Iluminarias se apagan
despacio sin avisar (¡tunas!)
sin despedirse de nadie
Y entre ellas íbanse el sol, la luna
Y enmudecieron más voces:
del cantautor maravilla,
esa voz de las palmeras,
cual eco amable (de la Argentina)
Y con él muero (un poco) yo
Y se va también la poesía
que me abría sus caminos
¡Y me marcó rumbos, mi vida!
Y una enorme ausencia (y vacío):
la de unas voces amigas,
la de una voz tierna y fuerte
ronca y honda, femenina
¡Voz de mujer, rara, sin par
fina y distante la tuya!
Que se hace oír de lejos
En el silencio y la penumbra
¡Astros magnos y voces
que hiciéronme fiel compañía
de telón o banda sonora
de otro mundo, en mi otra vida!
Y las evoco sólo ahora
Cuando me acechó la negrura
Y es que lo vi todo negro
(más aún que lo veía)
En el silencio fantasmal
de unas noches más que frías
de los desiertos del mundo
¡qué soledades (benditas)!
En donde salgo a tu encuentro
-¡la Polar, mi única guía!-
entre rugidos lejanos
cuales gruesa artillería
Me plantaré allí, ¡lo juro!,
de centinela, a tu escucha
en una espera angustiosa
que me exige sangre fría
de lo que seré capaz
y me verás allí, vida mía,
como un estatuario inmóvil
cuando suene la estampida
Cuando se hará oír tu voz
muy tarde, "chtónica", nocturna,
como me habló a mí aquel dios
entre estertores de agonía
"Dios me habló” sí aquella noche
-¡pobres lecturas “malditas”!-
Igual que me hablará tu voz,
Mujer, a la hora de la cita
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