En un certero y penetrante –y apasionante- trabajo histórico sobre España en la Primera Guerra Mundial de la pluma (significativamente) de un (joven) profesor francés de la Sorbona, y en la enésima prueba del interés de investigadores del país vecino en nuestra historia –y en nuestro presente y no en nuestro pasado sólo-, se aborda la actitud de España –de neutralidad real y ficticia por partes iguales- durante la Primera Guerra Mundial, y el cual se termina (sibilinamente) por una alusión a nuestra guerra civil, de a menos de dos décadas después de la terminación de aquella, la cual se presenta de forma alternativa, finamente, a la francesa –sin comprometerse, como a escoger por el lector- como la repetición general (sic) de un conflicto futuro o la repetición general (sic) de un ejercicio anterior. Y yo –como diría Umbral- me inclino por esta segunda fabula. Así, como queriendo darnos la razón, aparece casi en simultáneo otro articulo muy relacionado –en el (muy correcto) Huffington Post -fuera de toda sospecha- bajo el no menos significativo titulo, “La Primera Guerra Mundial ¿una derrota de España?”, con el que se viene a romper estrepitosamente un tabú cuidadosamente resguardado y salvaguardado por la historiografía en curso en lengua española y lo es por esa especie de juicio a priori o de postulado (cuasi) inamovible que nos barre de entrada la ruta en busca de las estrechas y más que evidentes relaciones (de causa a efecto) - entre la Segunda (y a fortiori) la Primera Guerra mundial y la guerra civil española. Y que me perdonen (una vez más) Stanley Payne y Pio Moa.
¿Primera batalla de la Segunda Guerra Mundial la guerra civil española? Y saben aquí todos como pienso. Y como por el hilo se saca el ovillo, por qué no ver también en nuestra guerra civil –“répétition douloureuse d’un conflit passé", la llama ( y no como la “repetición general de un conflicto futuro”) el profesor francés- como el epilogo o (casi) como el desenlace- de la que precedió a la Segunda Guerra Mundial, de la Primera (la Grande Guerra)? Y confirma e ilustra a la vez lo que aquí decir pretendo –o insinúo- el desastre de Anual al que el diario ABC dedica –a modo de sensacional (o sensacionalista) revelación- un artículo en uno de sus últimos números. ¿Quien tuvo la culpa de aquello? La madre del cordero o como lo del huevo y la gallina, la cuestión sempiterna que el diario madrileño viene a levantar de nuevo. A base de nuevas –o no tan nuevas, como refritos más bien- revelaciones sobre el tema siempre en ascuas, y me viene la mente –no sin un cierto bofe de nostalgia y melancolía, por lo febril y apasionante como recuerdo aquella lectura (veinte años ya que pasaron)- el brillante y espléndido trabajo de un historiador militar sobre “La Historia secreta de Annual", en la que luce por su ausencia el testimonio –del general Villalba Riquelme- que saca a relucir en su articulo el ABC ahora, (casi) inédito sin duda pero con el que de una forma u otra viene a llover(se) sobre mojado, y es con el (sempiterno) folletín (de izquierdas), de la Comisión de responsabilidades, y qué sé yo, y del informe del general Picasso comparable o equiparable al mencionado.
Lo del huevo y la gallina ya digo, conjeturar o epilogar -como los franceses dicen- de este lado de la barrera, léase sin llegar al nivel de mando apropiado (donde se tomaron las decisiones), en el plano táctico además –discutible y resbaladizo por definición-, obviando así la cuestión estratégica (mayor), y otras que gravitan de cerca sobre ella y lo son las de naturaleza claramente de política interior y exterior (…) Porque se diría que el monarca llevó su irresponsabilidad y su afición desmedida a jugar a los soldados –en la imagen que difundieron y cultivaron sus adversarios (a la izquierda sobre todo) con la mayor profusión- hasta unos extremos capaces sólo de provocar desprecio y befa y e escarnio (e irrisión) ¿Y qué fue si no? No más que una huída a la desesperada, o hacia delante, en la situación trágica, patética de aislamiento en la que nos puso el desenlace de la Primera Guerra Mundial, algo que los historiadores –por regla general- se obstinaron inexplicablemente en obviar hasta hoy, como digo, como si no mereciese la más minima atención. O es la impresión al menos que llega al ciudadano medio o al simple lector (…) Y las pintadas todo menos inocentes –como las dirigidas contra Assad, que desataron la guerra (civil) en Siria tantos años después-, con las que se recibieron en las calles de Paris a Alfonso XII en vista justo terminado el conflicto en la capital francesa -contra el rey ulano (sic)-, sonaban forzosamente en los oídos del monarca como en los de tantos otros a manipulación y a amenaza e intimidación. España manipulada (sic), España dolorosa (sic) glosa certero el referido profesor (...)
Un signo más apenas, es cierto, a los ojos del monarca y del gobierno español de entonces, de la voluntad francesa de desestabilización (sic) y de un cambio de régimen (sic) como no dejaron de denunciarlo en la fase final del conflicto y como el articulo del profesor francés citado no deja de recoger sin querer quitarles a aquellos (toda) la razón (…) Y cómo evitar tambien que no les sonaran más que a imposición (o “diktat”) o a clara y grave advertencia, la declaración francesa a la terminación del conflicto que "en Marruecos no hay más que un protectorado", o de sutil amenaza, de parte del Ministerio británico de Exteriores -apuntandonos con el dedo (acusador), como en la ONU veinticinco años después, para mayor verguenza y confusión, y en señal de premonición funesta, y de biblica vindicación (...)-, de que “España era el país que menos había sufrido en la guerra” (...) No fue un acto de frivolidad irresponsable, de parte del monarca, ni de halago o adulación cortesana en el general Silvestre, no: la decisión de avanzar tras las líneas enemigas buscando así explotar al máximo lo que le parecía al alto mando una (aparente) victoria, respondía sobre todo a un motivo (elemental) de prestigio –de cara al exterior-, y de legitima defensa de nuestros (legítimos) gobernantes de entonces frente a lo que cobraba a ritmo vertiginoso todos los visos de una gravísima maniobra de desestabilización. Tal y como la Historia al final lo demostró.
Alto ya pues de una vez a las especulaciones vanas y gratuitas de quién tuvo la culpa de aquello -como las que nuestros (altos) mandos nos soltaban tan ingenuamente en el campamento de la Granja (1980-1981) ¡ay dolor!- o de a quién tenemos que echársela el conjunto de los españoles todavía hoy. Annual fue la última derrota (española) de la Primera guerra Mundial y detonante último (y supremo) de la guerra civil del 36, primera batalla de la guerra (mundial) que vino después. Y así todo se explica y sin ello no se explica nada, que es de lo que se trata tal vez. Y que me perdonen ya digo, quienes tengan que perdonar
ADDENDA En el análisis de mi entrada anterior, se omiten un punto que conviene sin
embargo resaltar, la experiencia colonial francesa y en particular, su
conquista de Argelia (1830), que sonó el final de la Restauración el mismo
año, en un proceso histórico que se acabó saldando –en 1848- con la caída de la Monarquía y la proclamación
de la II República:
un escenario que hizo soñar sin duda al gobierno francés (republicano) -a costa de España, y de un cambio allí de régimen- - cuando el Desastre de
Annual. ¿Y por qué la historiografia en curso omite por sistema un tan flagrante y descarado -y a la vez revelador- contexto internacional? (...)
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