“A la Buena Nueva de Jesús -escribió Federico Nietzsche-, sucedió la de Pablo, la peor de todas”. ¿”Mala nueva” esta entrada de mi blog en contra de la vacunación obligatoria? A la luz de la estrella la anuncio y proclamo más bien, en reacción contra el Covid y sus compañeros de viaje. Que matan la Nochebuena
Un rayo en el cielo azul, así al menos parece que lo verán algunos. Y me refiero a la noticia repercutida en innúmeros titulares y en no menos numerosos cometarios y reportajes de la retirada del proyecto de ley del gobierno Macron –ante la formidable reacción a nivel de la opinión publica francesa tras su anuncio- y era el que contemplaba vacunación (anti-Covid) obligatoria. Y con ello, otra serie de medidas conexas –condicionando la vacunación a los desplazamientos al acceso a ciertos lugares –escuelas- o establecimientos públicos, restaurantes, o al ejercicio de ciertas funciones de orden profesional incluso.
Con el corolario fatal e inevitable en un sistema de democracia tan emblemático como el que conocen los franceses, del (furioso) debate que el anuncio habrá desatado dentro y fuera de la Asamblea Nacional (Cámara baja parlamentaria en Francia) Y fácilmente explicable todo ello de por la sensibilidad mayor allí a nivel de la opinión y comparada a otros países –a las pruebas (en España) me remito- en lo que a la limitación de libertades publicas y privadas se refiere. ¡Abajo la dictadura sanitaria!, el slogan de tan ruidosas palabras, de esas que se ponen a volar nada más soltarlas, habrá sido lanzado por un diputado del Rassemblement National –heredero del Front National- haciéndose así eco como en pantalla amplificadora de las inequívocas posturas de parte de las mas destacadas figuras de su formación, todas las tendencias confundidas –a izquierdas y a derechas- a ambos lados de la línea divisoria que polarizan al interior el partido tras la evicción o expulsión de Jean Marie Le Pen del partido dque el fundó, su nieta Marion, y su hija Marine. La primera denunciando la creación en ese proyecto de ley de ciudadanos de segunda clase (sic), a saber, los que se negarían a vacunarse. Y denunciando la segunda las medidas anunciadas –por el ejecutivo de Emmanuel Macron- por su carácter (sic) liberticida.
Como un soplo de aire fresco –el que nos viene ahora del otro lado los Pirineos- ante la inminencia de la tesitura de la vacunación forzosa que están anunciando a bombo y platillo aquí en Bélgica. ¿Qué pensar? ¿qué pensamos nosotros mismos –sin escudarnos en opiniones o posturas ajenas por autorizadas que se vean- cuanto al fondo, de este asunto tan espinoso, con todos los reflectores enfocando inmediatamente aquellos que osen levantar (incorrectamente) la voz, y más aún los que la venimos levantando en este y otro asuntos de la actualidad mas candente y borrascosa? No importa. Vincit Omnia veritas, esa es mi devisa como algunos ya saben. En nombre de la Verdad mi postura pues, y también de la libertad amenazada so pretexto de pandemia, nos atrevemos a pronunciarnos contra la vacunación obligatoria (o forzosa) IN DUBIO LIBERTAS, el lema de los viejos escolásticos que se reviste por su honda sabiduría de sorprendente actualidad las horas que corren y que data no obstante de mucho antes del estallido de la Revolución francesa.
Materia dudosa (sic) –todo lo que se relaciona de cerca o de lejos con la gestión sanitaria de la pandemia (o simple epidemia) en la que los Big Media no consiguen a pesar de los esfuerzos furiosos y de tamañas campañas –de propaganda o adoctrinamiento- propiamente grandiosas- ganarse el convencimiento de la opinión pública, como así parece indicarlo la retirada del proyecto francés, y como lo ilustra el titular (y el contenido) de un articulo -con relación de origen, Hospital de la Asistencia Pública de París, pero sin firma- en la edición de hoy del diario francés Liberation -fuera de toda sospecha (conspiracionista o conspiranoica )-, en la que un medico francés del centro aquél, empeñado en primera fila o en la misma línea de enfrente (o eso dice él) en la lucha en un hospital de París contra la pandemia, exclama (por escrito) “¡Vacúnense por favor!” ("S’il vous plaît, faites-vous vacciner!"). Como un ruego o una (angustiosa) súplica. Sin faltar una pica o una coz –en esos medios se diría como un conjuro o exorcismo de rigor- contra el célebre Doctor Raoult. Y es en donde llega (sorprendentemente) a confesar su autor que se negaron a aplicar el tratamiento prescrito por aquél a base de la hydroxicloroquina en un paciente de su servicio de reanimación, que falleció, y ello pese a los ruegos y las lágrimas y los gritos (sic) de los suyos la noche aquella (de su fallecimiento) y todas las que precedieron para que se le administrase–lo escribe él (a mi que me registren). Y lástima –añade- que no dispusieron de la vacuna que ahora se anuncia. Como una pócima mágica o un elixir, lo que ahora nos están anunciando desde todos los cuadrantes. Y como un corolario –o confesión- de todo ese relato tan trágico que el diario francés mencionado no duda en revelar, vienen ahora las acusaciones que lanza de nuevo la Orden o Colegio de médicos en Francia contra el celebre doctor Raoult, y algunos de sus seguidores.
¿Por qué ahora?, una cuestión que no encuentra más respuesta que en el contexto de la campaña en curso en pro de la vacuna obligatoria. Y tal vez sobre todo del caso trágico de fallecimiento del paciente que en el articulo de Liberation se menciona, y del libro de un virologo francés (uno más) en defensa del tratamiento de la hydroxicloroquina (asociada al antibiotico azytromicina) : no soy médico ni especialista en la cuestión como para dar en el tema un juicio cierto, en el plano clínico o científico. Tanto más que como afirma el médico (anónimo) más arriba citado, la Medicina no es una ciencia exacta. Lo que en España al menos parece que algunos -¿muchos, pocos?- olímpicamente olvidan. Y lo menos que se puede decir es que los numerosos expertos o especialistas que se leen u oyen se mostraron flagrantemente incapaces en punto a cualquier grado de claridad o convencimiento hasta la fecha en la materia.
Me creo en cambio mínimamente solvente para abordar la espinosa cuestión en un plano u óptica en la que me conozco (un poco) y es el de la política o el de los aspectos claramente políticos que ofrece el caso de la vacunación obligatoria que nos ocupa. En estrecha relación –y no se escandalicen algunos- con el desenlace o digamos mas bien el psicodrama –de carácter eminentemente mediático- estrechamente ligado al (presunto) desenlace de las elecciones norteamericanas. Trump y el trumpismo (secreto a voces) se ven puestos en la picota de la prensa global –en su variante “mainstream”- con el telón de fondo de su pulso con Xi-Ji-Pinh, y de la guerra bacteriológica (made in China) que -salvo pruebas en contrario- habrá desatado a escala mundial la erupción y la extensión (vertiginosa) del corona virus a las cuatro esquinas del planeta.
Y a cuenta, sobre todo, de la estrategia o diplomacia sanitaria (sic) que la China popular viene llevando adelante –y con éxito- siempre con la pandemia por medio. Eso es un dato irrefragable que a nivel de la clase política no se excusa el omitirlo u obviarlo por sistema como lo estamos viendo. Y esa es la razón o una de ellas muy determinantes que nos llevaban a tomar partido –o a poner una pica en Flandes, dirán también algunos- en este asunto tan melindroso. Por negarnos a hacerle el juego de la manera que sea a la China popular (y comunista) y a sus designios de dominación mundial que están espectralmente saliendo a destape a los ojos atónitos (o aterrados) de la opinión publica a escala del planeta. Y lo es por razones de sentido común unas, de índole sanitaria o clínica otras, y sobre todo de una postura o posicionamiento de tipo político o claramente ideológico. Sin trampa ni cartón. La vacunación obligatoria, gran dilema de nuestra época. Que zanjamos de la forma que aquí todos ya saben. Por nuestra cuenta y riesgo. Y en conciencia. Política e ideológica. Y de política religiosa. Y en defensa (cerrada) de nuestra civilización europea, blanco y victima (salvo prueba en contrario) de agresión bacteriológica
El doctor Raoult vuelve a ser acusado por la Orden (Colegio) de Médicos franceses. ¿En reacción o en respuesta al caso trágico del fallecimiento de un paciente de 40 años al que se rehusó –pese a las suplicas y pedidos (y lágrimas y gritos) de sus familiares- el tratamiento a base de hydroxicloroquina? Junto a él se ve emplazado también otro reputado virólogo francés por haber declarado que los enfermos del Covid son una ganga (sic) –o el jackpot (sic)- para los médicos de cabecera, y que los que se oponen al tratamiento de la hydroxicloroquina -"burócratas de la Salud" (Santé)- están pagados por la industria (Big Farma) farmaceutica. Vox populi vox deii
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