"Con la Iglesia hemos topado querido Sancho", se debe estar diciendo Zelenski a suponer -mucho suponer?- . que se haya leído a nuestro Cervantes. Quinientos monjes -quinientos- de la iglesia Ortodoxa ucraniana ("canónica") -fiel al Patriarcado de Moscu- se insurgen en el centro de la capital ucraniana negándose a obedecer las órdenes terminantes del gobierno, de desalojo del monasterio de las Cuevas de Kiev. Un flanco -el de la política/religiosa- que puede revelarse crucial y decisivo en la guerra en Ucrania, guerra patriotica y geopolítica, y ante todo guerra de religión -en defensa de la Otodoxia, y contra los cismáticos disidentes y contra el catolicismo uniata- como lo dejé repetidamante sentado en est blog
Monasterio de las Cuevas de Kiev, ahí queda eso. Que hay nombres que lo dicen todo a fuerza de ancestrales -y de telúricos-, y de poder remover así nuestros anhelos -de espiritualidad, de pureza de religión- y de bucear en el baúl de nuestros recuerdos. Y confieso contarme entre la inmensa/minoría que rechazó el concilio vaticano segundo como una empresa insensata y como una criatura extraña, intrusa, y es la de aquellos (muchos) que nos pusimos a mirar entonces de soslayo, de refilón y de puertas afuera, del lado de la Ortodoxia siempre fiel a sus ritos y a sus dogmas (y a su pompa litúrgica), y proa a los cambios de la época y a los terrores de la Historia. Y entre las diversas formas o iglesias (autocéfalas) de la Ortodoxia, mi atención acabó centrándose en la Iglesia ortodoxa rusa -del Patriarcado de Moscú-, y en el contencioso (sordo y no menos tenaz) que protagonizaron con el papa/polaco (Karol Wojtyla) por su proyecto (mesianico) de viaje a Moscú, que en el interminable pontificado aquél vino a ser como su buque insignia (...) "Viaje de Estado", lo calificaron sardónicamente los popes ortodoxos de allí, zanjando asi la disputa tras la caida de Gorbachev que a aquellos persiguió y en quien el papa Wojtyla tenia no obstante puestas sus esperanzas (y complacencias), en el colmo del desvario y de la y la sinrazón y la utopía.
Un referente, una señal, como un baliza o un bote salvavidas desde entonces para mí, la iglesia ortodoxa rusa. Que me guiaría en mis incursiones en el mundo de la Rusia de Putin -tierra incógnita (hortus conclusus) para mí también- y en el laberinto de las crisis internacionales en las que se verían envueltos y en particular en la que abrió la guerra en Ucrania, guerra de apariencias políticas o geopolíticas y de un fondo semi-oculto de guerra de religión como lo destapé repetidamente en este blog. Lo que se pone clamorosamente de manifiesto ahora con el nuevo frente que se le habrá abierto a Zelenski dentro de su misma capital, de los monjes -unos quinientos!- del monasterio de las Cuevas de Kiev, que se niegan a abandonarlo, pese a las órdenes terminantes de desalojo del gobierno ucraniano bajo mil pretextos o subterfugios legales, acusados los monjes de espionaje (y de no sé cuantos horrores más) y reos sobre todo de propagar y predicar entre la masa (nutrida) de sus fieles una narrativa de la guerra allí, claramente favorable a la postura (pro) rusa y a Vladimir Putín. Lo que suministra como de rebote un baza valiosa al mandatario ruso, y es lo que ilustra la reacción del ambajador ruso en Washington protestando por el doble rasero (sic) de los participantes a la Cumbre por la Democracia -a la que habra sido invitado (virtualmente) el propio Presidente de Ucrania-, en defensa de "la libertad individual de expresión, de conciencia y de religión", y es por el (atronador) silencio de aquella ante la discriminación y las violaciones de la libertad religiosa del gobierno ucraniano contra la Iglesia ortodoxa ucraniana ("canónica"), fiel al Patriarcado de Moscú, culminandp la protesta del embajador con un llamiento en contra de la moralina (sic) de la Cumbre y la adopción de medidas concretas que pongan fin "a la blasfemia y a los ataques a la religión".
Lo que nos retrae (en la evocación) a algunos como a mí a los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y al rol innegable del protestantismo evangélico en la entrada en guerra de los Estados Unidos. En el nombre (sacrosanto) del Evaneglio y de la libertad religiosa. Y al mismo tiempo, al no menos destacado rol de la Ortodoxia en la (primera) guerra/patriótica -como llamó Stalin a la Segunda Guerra Mundial en el frente del Este, de Rusia contra Alemania-, lo que sembró la semilla de la reconciliación del Estado soviético con la religión -bajo Stalin-, dando así la espalda a la persecución religiosa de la Revolucion de Octubre y al ateismo militante (y represor) de los bolcheviques. Un tema que se pasa rgfurosamente de puntillas y con absoluto sigulo en la narrativa en vigor sobre aquel capitulo de la historia contemporánea, la de los garantes de lo histórica- y política-mente correcto. Lo que tal vez explica -por paradójico que parezca- la oposición beligrante anti-rusa en España del actual gobierno
Pins y carteles de propaganda de la primera visita de Putín a Belgrado (16 noctubre 2014) Con los retratos del mandatario ruso y del Zar Nicolás II. La rehabilitación del último Zar en Rusia va pareja con el retorno de la Ortodoxia, la reconciliación con la cual la vino a sellar "la guerra patriotica" -contra Alemania- que invocó Stalin durante la II Guerra Mundial
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