Parque (y estanque) de noche
Luces en la
lejanía
Templo de melancolía
De espejos en la niebla
-¿como no se me ocurría?-
a lo largo del trayecto
de mi expatriación ¡qué vida!
Sobre la Tierra Desierta
como la vi yo aquel día
al principio del camino
entre mil sueños y brumas
Donde deambulé no obstante
libre y sin traba alguna
y donde me forjé mi Yo
fiel a un estilo, y una Fe ¡pura!
Que el Estilo es el Hombre (dicen)
y si a mí me faltó a veces, niña,
No me lo temes, mujer, a mal,
no fue –¡créeme!- culpa mía
Y es que no fue por maldad,
desaliento -¿o por blandura?-
Me falto sólo un espejo
¡El de tu blanca hermosura!
En donde me viese y mirase
¿De perfil, de frente? (augura)
por fuera como por dentro
en tamaña tesitura
la de emprender entonces Yo
solitaria singladura
por los caminos del Adiós
en pos de la Gloria bendita,
la gloria que me robaban
que tanto se me debía,
cubriendo así de una túnica
(en blanco) de la ignominia
la Gloria de un Héroe
-de una pieza, ¡con mayúsculas!-
Lo que soy y yo te ofrezco
A Ti ¡Oh luces de paganía!
(en el Solsticio de Invierno ¡Hurra!)
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