Leon Degrelle. El
26 septiembre de 1939 en el Velódromo de Amberes, dio un mitin -de su partido REX- en olor de
multitudes, en francés, a un auditorio de lengua flamenca (neerlandesa). Un acontecimiento magno en la crónica de la época aquella, que marcó (hondo) la Memoria de sus habitantes. El
proyecto del Nuevo Orden para Bélgica –unitario o unionista- era el de una
Marca occidental, sin separatismos ni barreras lingüísticas. Lo que obvian olímpicamente
hoy los nacionalistas flamencos ("flamingantes"), herederos y legatarios de las formaciones y
partidos flamencos de la
Colaboración, que esgrimen hábilmente hoy de coartada –a través
de sus corrientes diversas- la postura republicana y las pulsiones separatistas.
En Bélgica o en Cataluña.
Bélgica en la encrucijada. Tras meses de crisis política el país entero se encuentra ante la crucial disyuntiva: o la crisis se eterniza, o se precisa y concreta el chantaje flamenco (y separatista) Es el mensaje que se desprende de los último acontecimientos, del (probable) anuncio de la formación de una coalición pluri/color –“Vivaldi” la llaman aquí (con alarde de imaginación)- y de la manifestación de protesta (y demostración de fuerza) en las calles de la capital de la UE y en el limite –del lado flamenco/neerlandófono- de la frontera lingüística que roza (por el Sur) la aglomeración de Bruselas, junto al estadio del Heyzel que a los oídos de los aficionados en España, no les suenan seguramente de nuevas. Separatismo flamenco o la pesadilla que no acaba ni en Bélgica ni en Cataluña.
Y tratando de ponerle fin nos vemos de golpe dispuestos a coger el toro por los cuernos. Al toro (bravo) de la Historia, o del pasado que no pasa, el de la Segunda Guerra Mundial, entre españoles como entre franceses y entre belgas (….) Pasado de la Colaboración, siempre en ascuas y que de nuevo humea. Las formaciones que hoy por hoy componen la mayoría hegemónica en Bélgica zona flamenca y que tratan (en rabiosa concurrencia) de liderar el frente del rechazo a la (posible) nueva coalición federal (tachada de anti-flamenca y “fransquillona”), léase tanto la de la corriente nacionalista moderada –la N-VA-, como la más radical extremista (Vlaams Belang, el antiguo Vlaams Blok), son una y otra herederas políticas e ideológicas -y por la vía biológica(de la descendencia) incluso- de aquellas que optaron sin equívocos por la Colaboración al producirse la Ocupación alemana. Un secreto a voces -vox populi- que se resisten no obstante a asumir los líderes y portavoces de las formaciones mencionadas.
Lo que habrá acabado desatando las lenguas tras cristalizar en graves crisis internas, e intermitentes, como me lo dio a entender –en voz baja- una figura señalada del (antiguo) VB ante mi (gran) sorpresa después de contemplar en los años que aquí llevo, de observador avizor de la mas rabiosa crónica de actualidad diaria (tal y como dan fe de ello a diario estas entradas), la manera de como algunos se niegan a la evidencia. En plata, la N-VA es heredera de otra formación hoy desaparecida y de gran peso e influencia en la política belga cuando yo aquí llegué, la Volks/Unie, heredera a su vez del partido mayoritario en Flandes durante la Ocupación, VNV, a la que el pasado aquel hizo acabar en pedazos, por implosión, como lo puso de manifiesto la lucha final por el liderazgo de la nueva formación que polarizarían un antiguo líder de la VolksUnie, comprometido por hecho (o delitos) de Colaboración –“in casu”, la asistencia a una reunión (a puerta cerrada) de nostálgicos de las Waffen SS belga flamencas- y el antiguo gerente (por encargo) de la formación en esa fase de metamorfosis (y de desguace), de notorias opciones separatistas –en Bélgica como en el País Vasco y en Cataluña-, que como cabía de esperar acabo llevándose el gato al agua (….) A buen entendedor –reza el refrán español- pocas palabras sobran.
Y para el autor de estas líneas no podía estar mas clara desde luego la lección de aquello, del desenlace aquél, y su moraleja: de un pasado que llevan los nacionalistas flamencos a rastras que no les deja ni a sol ni a sombra y amenaza a cada paso de jugarles –como a Johan Sawens- una mala pasada. Con los inquisidores del sistema a la que salta, y que no pasan ni una (ni en broma) en ese tema (…) Tal y como lo ilustra en el incidente aquél, del recién nombrado –antiguo alto dirigente de a VolksUnie- obligado a dimitir en plena lucha por el liderazgo de la (nueva) formación, rebautizada, y dejando así el paso a otro, al que tenían -él y los demás- como un subalterno (…)-, y fue por haber asistido a aquella reunión de camaradería de antiguos de las Waffen SS flamencas, entre himnos (de recordación) y vasos de cerveza (…), en serio, que aquí en Bélgica es como las cosas así se pasan y como se ajustan las cuentas (…) (…) Y en la otra formación –el antiguo Vlaams Blok, aliados, compartiendo desde hace tiempo fracción/técnica con el Frente Nacional (de Jean Marie, y de Marine Le Pen) en el Parlamento Europeo- coexistirían, con las antedichas tendencias de la Colaboración, otras aún más radicales y extremistas, como la del Vlag (en español, traduciendo del neerlandés, la Bandera) partidarios de la adhesión incondicional al Nuevo Orden y al III Reich hasta en la fase final de la guerra (…) Y misterios de la política belga o enigmas –y esfinges- de su historia, los moderados con vistas al ayer se muestran los más radícales en la dirección separatista, para con Bélgica igual (insisto) que con Cataluña (….)
Y se desata (fatalmente) así una puja al alza entre esas dos formaciones rivales a cual más radical y extremista y separatista, en la situación en el País Vasco ayer, y hoy en el tema de Cataluña (….) O lo que es lo mismo, a costa nuestra (….) Y eso es lo que explica –léase en clave de Colaboración, que nadie se engañe- la actualidad política belga en relación con su crisis política. En clave de historia belga y de actualidad catalana (…) O lo que aquí viene a ser lo mismo, de Leyenda Negra antiespañola
Staf Declercq. Líder del VNV, principal formación del nacionalismo flamenco en el periodo de entreguerras y –del lado de la Colaboración- durante la ocupación alemana. Y francofono (bilingüe) -nota bene- sin mancha ni reproche (y sin acento), como me lo aseguró en Bruselas un viejo rexista que le había conocido personalmente (...) En la biografía que le dedicó el historiador Bruno De Wever –hermano de Bart De Wever, igualmente historiador, líder de la N-VA, y jefe de gobierno hasta la ultima crisis belga (de notorias simpatías por los separatistas vascos y catalanes)- pude leer que Staf De Clercq y Leon Degrelle sellaron un pacto de no agresión en abril de 1937, a raíz de la campaña de prensa internacional que desató el bombardeo de Guernica (y del enorme revulsivo consiguiente). Lo que llevó a la retirada de REX –el partido de Degrelle- de la escena política flamenca pese al innegable eco y seguimiento –y los contundentes resultados electorales conseguidos hasta entonces- en aquella comunidad lingüística en Bélgica. Como una constante o parámetro fijo en la historia contemporánea y en la crónica de actualidad más reciente aquí: el compromiso “a la belga” por cuenta de España y de sus asuntos internos. Y (mayormente) a costa del ennegrecimiento –y falsificación- del pasado español de los belgas
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