Batallón “Comuna de Paris", de las Brigadas Internacionales- Mayormente franceses y belgas (¡ay dolor!) (….) Una memoria minoritaria (sic) en Francia como se ve ahora en el 150 Aniversario (marzo-mayo 1871), que los republicanos españoles leyeron –y siguen leyendo- como al revés. “La República será conservadora o no será”, declaró no obstante el que aplastó la insurrección. Y el Tiempo y la Historia le dieron la razón
“Rimbaud poeta de la Comuna” era el título sensacionalista en grandes letras, atronador, de la “tercera página” de ABC tras mi entrada en la Universitaria madrileña –Económicas de la Complutense- como un signo de los tiempos y de los vientos que corrían por aquel entonces, otoño del 67 ¡ay dolor!. Como una puesta en guardia o un curarse en salud –que me perdone por el lenguaje de viejas (sic) Francisco Umbral- del diario monárquico español (y madrileño), Y era de la ventolera que se les venia encima, una Comuna en versión española y “a la española” (horror!), que no se logró de un tris dicho sea en honor de la verdad. Y todo eso me viene a la mente a borbotones ante el gran reportaje de ayer del diario francés Le Figaro en recuerdo y homenaje del celebre movimiento insurreccional (de Paris), en su ciento cincuenta aniversario que en ese diario ampliamente se evoca. Bajo el signo de la controversia y de la división. Como lo prueba e ilustra el detalle todo menos anodino que la principal impulsora de todas las solemnidades previstas para la ocasión lo sea la actual alcaldesa de Paris, Ana Hidalgo, oriunda, de Huelva para mas señas, que entiende así rendir homenaje de pleitesía a esa memoria o clase de memoria –¿guerra civilismo marca España obliga?- como si fuera una religión. Guerra de memorias, una trampa (sic) –como la guerra civil española- de la que me escapé o acabe por escaparme , y ahora que echo la vista atrás suelto un suspiro de alivio (mi palabra de honor) ¡Tantos años ya perdido (sic) en ese laberinto lleno espinas y de meandros! aunque no hay mal que por bien no venga, porque fue sin duda lo que me salvo haciéndome tocar buen puerto al final, léase abogando por "una paz de los bravos" (como los franceses dicen) o un armisticio (¡horror!) sin reescribir ni negar –ni robar (sic)- la Historia, en la fidelidad a la Memoria y en la dignidad y en el honor (mío y de los míos). En aras de la (autentica) Reconciliación. No soy neutro ni imparcial en el tema (el de la Comuna), aquí todos lo saben o lo adivinan. Tributario (fiel) al contrario de una memoria histórica en lengua francesa –como en la otra, en lengua española- que era la que fatalmente me entró un poco por ósmosis o perfusión en mis (cuatro) años del Seminario de Ecône. De una especie de compromiso histórico como aquí ya lo expliqué, entre la Memoria –católica, monárquica, "légitmiste"- del tradicionalismo francés, y la de la “Colaboration” (….) En la que se corría un tupido velo o se pasaba más bien de puntillas sobre aquel episodio que viene ahora a recordación.
Y confieso que fue sin duda por eso que me quedó una idea no exacta o no del todo de aquello, como sólo hoy me doy cuenta con asombro y sana curiosidad también (¿por que no?) Los “comuneros” franceses (communards) querían continuar la guerra –contra Prusia, contra Bismarck- pero para ello empezaban declarando la guerra a los suyos, como lo hará un siglo después –¡perpetuo malentendido!- el general De Gaulle. Y en Ecône y digo bien, se pasaba de puntillas sobre ese meollo tan crucial del asunto, limitándose a la superficie o sea a las destrucciones y excesos y vandalismos de los “federales” (fédérés”) que era como así se llamaban ellos mismos los insurrectos con el telón de fondo no se olvide omnipresente -de sólo unos años antes- de la guerra civil americana, más conocida como la guerra de Secesión. “Meterle fuego a las viviendas (barraques) de los ricos”, esa era la consigna de la revuelta y la agitación. Con lo que acabarían –ley de bronce de la Historia- siendo victimas y paganos de su propia desmesura (hubris en griego antiguo), abriendo o destapando así una caja de los truenos de la que sabría servirse el presidente de la República de entonces Luis Adolfo Thiers, especie de coco (feroz) en la memoria del comunismo frances y de los recitales y canciones –por ejemplo de Jean Ferrat- en las fiestas campestres del diario comunista L’Humanité.
Un “vivo” –en ítalo/argentino, “piola”- apenas, que supo (legítimamente) servirse en su provecho –como un Francisco Umbral (cualquiera)-de la situación. Y era que aquel republicano sin mancha ni reproche –desde sus tiempos de periodista opositor, bajo la Restauración, y de escritor e historidor ("Historia de la Revolución Francesa" - supo ver en aquella derrota la ocasión histórica para la sobrevivencia de la Republica francesa como lo vería grosso modo apenas un siglo más tarde –y que no se escandalice nadie – el mariscal Petain. “La Republica será conservadora o no será”, fue su consigna o eslogan, segando así la hierba bajo sus pies a la impetuosa y amenazadora crecida de la corriente monárquica legitimista, mayoritaria en el paisaje francés aquel de posguerra y en la Asamblea “color azul cielo” (militar, bleue horizon) del mariscal (católico y monárquico legitimista) Mc Mahon. Y el Tiempo y la Historia le dieron razón.
O digamos más bien que supo el ponerlos de su parte gracia a una furiosa, o más bien resuelta y sin complejos represión, con la que se ganó a las clases medias y burguesas arrancando así no obstante con la larga cadena de acontecimientos que jalonarían una interminable guerra (mundial) de clases, en un capítulo más de la guerra civil europea (sic) como la llamó Ernest Nolte y como lo vengo glosando yo artículo tras artículo en este blog. Realpolitik, y no otra cosa, que le aseguró el futuro –en Orden- de bienestar y de prosperidad a la sociedad francesa y a la república, la Gueuse –mendiga o pordiosera- como la llamaban los franceses del Seminario de Ecône.
En España en cambio se aprendieron al revés la lección, como lo ilustra la nutrida participación francesa –del lado de los rojos- en nuestra guerra civil, y mejor aún, el nombre de uno de los batallones de la Brigadas Internacionales, de “Comuna de París” O sin ir mas lejos, las estampas mas divulgadas y más emblemáticas -de los parapetos de adoquines por ejemplo- de "la defensa de Madrid" (...) Como ven, la memoria de la Comuna sigue siendo entre franceses y no franceses factor de división.
Hay otra moraleja histórica interesante –entre muchas- que se desprende del reportaje al que aludo al principio del diario Le Figaro. Porque fue allí, fueron ellos los comuneros (comunistas) franceses, los precursores –fuera de toda sospecha-del antisemitismo de izquierda, que en Francia es una verdadera tradición, como lo ilustran alguna de los (más) celebres protagonistas de aquello que servirían de fuente de inspiración al autor de “La France juïve” (Francia judía), especie de biblia de bolsillo en la materia, de Edouard Drumont (dicho sea su nombre con perdón) En España en cambio –verdad aquí error allá, que diría Pascal- los judíos -salvo excepciones dignas de mención- estuvieron de uno de los (dos) lados de las trincheras, judíos españoles o de fuera, qué más da, que la historia traza grandes líneas maestras, para los que las quieran (saber) ver, claro está. Y a propósito, no resisto a pasar de puntillas en las (resonantes) declaraciones que acompañan el reportaje de Le Figaro.
Y son las de un pilar (sic) de la intelligentsia (sic) francesa, como así se le presenta en el reportaje, y referente y referencia intocable e insoslayable en los medios universitarios y de investigaron (en lengua francesa) Y es cuando alude a la explosión (sic) de memorias minoritarias –¿cualquier parecido con la realidad pura coincidencia?-, como la memoria judía (sic) que les ha servido “de aguijón”.
Porque no fue muy distinto –en sustancia, y en otras palabras, en español- lo
que solté hace ya casi veinte años en un coloquio universitario que se siguió a
la conferencia que aquí dio Fernando Savater (en la ULB), que se acogió con un
mutismo de estupor y gestos de asombro y de escándalo en el auditorio, aunque el
orador se dignó devolverme amablemente la palabra (dicho sea en su honor)
¿Mera elucubración histórica o cuentos del abuelo Cebolleta como me soltaría –que parecería que le estoy oyendo- aquí algún trol? No tanto, que estamos o están, en Francia, en vísperas de las elecciones más inciertas y de más difícil pronóstico en toda su historia contemporánea (o historia apenas) Lo que explica el protagonismo de la Hidalgo y lo que no explica o llena de interrogantes en cambio el mutismo en la materia de Marine Le Pen. ¿Fantasmas de la “diabolización”?
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