El tiempo que se va (¡qué obsesión!)
pegándose a trozos (¡cruel)
en esquinas y esquinazos
por donde yo entonces transité,
escuchando yo la canción
fetiche, del tiempo aquel,
de aquella voz ronca y viril
que me anunciaba, sin yo saber
que me daba la bienvenida
a este pais ¿qué otro podía ser?
Por donde iban mis caminos,
Insólitos y desiertos (¡j…!)
Por donde yo me cruzaba,
y a donde me llevaban también,
lo que sólo poco a poco
(de sudor frío) acerté a comprender:
a dónde me llevaban,
presa de un destino (¡es mi fe!)
tan atípico ¡cielos puros!
¡De vocación grandiosa” me habló aquel! (…)
Y me pongo a mirar al cielo
¡noche de estrellas a granel!
Solo yo en medio del bosque
de un mundo amargo a beber
Y veo y reconozco mi estrella
Allí, siempre fija, siempre fiel,
Y junto a ella veo la otra
Tu estrella amor, ¡brillo y jaez!
Solo y despierto en la noche
en medio del bosque, ¡créeme!
donde me siento seguro
en la oscuridad (¡yo el rey!)
Rey o tu príncipe/azul,
princesa, luz de atardecer,
tan ufano y tan seguro de ti,
que tú me sabrás comprender
que sabrás leer mi poesía
poesía grande, grande y joven (¡eh!)
en estos versos valientes
sin miedo a nada ni a nadie (¿o qué?)
(Todo lo que te quería decir
¡lo que pronto o tarde te diré!)
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