Juvenal Habiarimana, de la etnia hutu y presidente de Rwanda hasta su muerte el 6 de abril de 1994. De un tono persuasivo y convincente -y pacifico y apacible- en la voz, de la vez que le vi y oí en un programa televisivo viviendo yo ya aqui en Bélgica. El magnicidio del que fue victima junto con el presidente hutu de Burundi en el avión en que viajaban, presumiblemente a manos del Frente Patriótico (tutsi) Ruandés, dio la señal del genocidio del que fue allí victima la etnia tutsi minoritaria en Rwanda (cifrado entre el medio millón y el millón de victimas mortales, y en el que de doscientas cincuenta mil al medio millón de mujeres de la etnia tutsi fueron violadas)
Genocidio rwandés. ¡Aparte de mí ese cáliz! Algo de lo que no quise nunca o casi nunca hablar ni en público ni en privado hasta aquí. Por un prurito de reserva y discreción y de respeto en asuntos internos del país que me dio generosa acogida hasta hoy, y de donde no me vi expulso (como en otros) Ocurre que el asunto sigue dando hueso duro que roer no sólo a los cronistas de la mas rabiosa actualidad sino también a los debates más álgidos y candentes de historiadores y de filósofos. Negacionismo y genocidio rwandés, o en otros términos, comparaciones (odiosas) entre genocidios y genocidios (----) Y me dan ganas de parar el carro, que me pierdo, sí. Una tristeza más, se estaría tentado de decir en la historia como en la actualidad de este triste –léase melancólico- país: no en vano es lo que indica el titulo de la obra más importante y significativa de su moderna literatura, “La pena de Bélgica” (o "de los belgas") De una tristeza como belga (sic), habló, de oídas se me antoja, Francisco Umbral, que salvo prueba en contrario no puso nunca el pie aquí. Conjurando pues esa tristeza (contagiosa, ¡ay de mí!) como lo lograron los soldados de los Tercios de Flandes con “el Invierno” de aquí (lo que es decir lo mismo, “hic et nunc”), en los belgas como en mi, y escribiendo peligrosamente a la vez, es lo que persigo en esta entrada.
Que
de pronto caí en la cuenta que eso era tal vez lo que se me pedía, o en otras
palabras que se me pedía más y no sólo el vivir pacífico y bien obediente y educado
(en subalterno/modelo) aquí. Eso y mucho mas, lo que los belgas -como español- sin decirlo ni darlo a entender,
estaban pidiendo (a gritos) de mi. Alegrarles o aliviarles de sus tristezas, que no otra
cosa es el relativizarlas (sic), comparándolas o poniéndolas en perspectiva, de antídoto
contra todo los que les quita o que les roba –sobre todo a los mas jóvenes- la alegría
y las ganas de vivir. Me escandalicé yo como se escandalizaron tantos con las
noticias que no llegaban entonces de allí, tragándome aunque sólo fuera a medias
el cuento de buenos y malos que los medios nos largaban (sobre aquello, como
sobre nuestra guerra civil)?
Cuento de victimas y de verdugos, que me leí entonces en clave de política religiosa, com lo que (dirán los que aquí me leen) así cabía esperar en mi. Un país, la Rwanda de entonces, especie de oasis o de rodal (Umbral dixit) católico/romano en la negrura de allí –fruto de la colonia y de la misión- y terreno favorito de la pastoral evangelizadora del papa/polaco y de los misioneros –entre la etnia (o pseudo/etnia) hutu- españoles (y españolas) la mayor parte de ellos, a costa de un sufrido y resignado pueblo de victimas, desde los tiempos/benditos de la colonización belga y de sus criterios raciales o “racialistas” (vamos a llamarles así) De hutus (o bantúes), y de tutsis (o “nilóticos”), o de agricultores y de pastores (como lo de Abel y de Caín). Que no hacia falta más para hacerme optar (o decidir) Hoy en cambio me volví un poco más serio en el tema y no veo ya del todo las cosas como entonces así las vi. (…)
Una guerra hipócrita y asimétrica patrocinada y alimentada por algunas potencias occidentales –y el Gran Hermano USA- contra todas las convenciones internacionales, y en la ignorancia y la indiferencia (olímpicas) de la opinion publica del planeta, que sólo el magnicidio aquel acertó a poner en evidencia. El magnicidio y todo lo que aquello dio de si (Continúa)
Jurgen Habermas. Filósofo, y universitario alemán. Puntal de la Escuela de Francfort (un respeto). Protagonista del primer plano contra los llamados revisionistas de la “historikerstreit”, acabó arruinando su prestigio y ganándose una lluvia de acusaciones –de racismo- tras declarar -en el cuadro de la celebre querella- en polémica con Joachim Fest, célebre biógrafo de Hitler-, que el genocidio (rwandés) era natural (sic) al pueblo hutu, lo que no se podía extrapolar al pueblo alemán en la II Guerra Mundial (…)
Miembros
del Primer Batallón de Comandos –en francés de Bélgica, “para-commandos”-, creado con apoyo británico hacia el final de la II Guerra Mundial y formando
parte de la MINUAR
(Misión de la ONU de asistencia a Rwanda) que fueron asesinados el 7 de abril de
1994 tras el atentado que costó la vida al presidente hutu de Rwanda, Habiarimana,
y a los que en la radio –controlada por la etnia hutu- “Mille Collines”
acusaban (sin pruebas hasta hoy) de instigación y participación al atentado: opusieron valientemente resistencia unas
horas hasta que recibieron de los altos mandos de la MINUAR la orden de entregar
las armas, tras lo que fueron apresados y ejecutados
No hay comentarios:
Publicar un comentario