"Piazza d'Italia" (Turin), uno de los cuadros más célebres del pintor italiano Giorgio De Chiricco. Cielo verde del color del Destino, de lo nuevo y desconocido. Y dada la influencia notoria de Nietzsche en su pintura , cabe prestar también al color de ese cielo verde, el simbolismo de la eternidad -o del Eterno Retorno-, en clave de Antiguedad clásica inmemorial, y a la vez de modernidad (surrealista) Verde el color de cielo en De Chirico -que en la Italia de hoy carga con el sambenito de reacionario ("reac") y filofascista-, y verde "el Siglo verde" de la poesía de Saint-John Perse, uno de los más grandes nombres de la poesía francesa cotemporánea Premio Nobel de Literatura con gran prestigio y una reputación sin mancha en los medios de la Bien Pensancia y al que se elogia mucho y se lee poco por culpa de la tematica y la erudición de alto nivel de sus versos más dificiles y por el hermetismo -y cultismo- extremo de su poesia, que nos ayudan a descifrar ciertos datos (casi) inéditos de la clave autobiográfica de su obra. La de "un atlántico de padre a hijos" como él se definía -nacido en las Antillas francesas-, y de un amigo de España leal y agradecido, repatriado con toda su familia (nota bene) en un mercante español el 98, y figura clave de la diplomacia francesa -desde su puesto de secretario general del Quai d'Orsay (ministerio francés de Exteriores) en la conferencia de Munich y -en su cualidad de garante neutral e inflexible del Pacto de No Intervención frente a la izquierda (y Leon Blum)-, en la guerra civil española. Y su célebre verso "la estrella apátrida camina en las alturas del Siglo Verde" que cita Umbral en un de sus obras (mejores) y que ve en esa imagen de Perse tan arquetipica una imagen (cosas de Umbral) de la Generación del 27, lo eleva se quiera o no se quiera al rango de un profeta (secular, laico y profano) de nuestra época
Y yo digo: un astro rompe sus cadenas en los establos del cielo, y una estrella apátrida camina en las alturas del Siglo Verde. Me llamaron el Oscuro. Por mis palabras de marinero" (Saint-John Perse, Amers, que Francisco Umbral cita en "Palabras de la tribu")
Alexis Leger de Saint Leger -alias (literario) Saint-John-Perse, Premio Nobel de Literatura. Una figura estelar y al mismo tiempo enigmática en extremo, con la que me topé al inicio de mis largos años de tránsito por tierras de francofonia y de la que -siempre, y que a cierta distancia, es cierto- debo decir que no llegué nunca perderle de vista. Por la valía (reconocida) de su obra poética y por la talla de su figura en el terreno de la politica y de la diplomacia, y de la politica extranjera. Fue colaborador estrecho y brazo derecho a la vez de Aristide Briand primer ministro francés de la posguerra, y en las posturas pacifistas pro-alemana de este último, lo que les granjearía la abierta hostilidad de Maurras y de la Accion Francesa (...) En la conferencia de Munich reveló un discreto y a la vez innegable protagonismo como lo muestran las fotos más divulgadas que de aquella instantánea se conservan, en segundo plano justo detrás de Mussolini. Y un comentario del mismo Hitler -sobre aquel "martiniqués saltarín"- que de aquello también se conserva. Y en la Segunda Guerra Mundial se puso o cayó del lado de "los buenos" (como es lógico de suponer) incurriendo en persecución del regimen de Vichy, que le llevó por las rutas del exilio -a los Estados Unidos- lo que no´le impidió -hito poco divulgado de su biografia- el negarse a acatar la autoridad del General De Gaulle del que no reconocia la legimidad (sic) Lo que De Gaulle -que no le felicitó por el premio Nobel, y que había vetado su entrada en la Academiar- nunca le perdonaria. Y confieso que me mantuvo alejado y distante de él -en el plano de la estima que por tantos conceptos se merecia-, un elogio encendido que de él leí en la última obra a modo de testamento ideológico y filosófico, de Roger Garaudy ex-comunista (destacado) y para entonces ya converso del Islam -al que llegué a conocer como aquí todos ya saben- , que veía en él -como así le veo yo hoy, en un sentido desacralizado del termino-, una figura profetica (sic) y un gigante entre enanos de la historia y de la política francesas contemporáneas. Y fue en el encuentro que tuvieron en una isla del Mediterráneo, el poeta embutido en una capa, cerca de la costa francesa -en la Provenza- donde él se retiró en la última fase de su vida. Y hoy pienso sinceramente -ante la talla (humana) indiscutible de uno y otro- que la grandeza es algo que se comunica -por lo alto- y lo es por la mucha química (independientemente de sus posturas y sus ideas) que les junta o aproxima
Estampa (entrañablemente) familiar de Saint-John Perse en su lugar de nacimiento -Isla de Gudalupe, en las Antillas francesas- y un no sé qué de próximo e igualmente familiar de esa foto en otras fotos mías de mi familia, repatriados unos y otros de allí, los mios de Cuba y ellos en un mercante español (nota bene) En el 98
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