El film -modelo de corrección política e histórica, faltaria mas- sobre Omar Mukhtar, el líder de la insurrección libia contra la presencia colonial italiana nos fue proyectado –en doblaje portugués- a todos los reclusos en la prisión portuguesa de máxima seguridad de Vale de Judeus, estando yo allí preso (1984-1985). ¿En un brindis dedicado a mí? El caso es que el otro recluso/estrella (léase preso politico, que no se reconocen en democracia, más que en los medios y gracias a ellos) (....)- –junto conmigo- Mohamed Rachid (y no recuerdo qué más), de la guerrilla palestina (y del grupo nota bene Abou Nidal) a la salida del film tuvo conmigo un (ligero) desplante, mirándome fijo con aires de sorna y de desafío, como si fuera yo entre aquella masa (informe) de reclusos el único a deber darme por aludido ¿Quien le iría a decir que su héroe favorito (a todas luces) entonces, el coronel (libio) Gadafi que hizo de Omar Mukhtar icono principal de Libia (la Jamahiriya) bajo su régimen, iba a caer no mucho después –torturado y despedazado (en nombre del Islam nota bene, de la forma tan atroz que pudo ver el mundo entero)-, en las manos de sus verdugos. No precisamente militares (y colonialistas) italianos (los malos de la película para casi todos aquellos espectadores)
Libia y sus desiertos, más “lejanos” que cercanos, pero no tanto que nos impida oír sus llamadas, tanto como las que se puedan oír pongamos un ejemplo del lado de Marruecos, y ello aunque no seamos italianos. Italia arrastra allí un contencioso histórico si no tan viejo, sí tan encrespado y complicado como en el que entrenemos con Marruecos nosotros los españoles. Visto ello desde un paralelismo histórico cultural geográfico y no sé qué más que habrá puesto de relieve ante mis ojos atentos y curiosos la crisis –de guerra civil larvada- que atraviesa aquel país, leyendo la prensa italiana. Y el otro día me encontraba yo cenando (un decir) con un reportaje sobre el tema en el diario romano "La Repubblica" (liberal, radical masónico, de izquierda moderada) que reproducía las declaraciones sobre la crisis libia del nuevo y flamante (33 años) ministro italiano de asuntos exteriores, Luigi Di Maio, del que traté –junto con su anterior compañero de gobierno Matteo Salvini- en una de mis recientes entradas. Un nuevo, novísimo –los franceses le dicen “parvenu”- en el mundo de la política y ahora ya también en ese otro mundo más, mucho más, cerrado y elitista de la diplomacia, tras muchos años en el paro, y no en un paro digamos normal sino en una situación de exclusión casi absoluta, como las del lumpen proletariat (léase desclasados, según los definían o describían Engels y los marxistas, sin conciencia de clase obrera alguna), lo que por paradójico que parezca tal vez sea lo que le haya abierto las puertas de la política y de la diplomacia, al precio o a riesgo no obstante de verse así metido en las aguas profundas de una grave crisis internacional como la libia, la mayor o de las mayores tal vez- y más azarosas, y peligrosas- que habrá conocido el mundo en décadas de posguerra.
La batalla de Tripoli (1912) de la guerra libio-turca fue una de las repeticiones generales de la Primera Guerra Mundial y sirvió de motivo de inspiración y tema central de su creación al futurismo (filo-fascista) de Marinetti. Y el protagonismo turco allí vuelve de nuevo ahora a la actualidad mas candente con el "pacto marítimo" de Erdogan (integrista musulmán) de oferta de ayuda militar a una de las facciones enfrentadas en la guerra civil libia –frente al pro-ruso Haftar- a cambio de una redelimitación de las aguas territoriales libias, y a costa (entre otros) de Italia y Grecia (y Egipto) Y de España (…) Efecto/llamada o de emulación para Marruecos -que no se habrá hecho rogar dos veces- en las Islas Canarias (…) En el contexto -incandescente- de “la invasión (inmigrante) silenciosa”
Y a fe mía que en la imagen que se da de él en el reportaje que acabo de mencionar –a tenor de las declaraciones y de la foto que le acompaña (quién te ha visto y quién te ve, quién eras, y de dónde vienes)– no se puede por menos decir que está dando la talla. Por su tacto y circunspección no cabe más diplomáticas, por su óptica confesadamente "Real Politiek", y sobre todo por la conciencia plena y lúcida que sus palabras destapaban de la responsabilidad o de la misión que sigue reservada –por múltiples razones- a aquel país, en un botón de muestra más que evidente de memoria fresca y bien despierta, léase de memoria histórica italiana. De la historia de Italia y de su capítulos reservados a aquel país en la ultimas décadas. Y en concreto, de su experiencia colonial en esa zona oriental de la geografía norteafricana, en Liba como en Eritrea o en Etiopía (también llamada Abisinia) y todo ello antes aún –seamos justos ecuánimes y objetivos- de lo que la desencadenó, como parece haberlo sido la toma de la capital libia, Trípoli, arrebatándola así al Imperio turco otomano en fase de crecida o de expansión entonces en el Mediterráneo, a lo que puso un dique la intervención italiana, preñada como lo estaría de consecuencias. Y de la importancia y trascendencia en todos los órdenes de aquella hazaña bélica (italiana) –poco o mal conocida o estudiada (y olímpicamente ignorada) entre españoles- da idea el que ella sirviera de motivo de inspiración o leitmotiv principal de una de las principales corrientes artísticas y culturales a principio del pasado siglo, a saber el futurismo, componente primerísimo y esencial del fenómeno de las vanguardias y del mayor relieve en el ambiente cultural del Ventennio, la larga era de paz (y de prosperidad) de la Italia fascista.
General Rodolfo Graziani, comandante en jefe y gobernador militar en Libia durante el Ventennio (octubre 1922-julio 1943), e incondicional hasta el fin del régimen fascista y del Duce Mussolini. Presidente de honor en sus últimos años (1953) del MSI, partido neofascista. Uno de los chivos expiatorios de predilección en el capítulo libio de leyenda negra anticolonialista (y anti-occidental y anti-europea, y por ende anti-española). Todo lo más (malo) que hizo fue inspirarse y querer imitar a Escipión el Africano y a los grandes centuriones, héroes militares del Imperio romano, sus antepasados en línea directa: Tan grande no fue su pecado (ni su culpa). Convidado de piedra en todo caso de los protagonistas -de primer plano - de la crisis libia en la actualidad, y de su guerra civil y de sus más atroces escenarios (…) Como el de la suerte reservada –en nombre del Islam (…)- al coronel Gadafi. O como el de la invasion (más o menos) silenciosa en curso en las costas europeas, y españolas
Y habida cuenta de lo que precede no son de extrañar ciertos rasgos inconfundibles –por ejemplo el protagonismo turco en el plano militar tanto como en el diplomático, que se diseña por detrás o justo al lado de la Rusia de Putin, o mejor dicho en un frente a frente en el contexto álgido y dramático de la crisis de los refugiados –en proveniencia principalmente de aquel país la mayor parte de ellos- que le ha alcanzado en la frente al país de la otra orilla del Mediterráneo que tienen ellos más cerca (…) Y todo en una sucesión –como un tsunami- de ondas de choque in crescendo que amenazan con no dejar ileso, inmune o indiferente –de Italia a España pasando por Francia o Alemania- a ningún país de la Vieja Europa (…) Tal y como parece probarlo e ilustrarlo a la vez, a las mil maravillas, la agravación o el recrudecimiento de la crisis diplomática entre España y Marruecos en las Islas Canarias y del contencioso que arrastran los dos países por cuenta de las aguas territoriales junto a aquellas costas, y de sus fosas marinas.
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