Escribo esta entrada con el pie en la escalera del avión que me va a llevar a pasar unas (breves) vacaciones en Suiza, un país donde viví –y soñé- como todos o casi todos aquí sabéis cuatro años de mi vida: ¿Y por qué no las pasas en España? ya oigo aquí a alguno (buen duende o trol)- Y me siento en la obligación de dar pronta respuesta a ellos, habida cuenta además que no quiero ignorar aquí el que me diese (un poco) por aludido con el mensaje hace unos días en mi cuenta FB de un buen amigo (y camarada) que hablaba del europeismo sedicente (sic) de algunos .y no me nombraba a mi y sí en cambio al CEDADE, pero como si me hubiera nombrado, ya digo. Y no voy a explicar aquí los impedimentos –de índole personal- que me desaconsejan o disuaden o a posponer obligan el escoger la Península de mi lugar de vacaciones ahora, sí en cambio dar aquí o confesar las razones de mi lugar de elección (o predilección). En Suiza, como digo, viví cuatro año (intensos) de mi vida, en el cantón del Valais, y luego transité durante casi un mes cuando salí de la cárcel portuguesa (en diciembre del 85) en Lausanne, igualmente en Suiza francófona o “romana” –la “Romandía”- (cantón de Vaud) Me gusta Suiza además –lo confieso (como en una declaración de amor) la Suiza que conozco, que acabo de nombrar, ligada a mi trayectoria personal. Y me gusta más si cabe ahora que la veo en (serio) peligro de desaparición, léase de verse anegada (en primera línea como se encuentra) por el aluvión de la invasión (migratoria) silenciosa (no europea)
Y no sólo eso, me gusta Europa y por eso tal vez me siento bien como en casa (o casi) cuando cruzo los Pirineos. Como el buen mosén Mariné –de la parroquia de San Félix que evoco en mi libro sobre Cataluña- que se presentaba en su automóvil siempre, por cierto, por buenas autopistas y carreteras, en un santiamén sonriente y relajado y no con la impresión de derrengadura y la sensación de expatriación invariablemente reflejada en el semblante de los demás españoles (no catalanes) que visitaron –estando yo allí- el seminario de Ecône. ¿Más europeos los catalanes que el resto de los españoles pues? el debate sigue siempre abierto y la polémica está servida (…) aunque los que han leído mi libro (“Cataluña en guerra”) saben de obra mi postura y mi repuesta (que no) Hay que comprenderles a los unos y los otros, y también hay que comprenderme a mi ¿por qué no? Me siento en casa (aunque no siempre y no del todo) no como Pío Baroja, tal y como lo señalaba (agudamente) Umbral que reprochaba aquel el dárselas de europeo –o de más europeo que los demás españoles-, por su germanofilia (a base de Nietzsche del Superhombre y que sé yo), como buen vasco, que el resto de los españoles- y le faltó tiempo cuando se vio –cuestión de semanas-expatriado del otro lado de la frontera, de escribir a Franco en persona rogándole encarecidamente su repatriación previo pedido cabe suponer de excusas -por su actitud o postura (no poco ambigua) durante la guerra civil- a titulo de arrepentimiento (político) y de retractación. Me siento en casa en Suiza pues, y también en Bélgica donde he vivido treinta y dos años de mi vida (treinta y dos) y donde solté (mucha) baba y espuma y saliva por la boca (“en francés, “baver”) y pese a eso, sigo vivo, quiere decirse que lo soporté. Viví también unos cuatro años en Francia donde luché y me di a conocer , en los sitios donde residí –mayormente Rouen (Normandía) , y en la periferia urbana –“banlieue”- (noroeste) de la capital (París), lo que no es fortuito o simple casualidad o fruto del azar mis lugares franceses de residencia si se tiene en cuenta que están –los sitios donde residí yo-englobados dentro de ese Norte (Nord) atípico y un tanto aparte a fuer de hispano, léase enclavado dentro de los territorios históricos de la Flandes francesa y de los Países Bajos hispanos (Pays Bas espagnols) Y además de allí, me di a conocer a la opinión publica francesa en la prensa impresa (de la mayor difusión, "Le Figaro·)– cuando mi gesto de Fátima y también años después en televisión (en TF1, programa de “reality show”) ¿Razón ultima de que me sintiera mejor mas en casa allí que en el resto de los lugares –de paso o de residencia fugaz- en Francia, donde residí? Por cierto que no digo no.
Y residí también Portugal todos aquí saben como y por qué (¡ay dolor!) y también en Argentina de donde huí, y ¿por qué? A fe mía que bien no lo sé. Preferí pues -no tengo más que rendirme (a mí mismo) a la evidencia - Europa (por cima de los Pirineos) a America –léase la América ex hispana (o Hispanoamérica o Latinoamérica) al contrario que muchos españoles, españoles, sobre todo, de mi cuerda, lo que me da a mi y a los que aquí me leen, qué pensar, lo reconozco. ¿Me siento "por en cuanto" –como los portugueses dicen- menos español?. Por supuesto que no. Lo mío me habrá costado sin embargo –el mantenerme así (semper ídem) y no tengo por qué negarlo aquí. Y me explico a continuación. En un debate animado en mi cuenta FB se filtraba el convencimiento casi unánime de los intervinientes de que España perdió (sic) la guerra (mundial) en el 45. Tal y como yo lo vengo manteniendo (dicho sea entre paréntesis) en mi blog. Y uno de ellos afirmaba que se le reveló esa verdad (histórica) ignorada, o negada y rodeada de (mil) tabúes, cuando se inició el terrorismo de la ETA, con lo que demostraba ser buen lince y mejor observador. Y leyendo aquello me decía para mi que lo mío fue en efecto, mucho más tardío. ¿Cuando a ciencia cierta catalizó en mi, por mi parte, ese proceso de toma de conciencia (y catalizador)? Y no tengo mas que rendirme a la evidencia aquí que fue sólo al cabo de varios años de expatriación, de espectador del espectáculo penoso y un tanto insufrible de ver a los españoles –o español/emigrantes como yo les llamo (años sesenta)- aquí invariablemente tratados de ciudadanos de segunda (o de tercera) -o de subalternos de primera (lo mismo me da que me da lo mismo)-, y de lo más contentos, plenamente consintientes, como una segunda natura en ellos o condición (y todo sin dejar de guardarse aquí las formas, por descontado, que impiden y penalizan severamente aquí el mas leve atisbo indicio de trato desigual discriminación) Perdedores o vencidos en resumidas cuentas, desde hace varios siglos además, se dieran cuenta de ello o no (…)
Camilo J. Cela escribió de emigración anodina (sic), pero yo soy más severo, en mi análisis o veredicto (cargado de razón) Y fue sobre todo por la experiencia (ingrata) del trato (obligado) y de la cohabitación semi forzosa con españoles aquí –a los emigrantes (años cincuenta y sesenta) y sus descendientes me refiero, ante los que me tropecé o di de cabeza sin falta contra un muro de desconfianza o de reticencias, y una impresión de echar (ante mí) el freno de mano al primer contacto, cuando no de rechazo o de claro boicot, se me dirá que exagero, y estaría tentado de decir que si, pero habida cuenta que no es la impresión que dejaron ellos en el conjunto de la población belga que los recibió de brazos abiertos y no tuvo nunca o casi nunca que quejarse de ellos, de una cualquiera actitud de repliegue de su parte o de cerrazón, y habida cuenta tmbén de mi experiencia mayormente postiva grata y satisfactoria con la poblacion nativa de aquí, debo concluir fatalmente pues que la excepción (atípica e insólita) –que confirma la regla- que es la que vengo a representar para ellos yo, lo es, o tiene de razón de ser, simplemente el que veían en mi sobre todo un español – léase un español de los otros, léase de los malos, en la barrera o en la línea de trincheras heredada de la (interminable) guerra cicvil ay dolor! Y todo ello, insisto, en un claro y flagrante contraste con el trato que recibí de belgas y de residentes aquí de otras nacionalidades (como español) ¿Exagero? Ya digo que no.
Nunca –digo bien nunca- el más mínimo guiño o gesto de su parte y no hablemos de empatía o de solidaridad (¡pero que digo!) cada vez que me vi emplazado aquí en los medios por un causas o por otras pero siempre en unas campañas de linchamiento y denigración en las que siempre iba por delante –como sobreentendido o evidente por demás- mi condición de español. Y lo `prueba –uno más a penas entre innumerables botones de muestra,- el que la primera vez que me vi aquí puesto en la picota en los medios, el periodista que me dedicó uno de aquellos (sensacionalistas) reportajes que por cuenta mía aparecieron entonces, comentaba (un tanto intrigado) que en los bares de uno de los barrios españoles de aquí, repetían sin parar –como en una video- las secuencias del programa informativo en que aparecía yo, ante un silencio de los telespectadores (españoles) atronador (…) Nada, nunca, ya digo. Y a pesar de ello me sigo sintiendo español fuera, ya digo. Un español por los cuatro costados –pese a mi apellido de Krohn- y un poco sui generis a la vez, porque en Europa (léase por cima de los Pirineos) me siento bien, y porque me gusta –y lo prefiero- turismo en suelo europeo que en los lugares más exóticos (y más de moda) de otos continentes. Y porque soy consciente de llevar todo el tiempo que vengo residiendo aquí, haciendo patria fuera, y asumiendo a la vez la imagen mas dura y difícil –y arriesgada y melindrosa (y peligrosa (y sé de lo que hablo)- para los compatriotas que aquí residen. La de un Don Juan (español)
Supongo que a usted le interesará conocer este texto, porque da idea de como se está fomentando el separatismo también en el Sur de España, la antigua BETICA de HISPANIA: está aquí:
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