sábado, enero 16, 2021

¡PARIAS!


En esa obra publicada a titulo póstumo y escrita –a modo de testamento literario- poco antes de su muerte, evoca (enigmáticamente) Umbral al Ejercito como el Coloso Triste. Lo que me pareció adolecer siempre de una glosa o una explicación. Tristes ¿por qué? No es la imagen que nos legó la Tradición, “Fama honor y vida son caudal de pobres soldados.../..." (como canto Calderón) ¿o no?: en la España imperial, sí, en la modernidad en cambio no les queda ni eso, no. Tristes parias –léase siervos, lacayos-, sin libre disentimiento -como cualquier ciudadano- ni libertad de expresión (ni de opinión) Y de honor en entredicho (dicho con perdón)

¡Parias!. ¡Los intocables del mundo antiguo te saludan, de la India milenaria de los Maharajás y del Bhagavad Gita y de los Upanishad! De los que formaban parte –según el consenso unánime en el día de hoy- los gitanos, que me diga “la gente del viaje –“voyage”  (para no faltar)-  antes de su larga cabalgata en Occidente y de su incansable peregrinar. ¡Bah! viejas historias, historietas del abuelo Cebolleta como llamaba –irónico y desdeñosos- a mí y a mis escritos dentro y fuera de este blog, un trol de marca mayor (tormento o martirio chino horror!, ¡qué obsesión, que persecución!), alguien que parecía saber mucho de aquello y de aquellos, y de los primos hermanos de aquellos (¡chisss!) (pero de los que no sabía más que yo) (…)  Historias (para no dormir) –es verdad- de un mundo que en el pasado siglo –tras la I y II Guerras Mundiales- dicen que desapareció. 

Porque si el sistema de castas –o el de las clases/sociales me da lo mismo que me da igual- desapareció al hilo de los cataclismos que se sucedieron en la historia de nuestra civilización, diremos más bien que sólo se dio la vuelta o el giro espectacular –de ciento ochenta grados- y se trasformó (o se travistió) Y si la clase obrera a favor de las conquistas sociales de la modernidad, y de la erupción de nuevas clases –en aluvión- no es ya ni mucho menos lo que era, ni en Europa entera, ni mucho menos –como ya lo señalé y demostré en un libro anterior- en la España de la posguerra, los parias de la tierra –en terminología marxista, la clase obrera, y el “lumpen proletariat” o el lumpen a secas, ,como escribía cuando trataba de ellos casi un día sí y otro no Francisco Umbral-, pasaron en cambio a engrosar grosso modo a los parias de verdad. Pero no sólo ellos, la verdad. Hay otra clase de parias que vino a poner al destape o a descubrir la historia (semi-secreta) de nuestra guerra civil (…), o digamos la historia literaria de aquella, evento (“horribilis) del pasado siglo y como tal, filón precioso o vena inagotable de la creación narrativa y de la imaginación poética incluso, de donde surgen de improviso o como de golpe anécdotas o comentarios de lo más simples elevados de pronto al rango de la mas sensacional revelación (….) 

Como ocurre en la obra de investigación literaria que tanto traje a colación en la entradas de este blog, “Vanguardistas de Camisa azul”, de autoría de una profesora alemana con todas las credenciales habidas y por haber (faltaría mas ¡por Dios!) Y en donde vine a leer el mensaje que difundió a través de las ondas hacia el final de la guerra, el falangista –o franco/falangista (con perdón)- Antonio de Obregón y reproducido justo después, con el titulo de “Nuestros Verdugos”, en la primer posguerra en el semanario falangista “Vértice” (o franco/falangista, sigo pidiendo perdón), que aquí reproduzco con gusto y no se me tome a provocación, consciente del revuelo que suscita y que en la profesora alemana referida era llevado al grado extremo, como un (triste) ejemplo de clasismo (sic) indecente e insoportable (el del bando vencedor) “En Madrid -escribe aquél (y cito de memoria)- no existía la masa analfabeta y enfurecida por el hambre de otras regiones españolas, sino un proletariado señorial y castizo, de los de pantalón ancho, y cine los domingos y folleto marxista en el bolsillo y partida de dominó. Todas esas gentes –continúa- de una economía mucho mas saneada (sic) que la del intelectual y el poeta –como nosotros lo éramos, ( concluye él y lo rubrico yo), -y el estudioso y el universitario se puede leer aún más lejos en el texto (y añado yo) -, eran los que mas nos odiaban. Nos habían declarada la guerra a muerte, sí” (óp. cit. p.374)   

Lo que nos trae ipso facto a la mente una de nuestras últimas lecturas, la de un autor que Dominique Venner –brillante erudito si los haya- cita en su obra ya aquí mencionada sobre el General De Gaulle, y me refiero al autor romántico francés, Alfred de Vigny, de pasado militar (él lo mismo que aquél) Que en su obra celebre de recuerdo inmarcesible en la Memoria literaria –tanto en español como en francés- “Grandeza y servidumbre militares” que siempre oí citar o evocar y que nunca leí (hasta hoy), saca a relucir ese tema del paria, erigido en paradigma o categoría histórica y sociológica a la vez que literaria, entre los que incluye a los soldados y a los poetas (como o fue él, lo uno y lo otro a la vez) 

Así, en uno de los capítulos de la obra citada se evocan los acontecimientos históricamente decisivos de la Revolución de 1830 que dio cuenta hasta hoy en Francia de la monarquía de los Borbones (y del régimen de la Restauración), lo que se dio en llamar “la jornada de la barricadas”, en reacción a un cambio legislativo de tenor represivo, las llamadas “ordenanzas”, en donde el autor se narra a sí mismo paseando por las calles de un Paris espectralmente desierto, surcado de siniestros presagios, y presa a la vez de los más locos rumores y de una sorda agitación, en compañía de un destacamento de la Guardia Nacional y del capitán que los mandaba en misión de mantenimiento del orden y condenado -cumpliendo órdenes o por falta de ellas- a asistir de mero comparsa (o marioneta) impotente y obediente, al triunfo de la subversión, del desorden y de la agitación, entregándose con el autor de esa obra y como queriendo así justificar o a hacer olvidar su triste papel y su actuación, a un bucear en los recuerdos de sus campañas, las de Napoleón –como en la “guerra de España”- siempre en primera línea de frente en las misiones mas crudas –al punto de la crueldad más atroz- y siempre por obediencia ciega al mando y en defensa y salvaguarda del honor. 

En paria sumiso y obediente –e impotente- sin los mismos derechos que la inmensa mayoría de los ciudadanos, de (libre) disentimiento o de libertad de expresión. Como una clase o casta a parte, de intocables -el militar o el soldado en tiempos de modernidad (y de democracia)- o desclasados o excluidos mas bien, por debajo incluso de la clase obrera -o menestrales como diría Umbral-, frente a los que a menudo e involuntaria e inconscientemente erigen una psicológica barrera no por clasismo o propósito deliberado sino por reflejo condicionado o una reacción (legitima) de autodefensa ante el trance o el dilema que la modernidad les depara, no viendo o sintiendo en aquellos más que una mala educación –o un mal olor (“a portería”) como escribe (sagaz, como siempre) Umbral citando y glosando, siempre a disgusto, a Benito Pérez  Galdós (….) Incapaces, faltos de fuerza y de memoria (sic) en cambio de elevarse a la poesía (sic) -que promete- por encima de las clases e independientemente de colores, y de olores, ¡por favor! 

Con la excusa –que todo hay que decir- que los que tenían en frente (o aparte) no eran parias de verdad sino previsibles señores de un mañana que ya acariciaban con la punta de sus dedos (y de su celo amenazante y reivindicador) Pero hay otra clase de parias inédita en la historia de la literatura o en el análisis económico o sociológico, y es la del Paria Internacional (servidor!): la que me habrá deparado el Destino en mis últimos treinta años de vida en una suerte dura e ingrata eso es cierto, pero a la vez en un envidiable y privilegiado belvedere o balcón de observación. Y por eso no veo más que como una fatalidad el que los otros parias, los de verdad, los antiguos Intocables, se crucen fatalmente en mi camino (¡ay dolor!)


 

"Servidumbre y grandeza militares" Una obra esencial de esas que siempre oímos citar y nunca leímos (hasta hoy) Donde se erige el tema del paria en categoría o paradigma histórico, y sociológico: el del poeta –y del profeta-, del noble y del soldado (en tiempos de modernidad) Y de la que brilla por su ausencia otra categoría más actual si cabe, la del Paria Internacional

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