sábado, julio 25, 2020

DEFENSA DE LA MONARQUÍA

El monarca anterior, Don Juan Carlos, se ve (escandalosamente) objeto de una operación de acoso y derribo, por cuenta –y no exagero- del sexto (y del nono) mandamiento. Y de un chantaje -de faldas- vil y maloliente. Lo que le costó el trono, todo ello –Don Miguel Primo de Rivera interpuesto- a su predecesor, y lo que pagamos –con una sangrienta guerra civil- todos los españoles. Que eso es –en el fondo- lo que muchos no le perdonan. Eso y no sus trapicheos (menores, comparativamente hablando) de orden financiero
Cayetana Álvarez de Toledo, siempre en primera línea en el Parlamento y en la calle de la portavocía de su partido el PP se habrá visto –apuesto que a regañadientes- enfrascada en el (álgido) debate que se ve impulsado a la chita callando –y a través de innúmeros tentáculos- desde la Moncloa, sobre la Monarquía y por cuenta de los escándalos en los que se ve envuelto el anterior monarca (emérito) rey Juan Carlos (I). Un monarca –secreto a voces- que no fue nunca santo de nuestra devoción, lo que nos da más fuerza moral si cabe a la hora de partir un lanza a ciegas sin tapujos ni reservas- en defensa de la institución que su persona y su familia y dinastía representan. Y de su misma persona. “Lausanne me legitima ante el mundo”, hace decir Umbral a Francisco Franco en su “Leyenda del Cesar Visionario”, a cuento del manifiesto en aquella ciudad balneario suiza hacia el final de la Segunda Guerra Mundial (19 de Marzo de 1945) de Don Juan de Borbón, padre de Don Juan Carlos y abuelo de Felipe VI el actual monarca. Donde aquel abogaba por una
salida monárquica del régimen surgido de la Victoria en la guerra civil, algo así como un potente balón de oxigeno o balsa de salvamento –pese a las apariencias (o guardando las formas)- que a la larga se iba a revelar providencial salvador, y a las pruebas me remito, y fue en la medida que Franco supo –aunque le escociesen (en lo más vivo) varios párrafos del texto e incluso la tonalidad del mismo- a agarrarlo a tiempo, revelando así amén de sus aptitudes de caudillo o jefe militar, su fino olfato político con pocos parangones en estadistas contemporáneos, si no es con el general De Gaulle del que nos hemos venido ocupando en este blog y a lo largo de varios artículos.

No obvio con ello en absoluto el debate no poco bronco y áspero -hasta extremos a veces de patetismo- entre las diferentes corrientes al interior del anterior régimen, -en el que no oculto que tomé partido, en privado como en publico, presa de la educación (joseantoniana) que yo como tantos y tantos de mi generación recibimos y del ambiente que se respiraba en los ambientes políticos o apolíticos- que fueron durante los años de mi adolescencia y primera juventud los míos (y de los míos) Desde entonces, como decía Federico Nietzsche, todos nos hicimos (mucho) más serios en las cosas del Espíritu –o en la Política con mayúsculas, que viene a ser mas o menos lo mismo. Como quiera que sea, el debate lo dio Franco, en la década de los cincuenta –y finales de los cuarenta- por concluido, como lo ilustraría, primo la ley fundamental de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947) y secundo, el final de la carrera política de José Luis Arrese –con su cese de Secretario General del Movimiento (25 de febrero del 57) tras su vuelta a los círculos de poder a raíz de la crisis de régimen de febrero del 56 (sucesos de la cale de San Bernardo) lo que supondría a la vez el entierro de su proyecto constitucional –de signo nacionalsindicalista (y neo/republicano)- que alimentó las esperanzas y los sueños de los mas recalcitrantes de los sectores falangistas joseantonianos.

Desde entonces vivimos en España al ritmo -o a la sombra- de una Nueva Restauración que no se atrevió nunca a decir su nombre por culpa de la mala prensa -a mayor gloria de la Republica (primera)- rayana en la “damnatio memoriae” que (injustamente) arrastraba entre la mayor parte de los adictos del régimen anterior la (primera) Restauración, que fue su predecesora (lo mismo que su principal figura, Isabel II) (…) Monarquía hereditaria, que lo fue históricamente la Monarquía española: con matices lo que aquí dejamos sentado, como nos los impone el carácter electivo (sic) de la Monarquía visigoda, y tal y como lo exhuma en el recuerdo el manifiesto “Germanos contra bereberes” de José Antonio Primo de Rivera. Donde se evoca la más pura tradición de derecho germánico –de las Mannerbunden- en que se veía inmerso el sistema sucesorio de los monarcas visigodos, en una referencia explicita incluso a la aclamación (sic) de la que se veian objeto los monarcas electos –que hoy llamaríamos caudillos- "alzados sobre el pavés" por las manos y las lanzas de sus pares, los guerreros aquellos  (….)

De la monarquía electiva de la España goda (o gótica) al caudillismo contemporáneo, una tesis que merece reflexión y (re) elaboración entre aquellos que abogan por la defensa y la actualidad de la Monarquía, tras las huellas del teórico y defensor del caudillaje, que fue el jurista, filósofo –discípulo de Carl Schmitt- y diplomático brillante, Javier Conde. Un nombre, un autor de otra época se me objetará, revestido no obstante de una sorprendente actualidad los días que corren. Tiene a fe mía serias y augustas credenciale, es cierto, la postura o el postulado monárquico de nuestros días.
Charles Maurras. Su obra de juventud “Enquête sur la Monarchie” (“Encuesta sobre la Monarquia”) se reviste de una sorprendente actualidad en España los días que corren. Donde lanza un ataque implacable contra el régimen republicano acusado de pillaje y de saqueo –y reparto- de todos los recursos morales y físicos del Estado y de la Nación. ¿Y qué decir de la tan añorada por algunos aquí II República? Spain is different? (No lo niego, por supuesto)
Y aquí en España muchas de aquellas – de la mano del que fue un (entusiasta) discípulo y seguidor, Eugenio Vegas- conducen por rara coincidencia allende los Pirineos: a la persona y a la obra de Charles Maurras, el teórico contemporáneo más interesante y de mayor actualidad en defensa y rehabilitación de la Monarquía (….) En su obra “Enquête sur la Monarchie” (“Encuesta sobre la Monarquía”) Maurras recoge un sondeo periodístico de actualidad (de su cosecha) entre autores franceses contemporáneos de renombre, con los que acertó a poner, en Francia, la cuestion monárquica en el candelero de la opinión publica. Lo que mutatis mutandis está consiguiendo el debate que se trae entre manos en España la actual clase política (o una parte de ella, de izquierdas, que me diga) Y lo hizo el líder neo-monárquico francés con una critica implacable a la par del sistema republicano acusado “de pillaje y saqueo de los recursos morales y físicos del Estado y de la Nación”. Lo que en España ilustró al pie de la letra “la Republica del fango y de las lagrimas”, de la que algunos se muestra tan nostálgicos de nuestros dias.

Cayetana Álvarez de Toledo, marquesa, de un linaje (español) de la mas alta alcurnia- tiene razones y motivos sobrados –objetaran algunos-para salir en defensa de la Monarquía atacada. Lo que le honra, pensamos otros. El autor de estas líneas en cambio lo hace por un instinto (reflejo) de legitima defensa, de ver seriamente en peligro uno de los pilares fundamentales –con la nobleza, la milicia y la Iglesia (o lo que queda de ella)- de la Nación española que invocaba en su texto tardío más arriba citado José Antonio Primo de Rivera (…) “Monarquía, iglesia, aristocracia ponen nerviosos a los intelectuales de izquierdas, de una izquierda que para estos efectos empieza bastante a la derecha. No es que sometan esas instituciones a critica, es que, en presencia de ellas, les acomete un desasosiego ancestral como el que acomete a los gitanos cuando se les nombra la bicha” (Germanos contra bereberes, de José Antonio Primo de Rivera) Los pueblos que no aprenden de la Historia están condenados a repetirla

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