Noche de Carrusel,
de luces de candilejas,
de esas que sólo conocen
tus (más) devotos, Bruselas
De esas que alegran el alma
tras la grisalla (¡horas hueras!):
¡ganas de vivir de nuevo!
¡Magia de instantánea eterna!
En lo más hondo de la noche,
en la apartada calleja,
que levanto la vista al pasar,
y ambulando, te veo ¡Bella!
Y los malos pensamientos
–¡negras ideas!- se van, vuelan,
Y el sol en su ocaso ríe
viendo alejarse tu silueta
Escurriéndote, yo diría,
a la sombra de la iglesia,
como apartándose a tu paso
Y te deja a tu aire, libre y suelta
Señal infalible (inequívoca)
que la hora ya se acerca
que el tiempo sin/Tiempo (alta/mar) (...)
ya se marcha ¡enhorabuena!
Y sola (y libre) se yergue
la Obra “en negro”(blanquinegra)
La que dejaré yo al marchar,
la que hizo mi amor de ti ¡Nena!
Y me puse a contemplarla:
a contemplarte de cerca
de espaldas, quieto (e inmóvil)
sin seguirte (o perseguirte) ¡No temas!
Y me puse de nuevo
-¡nobleza obliga, poeta!-
a descansar contento (¡oh sí!)
de la Obra –“en negro”- bien hecha
y en la búsqueda incansable
de mi identidad y mis raíces, ¡qué idea!:
que mi ADN lo eras tú amor
¡Mi luz entre mil tinieblas!
(Y Universo de mis sueños, fiera)
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