual nacionalista (flamenco) y de prueba lingüistica a la vez, que era el pedirle que pronunciase la frase de « Schild en Vriend », que en neerlandes significa « Escudo (y) amigo » y que los franceses y francófonos del bando frances al mando de Felipe Augusto, en la batalla de los Espolones de Oro (Guldensporen), al comienzo de la guerra de los Cien Años –cuando al decir del cronista Froissart, citado en uno de los articulos de Eugenio Montes a los que aludo mas arriba, « una tropa de artesanos, tejedores y comerciantes flamencos sego en flor la crema de la caballeria francesa »- mal pronunciaban como digo, y asi se descubrian. Y con lo que Luis el protagonista pretendía poner al descubierto (sic) « un acento español, francés o gitano » (…) en su indefensa victima….

Lo que se ve seguido justo después –no sin antes haberse dado una vuelta de nuevo por aquel sitio, delante de la vivienda y de romperle los cristales a pedradas…- de una escena de crisis de conciencia de lo mas dramatica, de noche, en su cuarto, solo y como prosternado delante de un retrato de uno de los Obergruppenfuhrer presente sin duda entre las tropas alemanas estacionadas en la zona, en un dialogo o explicación o examen de conciencia de lo mas patético con este último…y con el cuadro o estampa pegado justo al lado, en la pared, de la Virgen célebre del padre Kolbe…

Y en la que parece consumarse en el joven protagonista una sustitucion o reemplazamiento de religiosidades : de la esclavitud/mariana (de inspiracion católico/romana) suplantada –de urgencia- por la sumision (de siervo a su senor), en acto de homenaje y de reconocimeinto de la superioridad (racial) alemana…frente al aspecto espúreo « mestizo » -de « mestizentum »- o contaminado (de catolicismo de latinidad, y en defintiva de hispanidad o de civilizacion hispanica) de aquellos pobres belgas/católicos, flamencos.

Y es lo que va culminar en la escena memorable de las duchas cuando Luis el protagonista se ve ridiculizado -con la aprobación discreta e implicita por lo menos del jefe de escuadra (o de centuria)- por sus propios camaradas, que lo sorprenden despues de ducharse, desnudo y tiritando. Lo que se ve seguido de un nuevo monólogo del protagonista, en el que se trasluce magistralmente lo que se podria llamar el aspecto « manipulado » -artificial y culpabilizante- de la memoria histórica referente al periodo español que arrastran (y a la vez acarician) los belgas y en particular los belgas flamencos :

« ¡Somos un pueblo maldito –exclama-, malditos como los curas, que ofrecen a Dios un apéndice minusculo (disminuido) y por eso no se casan ; malditos como Pepe el sucio (Vuile Sef, delincuente sexual conocido en la ciudad, y personaje estrafalario y de una importancia crucial para una lectura o re/lectura -ideológica e historica- de la novela como la que aqui me tengo propuesto), que antes de la guerra, cuando todavía se podia celebrar el Carnaval en Belgica, se paseaba por las calles disfrazado de bailarina espanola! »…

Despues del incidente, Luis el protagonista decide no volver a poner el pie en la sede aquella, pero el que esto escribe no puede por menos de evocar ante tamaño desenlace ese célebre « compromiso belga o a la belga » (en este caso del autor/protagonista consigo mismo) que a menudo se traduce –como de ello aqui habra sido no pocas veces directamente testigo- en afrenta del pasado español por estas tierras…La guerra entre tanto, tras el parón en el Canal, prosigue su curso en el otro lado, en el frente del Este, con el lanzamiento de la operación Barbarrosa, y Hugo Claus no se priva en recoger el ambiente de expectacion y de entusiasmo que la ofensiva despierta en el padre del protagonista y como él, en un sector considerable de sus comptriotas.

Pero la unanimidad no era (ni mucho menos) completa y Hugo Claus no se recata en describir ciertos detalles o sintomas reveladores de la desmoralizacion en la retaguardia, con la aparicion de los primeros grupos de resistencia, de la Brigada Blanca (Witte Brigade ») -y no roja, dicho sea de pasada- al socaire del lanzamiento de paracaidistas francotiradores, destinados a fundirse y confundirse entre la poblacion civil, en operaciones especiales, aerotransportadas, de lo más arriesgadas. Y ante lo cual cobra un vigor y un releve especial la escena que narra la visita –en casa del protagonista- de un voluntario del frente ruso que habia trabajado en la imprenta de su padre antes de la guerra.

De entrada se ven impresionados por el aspecto marcial del visitante, del cambiazo tan enorme que habia experimentado : delante de ellos, no aquel pobre tipo que habían conocido de antes, sino otro, hecho ya todo un veterano, calzando botas reglamentarias pese a ir vestido (austeramente) de paisano, y con una venda en la mano izquierda, hecha un muñón con tres dedos menos...

Les empieza contando que está de permiso, que ha intentado en vano visitar a su madre que se encontraba fuera, que a seguir se habia ido a visitar a los padres de un camarada, de donde se habia acabado marchando en seguida para no seguir viéndoles llorar, y que empezaba a preguntarse por qué y para qué habia pedido permiso si no habia nadie para recibirle, cuando se acuerda de pronto de Luis y de su familia y decide ir a visitarlos en la esperanza que le acabarian ofreciendo unos buenos arenques con mostaza, a su gusto

« Y dónde vas ahora, dónde vas a pasar la noche? » le pregunta Staf, el padre de Luis, con el alma en un puño, en el momento de la marcha. « ¡Venga, venga Staf, -le responde con grandeza el flamenco/legionario en una de las escenas más imborrables de la novela- la Legión Flamenca no necesita de ayudas, y mucho me extrañaría si no me veo ya comiendo pavo o langosta dentro de media hora, aunque para ello tenga que entrar a saco en el Hotel el Cisne, y freirme a tiros unas patatas en la cocina ! »

Y al que esto escribe y a sus lectores la estampa –señera se me reconocera, y literariamente de lo más lograda- no puede menos de traerles a la mente y al recuerdo, a los « otros » voluntarios, de la Division Azul (2), sus compañeros de armas...

(« Con mi cancion la gloria va por los caminos del adiós, que en Rusia están…»: hoy como ayer, a pesar de la derrota…y a pesar de las distancias geográficas e históricas…)

(continúa)

(1) : las citas de la obra de Hugo Claus que aquí comento, están sacadas de una edicion en neerlandés, publicada en Amsterdam en 1988.

(2): una diferencia de talla no obstante entre divisionarios españoles (Division de la Wehrmacht 250) y legionarios flamencos (de las Waffen-SS) lo fue que los primeros conservaron siempre sus propios mandos españoles, superiores e intermedios, lo que no fue el caso de la Legión flamenca -incluso a nivel de suboficial a veces...- como lo reconoce expresamente el personaje aqui aludido (p. 602) hacia el final de la novela.

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