La plaza (rebautizada) “Black Live Matter”, justo delante de la Trump Tower, en el centro de Nueva York, que la izquierda americana, el Black Power, y el poder global quisieron convertir en una Puerta del Sol (versión americana) de cuando el 15-M, y en una temible arma electoral contra el actual presidente. Sin éxito. Gracias a la intervención hábil y eficaz (y contundente) a la vez –en Nueva York mucho más que en Madrid-, de la policía norteamericana, actuando con rapidez, “a la que salta”, e impidiendo –al contrario que en la Puerta del Sol- que la plaza desbordase y la situación (insidiosamente) se saliera de madre (como con los indignados españoles) Y evitando así a la vez imágenes o instantáneas que comprometiesen sin remedio –ante el electorado norteamericano y la Prensa global- la imagen del actual presidente, en las vísperas electorales tan cruciales en la que los Estados Unidos se encuentran. Una batalla –la de la Ley y el Orden-, que Donald Trump está en trance de ganar por lo demás, al cabo de la agitación racial –y al borde de la guerra de razas- que el escándalo Floyd habrá desatado dentro y fuera de los Estados Unidos. Trump (¿quien habló de eso?), no se da por vencido. Quedan aún minutos de juego, con la pelota en el alero. Digan lo que digan las encuestas y los medios (en el mundo entero)
Mi artículo anterior pudo sonar a algunos de mis lectores como una hábil forma de desmarcarse de mi parte –de posturas anteriores- ante la incertidumbre que parece planear sobre las elecciones americanas. Si es así, lo lamento. Las dudas que en dicha entrada venían fatalmente a reflejarse no obstante, se habrán disipado los dos últimos días, al hilo de la actualidad más candente y rabiosa, pendiente de un hilo del futuro desenlace en las elecciones americanas. Y confieso que habrá contribuido no poco a disiparlas la larga entrevista concedida a la Prensa global por el anterior consejero en materia de Seguridad Nacional de Donald Trump, John Bolton, y difundida con gran realce –y en primera página y a toda plana- en España por el diario el País (como no cabía menos de esperar), o en la edición de hoy del diario francés (puntero) “Le Figaro”, sin darse cuenta tal vez del flaco servicio que (a mi humilde juicio) prestan con ello a la causa demócrata (del partido demócrata USA, me refiero)
Así, cuando ante la pregunta del entrevistador (francés), el consejero (en desgracia) reconoce los trances decisivos aun por tener lugar como lo son el futuro nombramiento –crucial y decisivo- de vicepresidente en la candidatura demócrata (de Joe Biden), o los debates (varios) televisivos –cara a cara- de los dos principales candidatos presidenciales, y en lo que el ex – consejero releva una profunda desconfianza hacia el candidato demócrata aludiendo a la considerable facilidad –que (dice él) se suele desestimar- del partido demócrata de darse un tiro en el pie (como quien dice) Y esta aún la guerra comercial todavía en curso –más allá del Covid (en tono a Huawei y Tik Tok), que acaba de tomar un nuevo giro con la noticia de la compra de esta ultima -bajo control y supervisión presidencial, principal beneficiario de la operación- por Microsoft, de lo que Trump parece -tras un periodo de apatía e indecisión aparente -alimentadas en la especulación por cuenta del Covid, que vienen entreteniendo los medios- estar tomando de nuevo la iniciativa.
Y está sobre todo, la agitación racial degenerando in crescendo en guerra de razas, ante lo que la actual presidencia USA ofrece todos los visos de no consentir en dar su brazo a torcer, y lo que le permite a Donald Trump de emerger de candidato de la Ley y del Orden, ante amplios sectores de la sociedad y de la opinión publica americana, con los réditos electorales aún por ver, y que no son de despreciar de modo alguno en ningún (serio) análisis de politólogos sobre las elecciones americanas. Como lo ilustra el episodio en extremo emblemático de la Plaza Black Live Matter en el centro de Nueva York justo enfrente de la Trump Tower que la izquierda y el poder global querían (a toda costa) convertir en arma electoral contra el actual presidente, a imagen y semejanza de lo que ocurrió con los indignados de la Puerta del Sol en Madrid, o –en Nueva York- de Occupy Wall Street. Sin éxito. (continúa)
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