viernes, marzo 20, 2020

¡¡¡VIVA EL REY BORBÓN!!!

Víctor Manuel (III) de Saboya, ejemplo arquetipico o paradigma del rey felón. Coco, u ogro - “bête noire” en francés”- de los fascistas (y neofascistas) italianos (a los que dejó en la estacada al final de la Segunda Guerra Mundial) y por mimetismo o efecto de simpatía (de aversión o antipatía mejor), de sus amigos españoles y del republicanismo o nacional/republicanismo de estos a imagen del de la Republica Social de Saló. Niego la mayor: nada que ver entre los Saboya y los Borbones, enemigos jurados en España, como en Italia (la prueba, el Nápoles hispánico y las Dos Sicilias, un poco de memoria histórica, por favor)
Mucho más masones los Saboya que los Borbones, ¡por Dios!

“Que no queremos no, reyes idiotas que no sepan gobernar, implantaremos sí, porque queremos, sí, el estado sindical, ¡Abajo el R…!” Con esa tonadilla –y esa consigna final- que muchos aquí reconocerán, mecí parte de mi juventud (primera) en las filas del FES, de los que me aparté, de lo que no reniego, y de los que arrastré no obstante un tatuaje republicano -o nacional/republicano- hasta hoy a modo de herencia o legado semi/inconsciente, subliminal –¡menuda fabrica (alegre) de tatuajes (falange/auténticos) el FES!-, que me parece llegada la hora de arrancármelo o de borrármelo (a la vista de todos, y sin faltar) Y es porque no me veo asi (después de mucho pensar) Ahora menos que nunca, en esta hora tan grave y acuciante en la vida de la Nación –en estado de alarma (o de excepción)- agravada más si cabe aún por la operación de acoso y derribo –cualquier parecido con la realidad (la más reciente) ¿pura coincidencia?- de la que se ve objeto, la figura suprema de la Nación y del Estado, Felipe VI de Borbón.


¿Borbones masones? ¿Y quiénes no? Me refiero a dinastías reinantes en el mundo de hoy y que consiguieron sobrevivir al derrumbe generalizado – de tronos (y altares) (como un castillo de naipes)- lo que ya de por si es un grande logro ¿o no? Y entiendo el estar, con este articulo a vuelapluma o de tecla “a la metralleta”, partiendo una lanza por la institución monárquica y también por la dinastía puesta ahora mas que nunca (seriamente) en cuestión. ¡Monárquico dinástico y además borbónico!, ¡quién te ha visto y quien te ve, Juan Fernández Krohn!,  exclamarán aquí al leerme algunos, a los que sin duda -a ellos como a otros- debo yo una explicación (que no justificación, eso no) Borbones de España y Francia, o la historia entremezclada de dos países vecinos –e inseparables-, igual que hermanos (a pesar de Napoleón) Y no es un azar si sale aquí a relucir el Corso de cabellos lisos que tanto odio e incomprensión mutua nos legó. Desde aquel Dos de Mayo –“efemérides antieuropea” la llaman ahora (fuera de toda sospecha) medios de izquierda allí-, que tanto ruido armó (y tanta sangre vertió) ¿Y los Borbones en eso? Tan poco o nada (de nada) -chismes o bulos o  leyendas aparte- como el actual monarca en la pandemia que se nos vino encima, y que se nos habría venido igual si a la Sanidad –y no digamos al gobierno en mano- le hubieran dado unos cuantos millones de más, para camas, respiraderos o qué sé yo.

Y consciente –me curo en salud de inmediato- del reproche que aquí me puedan hacer algunos de falta de contacto o de no estar (del todo) al tanto de la situación que allí se vive por razón de mi expatriación, me visioné hoy muy de mañana de cabo a rabo –en Youtube- una tabla redonda de la actualidad mas candente en “La Ratonera” con dos pesos pesados (entre otros) del periodismo político en los medios patriotas, Armando Robles y Santiago Fontenla, poco sospechosos de simpatías dinásticas ninguno de los dos, a los que hay que añadir –de oficio diría yo- un carlista navarro, Javier Garisuaín, que a mi gran sorpresa se mostró mucho mas indulgente con el actual monarca de lo que me esperaba, comunión en la misma tradición borbónica obliga, diría yo.

En plata o en román paladino, los Borbones fueron –en la rigurosa verdad de la historia- responsables (aparentes) de que España perdiera la hegemonía o el cetro de la supremacía mundial en el concierto de naciones occidentales tras la Guerra de los Treinta Años que fue una guerra de religión en resumidas cuentas –como lo tengo (ampliamente) explicado dentro y fuera de este blog-, y fue por culpa de aquello de “Paris bien vale una misa” –que aquí expliqué también- del primer monarca (francés) de esa familia, Enrique IV de Borbón. Eso, que nadie o casi ni nadie en España recuerda –el fondo de la historia o de la intriga me refiero- ni los más ardientes antimonárquicos o nacional/republicanos –como lo era yo- es rigurosa e históricamente cierto, por mucho que la Santa/Madre o el Estado (léase, el Reino) -más los primeros que los segundos- lo cubrieran de un tupido velo de silencio hasta hoy o del más espeso de los tabúes, en nombre del Padre y del Hijo y del Papa de Roma (que ya conocen aquí todos mi canción) y no lo recuerdan porque la verdad entera (y verdadera) de la película aquella era que en el origen de tan fatal y tan trágica intriga –por lo crucial y decisiva- se encontraba la Santa/Madre –léase el General (italiano) de los jesuitas- y no precisamente un Borbón (….)

Eso es cierto y también lo es -por eso que la Historia escribe (también) derecho con renglones torcidos-, que tras de aquello, España quedó relegada a nivel de las esferas de influencia y del poderío mundial por debajo de la Monarquía francesa, y también lo es, que precisamente por aquello, la monarquía francesa se hispanizó. Hasta el punto que los historiadores y académicos extranjeros (fuera de toda sospecha) pueden hablar libremente hoy de “Francia española” (“La France espagnole”) , o lo que es lo mismo, de “las raíces hispánicas del absolutismo francés”. Con lo que vemos que las cosas no son tan simples, como reza la leyenda negra –y falaz a fuer de piadosa- que trasmitieron entre muchos españoles de padres a hijos, por cuenta de Francia, de los franceses, y del nombre y de la casa de Borbon. Pero vengamos a la realidad de la actualidad mas cadente que ya oigo el reproche de algunos que me acusaran a no duda de irme por la tangente o por el tubo de escape de la Historia y de la Memoria procelosa (y engañosa, por propia definición)

Y en el (álgido) debate al que hago alusión que seguí atentamente con los cinco sentidos puestos como digo, brillaron por su ausencia lagunas enormes, silencios ensordecedores, como el papel en todo esto de la China popular el ultimo o de los últimos estados oficialmente marxistas (leninistas) de la tierra. Algo evidente pese a los tabúes, hasta el punto que el presidente norteamericano Donald Trump con su facundia proverbial sin pelos en la lengua, ha empleado (por fin) el lenguaje que nadie –entre los que mandan- se habrá atrevido hasta hoy a emplear. El de la guerra. Con lo que nos devuelve pura y bruscamente a la realidad. Estamos en guerra. Y es de estado de guerra y no de alarma –o de (encubierta) excepción-, de lo que cabría hablar. De guerra bacteriológica (sic) –dicho sea entre paréntesis- hablé hace nada, justo antes del presidente Trump- en este blog. ¿España –y su sistema actual heredero de una forma u otra del régimen anterior-, en el (privilegiadísimo) punto de mira (o mirilla) de la China popular (y comunista) tan lejos y tan cerca por razón de la (interminable) guerra civil? No creo en las meigas pero hay las, Que asi lasa cosas de golpe (y cómo) se nos aclaran. que no queremos ir a la zaga del presidente Sánchez empeñado a toda costa –en los consabidos términos de derecha e izquierda (en suma, de guerra civil)- en ideologizar (sic) el debate en torno al corona virus, en una desesperada huída adelante a medida que las cifras de los muertos –ancianos los más de ellos- se amontonan y una palabra como una consigna se hace oír y distinguir poco a poco de la cacofonía ambiente, cada vez mas perceptible y más fuerte, la de ¡Dimisión!

Otra laguna o silencio del debate de “La Ratonera”lo fue relativo al confinamiento, léase al estado (encubierto) de excepción, y de la constitucionalidad y justificación de una medida (tan chocante, digan lo que digan en loa medios de opinión) que de forma tan draconiana –“manu militari” incluso- el gobierno se empecina en su puesta en aplicación. ¿Una repetición general de un escenario insurreccional –en el telón de fondo de la (interminable) guerra civil-, con todo el mundo (aturdido, abrumado y deprimido y agobiado) recluido en arresto domiciliario? (….) Las cosas les serian así mucho más fáciles, no me digan que no. Y no niego que son los años (mas de uno y dos) de reclusión forzosa, léase de prisión, a los que hay que sumar otros de (libre) enclaustramiento que fueron mis años –y los que inmediatamente le siguieron- del seminario tradicionalista de Ecône, lo que me habrá hecho más receptivo en el tema que muchos otros o más alérgico –para dejarnos de eufemismos- a cualquier forma de coerción a la libertad (elemental) de movimientos, y de desplazamientos (dentro y fuera de una celda o de un cuarto o habitación) La sacrosanta libertad de salir a la calle –sin meterse con nadie ni contagiar a nadie, y sin toques de queda "republicanos""- que el gobierno socialista y guerra civilista parece que nos quiere (a toda costa) quitar, y que nos acostumbremos a ello primero. Libertad no de manifestarse, sino de salir simplemente a la calle al aire libre, lo que ni Franco nos quitó. Gobierno guerra civilista y liberticida ¡Dimisión!

Ni niego tampoco en esta afirmación de lealtad que sorprenderá (o escandalizará) a algunos, la marca indeleble de mis años en aquel seminario tradicionalista francés, inmerso todo aquel tiempo en la Memoria (francesa) de la Colaboración (en la Segunda Guerra Mundial) y también -sólo caigo en la cuenta ahora-, la Memoria (borbónica) del legitimismo (“royalisme”) francés y de "la Restauration" (1814-1815, 1815-1818), un `periodo histórico frágil y breve (y dos veces bueno pues) que aquellos católicos (tradicionalistas) franceses –mis compañeros- vivian y evocaban y recordaban como un milagro, una divina sorpresa o qué sé yo. Y mientras los muertos se amontonan, gritemos pues como en la más pura (y milenaria, y europea) tradición, ¡Alto a la traición! ¡Viva el Rey! VIVA EL REY BORBÓN!!!

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