Plaza del Trocadero, en París (5 de marzo del 2017) en vísperas de la primera vuelta de la anterior elección presidencial. 300.000 personas (en cálculo por lo bajini) y una efemérides -del mitin electoral allí de Francois Fillon-, que se vería registrada y traducida entre politólogos hasta hoy, bajo la fórmula del "voto Trocadero", léase el de los partidarios y seguidores de Francois Fillon que creyeron en su inocencia -y le votaron- hasta el final. Pese a su linchamiento en los medios y a su inculpación en un flagrante abuso de poder, y de interferencia electoral, de la Magistratura -o del Ministerio de Finanzas (rue de Bercy), (gabinete en la sombra, "cabinet noir")-, en la última fase de aquellas presidenciales francesas: convertidos hoy en incógnita mayor de la cita electoral, y en blanco y objeto de todas las codicias y miradas (de Eric Zemmour a Emmanuel Macron) Condenado aquel político francés (de derechas), no en nombre de la Ley o de la legalidad, sino en el de la Moral (pura coincidencia, cualquier parecido con la realidad candente de nuestra crónica de actualidad?)
Como la operación de acoso y derribo -que mucho nos temíamos- ruge a todo rugir y hasta truena (en los medios "mainstream") tengo que darle otra vez a la tecla pese a haberme jurado a mí mismo pasar una y otra vez del tema (...) Y a modo de de preámbulo voy a servirme de un asunto de rabiosa actualidad en su momento en la política francesa que hizo chorrear ríos de tinta y que todavía -a la espera del veredicto último del tribunal- no finalizó. Y me refiero al "affaire Francois Fillon" del nombre del antiguo jefe de gobierno -con Nicolás Sarkozy- y destacada figura del partido de centro/derecha -"Les Républicains"- hegemónico y mayoritario desde hace décadas en la política francesa (....) Candidato favorito en las eleciones presidenciales de 2017, Fillon se vio de golpe envuelto en un escándalo en plena campaña lectoral, que le iba a costar caro hasta el punto de vetarle -contra todos los pronósticos- el paso en la contienda electoral a la segunda vuelta. Y fue bajo la acusacion de empleo ficticio en favor de su esposa (fiel), Penélope de su nombre -para mayor inri y regocijo (y cachondeo y recochineo) de la prensa (de izquierdas)- lo que los medios que desataron el escandalo no dejarían de glosar y epilogar a su manera: Francois Fillon cobró "indebidamente" durante años -léase su esposa o él por cuenta de aquella, y a titulo de asistente parlamentario (ella de él), un sueldo o salario por un trabajo (dicen) que no fue tal (sino a lo sumo el aparecer junto con su esposa ante los medios)
Y en el proceso reanudado ahora en fase de apelación -y a riesgo para el interesado de de ver agravada su pena, con el espectro omnipresente de la pena de prision "firme" ("desde ya", tras el veredicto del tribunal)- van apareciendo detalles que escapaban olímpicamente al conjunto de la opinión. Cobrar por no hacer nada? Una simple apreciación, peor aún, una interferencia abusiva del juez, y es pasando así a juzgar de un dominio -"la reserva" (léase subisidio) de parlamentarios- y permitiéndose al tiempo la facultad de apreciación y evaluacion en un asunto -trabajos del parlamentario y uso (debido) de su "reserva parlamentaria"-, resultantes en la redacción de un libro (que ahí está) (...)-, algo (todo ello) en lo que el parlamentario es soberano o goza al menos de una cierta autonomia, sin más controles que los de la Asamblea Nacional (poder legislativo francés) Infrigiéndose asi la separación de poderes. Tanto por tan poco!
Porque ese empleo ficticio (y sus réditos, dentro de lo normal) no sólo le costaron la presidencia sino que arruinaron su carrera politica hasta hoy. Por culpa suya en parte también, que todo hay que glosar. Y fue a partir del momento que accedió a pedir disculpas a la opinion pública poniendo asi el asunto en el terreno que querian o que buscaban sus cuestores, los que le acusaban y le acosaban, a saber el de la moral, puesto que la más mínima infracción legal no se le pudo (hasta hoy) probar. Y lo agravó aún más poniendo su honor personal en juego, en caso de imputación ("mise en examen"), lo que al final aconteció (como cabía esperar). "No ceder en nada", "no reconocer nada (de nada)" los consejos juidiciosos -como un teorema- que da hoy Donald Trump a Eric Zemmour ante los ataques ("brutales") de los medios y sus campañas de opinion. Moraleja de la historia (del asunto Fillon) en clave de política española?
No es la Moral la que está entredicho, que la moral -como la valentía o el valor en las ordenanzas de Carlos III- se presume o da por hecha o por descontada en los parlamentarios y otros cargos públicos en todo estado de derecho (de democracia parlementaria, de monarquia constitucional, o que sé yo) Presuncinó de inocencia se llama eso en francés como en español. Y es un asunto puramente político el que aquí se ventila, en verdad -con el trasfondo, también es verdad, de un (hondo) vacío en la legislación que abordé en entrada anterior- tal y como habrá ´logrado ponerlo de manifiesto ese periodista lince y agresivo que es Losantos (quien no es, como todos aquí ya saben, santo de mi devoción) Y me viene a la mente la célebre distincion entre Política y Moral de Charles Maurras que veía en la primera una esfera de acción soberana -"sagrada" ("sacrée")- sin lazo alguno con la moral -léase moral laica o (protestante) democrática lo que Nietzsche llamaba "moralina"-, lo que aquel formulaba con su célebre aforismo "La Política, lo primero" ("Politique d'abord") Un asunto de trasfondo claramente político pues, como nos lo revela el restallante articulo (de la pluma de su director) en Periodista Digital.
Un trafico (grosero) de infuencias entre los grandes partidos de toma y daca, "donnant-donnant", (dentro y fuera de Cataluña): de Tribunal de Cuentas por un lado y del puesto (o de la cabeza) de Isabel Ayuso por otro. Y Pedro Sánchez -y su lazo (vital) con los nacionalistas catalanes (de ERC)- de árbitro supremo (y señor) Y así todo se aclara y no hay menester pues ninguno de sacar a relucir la moral (sin moralina) de una de las figuras o pesos mayores de nuestra vida politica. Cubierta de la presuncion de inocencia -ante la falta (flagrante) de pruebas- y plebiscitada (en las urnas y en la calle) por la opinión
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