Mancha
Real, provincia de Jaén, entre Sierra Mágina y el Guadalquivir. El pueblo de mi
familia paterna. Sólo hace unos días leí en la red lo que la foto que acompaña
este articulo tan gráficamente muestra (y que, mi palabra, nunca oí) Que esa localidad jiennense fundada en tiempos
de Carlos V por Juan de Olid –compañero y adversario de Hernán Cortes (...)-, adoptó el trazado ortogonal que
inspiraron a aquél las ciudades aztecas (….) Una originalidad y excepción
urbanística, –y cultural- inseparable en mi opinión de la (trágica) singularidad
histórica de aquel pueblo andaluz durante la guerra civil
Me
tenia hecho propósito firme –mi palabra- de dejar el tema en paz (un decir), me
explico, dejarlo en ascuas arder y sin echar (más) leña al fuego de la
discordia y de la polémica, y sigo animado de ese propósito con las espaldas (bien)
guardadas y la frente bien alta y el honor intacto (por descontado) Y esto último
es lo que me hace reaccionar –tras bien pensado, y pesado y sobre pesado- al articulo que cae ante mi vista navegando en la Red, de la pluma (y de la tecla) de un vecino (o lo parece) de Mancha Real, en el “Diario Jaén”. Con todo el aire de tratarse su autor de algo más que eso, me explico,
de vocero o portavoz de unos medios mucho más autorizados (y poderosos) de lo
que aparenta serlo él. ¿Con la
Iglesia hemos topado (otra vez) querido Sancho? ¿Como me la
topé una vez mas en mi antiguo blog de la blogosfera de Periodista Digita, con un blog de olivos (sic) y curas con sotana, de un cura de Jaén (o su provincia)
poderoso e influyente –por lo que escribía o dejaba (en la foto) aparentar- y
respetable (faltaría) y serio y austero todo eso y mucho mas (y a más no poder)?
El
articulo que aquí abordo, como sea, y al
que me he propuesto rebatir de pe a pa, es claro y diáfano y hasta didáctico se
diría, a la altura y a la medida de su autor, profesor de la Enseñaza media y que
se metió por lo que dice entre ceja y
ceja el (loable) propósito de instruir –objetiva e imparcialmente cabe suponer-
a sus alumnos (de edades tiernas cabe también suponer) sobre el tema en ascuas
de nuestra (interminable) guerra civil, que me diga de la guerra civil
precisamente allí. En Mancha Real, (casi) a orillas del Guadalquivir (…) Localidad
jiennense de la que procedo –como aquí todos ya saben- por la vía paterna, y
que no es -como poco o a poco voy cayendo en la cuenta- una localidad andaluza
como otra cualquiera hasta el punto –y no hay que echar más que una ojeada en la Red- que acaba (fatalmente) hoy erigiéndose en lugar emblemático de
la memoria y en jalón insoslayable de los esfuerzos e indagaciones –como el
articulo en cuestión fehacientemente lo muestra- del trabajo de cronistas e historiadores sobre nuestra guerra civil. O
más exactamente del capítulo (aparte) andaluz sobre “nuestra” guerra civil. Con
documentación profusa y reciente –¿de su propia cosecha?-, y una tesis en
extremo diáfana, de la claridad que da la luz o la que da más bien el fuego –de la polémica,
y de insidia y de la discordia- que arde en ella a todo arder.
¿Causa (según él) de la
guerra civil? (como ahí se puede leer) Las desamortizaciones eclesiásticas de
los liberales –del ministro Madoz y de otro ministro de un protagonismo aún
mayor, el judío Mendizábal o Mendizábal a secas (que eso otro no lo escribe él
sino que me atrevo a escribirlo yo)-, que despojando a la Iglesia –y en menor medida
a los ayuntamientos- de las llamadas “manos muertas”, puestas a la venta (y
subasta) en lo sucesivo, dejaban fatalmente a la intemperie toda una naciente clase
social –jornaleros sin tierra- sumiéndolos así en el paro agrícola (calamitas
calamitatis!) y en la pobreza y en la miseria, y así sembrando los vientos de la
lucha de clases, del enfrentamiento fratricida y de la guerra civil? Punto y
amén.
Que tiene todos los visos de verdad histórica, de lo que fue o de lo que
nos parece que fue, del pasado como posible que diría Heidegger –que pudo ser y
de un tris no fue- y asi me lo parece a mi también. Y es si se tiene en cuenta
sobre todo, que lo que en ese articulo con aires de novedad se presenta -por cuenta de las desamortizaciones (eclesiasticas) del liberalismo español- no es
nada inédito sino que no fue más que la versión
o el testimonio de memoria de un bando beligerante, y como tal sometida a caución
y litigioso, del carlismo vencido medio siglo antes, en otra historia (o
historias) de guerra civil.
Y lo que me hizo sobre todo reaccionar y dar sobre
todo botes en el asiento fue la memoria eclesiástica que a pesar mío llevo a
rastras (aún bien viva y fresca en mí) De
mis años del seminario tradicionalista de Ecône y de sa-cer-do-te de la FFSPX de Monseñor Lefebvre
(Fraternidad Sacerdotal San Pío X) Que me hacen ver o percibir mucho mejor que (muchos)
otros lo que de hipocresía clerical o hábil coartada (con níhil obstat) –en la
guerra de memorias- se trasluce (a ojos vista) en ese postulado histórico que
en el artículo aquel se vierte sobre la causalidad primera y principal en el estallido
de nuestra guerra civil, tan piadoso y tan edificante, y tan convincente y con tanta
fuerza de persuasión, y tan falaz y engañoso al mismo tiempo si nos ponemos a ver.
Que si el
grupo de familias que se señalan en ese articulo con el dedo –que me diga con
nombres y apellidos bien notorios y bien sonoros- poniéndolos así en la picota y
echándolos (o poco menos) de comida a los puercos, a saber los malfamados terratenientes
de Mancha Real, herederos por línea directa de los compradores (“sacrílegos”) de
esos Bienes Nacionales, no eran más que testigos o espectadores (impotentes) y en
cierto modo involuntarios protagonistas por activa o por pasiva -o pobres víctimas en resumidas cuentas- de la situación y del (ruinoso)
estado de cosas creado en el conjunto de la geografía (social y económica)
española y más exactamente en la región andaluza, tras el desenlace de aquella
serie de guerra civiles, con su corolario de derrota carlista y de triunfo de
los liberales o alfonsinos, exponentes estos últimos de ese liberalismo (ferozmente anticlerical)
con el que la Iglesia
no llegó a tenerlo nunca claro –ni hoy ni ayer-, tal y como lo vi yo en cambio
claro como la luz en mis estudios del seminario de Ecône-, que en un pontificado
–el de Pio IX- se condenaba y anatematizaba (y excomulgaba) con todas las amenazas
de sanciones y castigos y condenas (en esta vida y en la otra) habidas y por haber, y que en
el pontificado "demócrata" (de León XIII) a seguir, reconciliaba -canónicamente incluso sin
necesario fuera-, sobre las tumbas y los restos de los carlistas vencidos (que
todo hay que decir)
Lo que (ubicuamente) planea –ese (inelegante y oportunista)
“desmarque” de la iglesia, de con el carlismo que la defendía, junto con la
condena pontificia de la Acción Francesa (no se olvide)- en la lectura –a modo
de telón de fondo y de hilo conductor- del “libro prohibido” de Rafael Sanchez Mazas al que tanto aludí
en las entradas de este blog, y que la autoridad eclesiástica le obligó a
quemar (sic), lo que a pie juntillas –y
por la cuenta que le traía- automáticamente cumplió.
Y de entrada me curo en
salud –al precio de servirme de un lenguaje de viejas (díxit Francisco Umbral)-
o me pongo en guardia (mejor) ante las criticas de índole personal y familiar
incluso, que ya me estoy viendo venir: no tengo (estrictamente) nada que ver con
esa familias, las de los terratenientes de Mancha Real, y más concretamente, las de los nombrados
–y emplazados- en el articulo tampoco del Diario Jaén. Ni yo ni mi familia tampoco.
Les conocí y con ellos jugué y correteé -¿como no?- junto con los demás chicos
del pueblo, en aquellos veraneos inolvidables de mi infancia y adolescencia (años
cincuenta y principios de los sesenta) que entonces parecían borradas como a
golpe de varita mágica, entre niños por lo menos, las huellas y cicatrices de
la guerra civil. Craso error, cruel ilusión, como hoy no es obligado el
concluir.
Les traté, ya digo, como unos más, como ellos me trataron a mí, con
un salvedad y era la barrera tenue pero no invisible que creaba entre ellos y yo
el sentimiento o la impresión que a los demás daban ellos (sin remedio) de pertenencia
a un clan (más o menos familiar), al que para mí estaba claro que no pertenecía
yo. “Los primos” (o primos/hermanos), como así se llamaban entre ellos y como inocentemente yo les llamaba en
casa, ante el asentimiento y jolgorio familiar.
El que esté libre de pecado que
tire (no obstante) la primera piedra. Y lo digo ante la propensión o afición de la que el
autor del articulo en cuestión da muestras de citas bíblicas (o evangélicas),
por ejemplo sobre la ley del Talion, léase la que practicaron los rojos, en
Mancha Real (...)
Que si los terratenientes “manchegos” “pecaron” –de grave/sacrilegio y de no sé cuantas otras cosas más, pero no de robo que no confiscaron ni expropiaron sino que compraron ante notario y de su dinero (...)-, lo menos que se puede decir es
que lo pagaron contante y sonante en el fuego de la persecución en Mancha Real
en zona roja durante la guerra civil. Que un miembro de una de esas (dos)
familias en el referido articulo puestas (alegremente) en la picota, militar (joven) en activo y de vacaciones en el pueblo al estallar
el Alzamiento, lo fueron a buscar y lo arrastró agarrado al parachoques de su automóvil
por todo el pueblo -Calle Maestra arriba y abajo- uno de los mandamases del partido
comunista allí, “Pilarillo” de su mote, paralítico de nacimiento y en aquel
trance en estado de ebriedad, como así lo oí siempre contar. ¡Horripilante escena, no me digan,
digna de la novela de Hemingway!
Y a Francisco Solís, el coadjutor,
cura progre con casi un siglo de adelanto y especie de convidado de piedra del
articulo que aquí me ha dado por comentar, al producirse el Alzamiento se vio
enredado en una discusión en la plaza del pueblo y ante la fuerza de persuasión
de la que parecía dar muestras con sus oyentes, se adelantó un mandamás de
aquellos (armado hasta los dientes), que gritó en voz alta “¡y no hay nadie que tenga h….de cargarse a
este tío!”. Y dicho y hecho, así sin más.
¿Mártir (como así se le recuerda hoy) ? Sí, si bien se mira, pero con él no vale -con lo suyos que me diga- lo
de la otra mejilla, que al acabar la guerra cuando se desplomó el frente y lo
que quedaba de zona roja (en donde se encontraba Mancha Real) -fines de marzo
del 39- el que pasaba por ser culpable de su muerte, lo arrastraron
a patadas (sic), en señal de venganza (y escarmiento) todo el pueblo a través. ¿Quiénes?
Los hermanos del cura (sic), así al menos lo oí siempre contar.
Lo que me hace
recordar sin remedio a Francisco Umbral y su novela guerra civilista “Capital
del Dolor” sobre la guerra (y el Alzamiento) en Valladolid, que en la
presentación del libro en Madrid se mereció el comentario del dirigente del
PSOE (fuera de toda sospecha) Txiki Benegas, asistente al acto, quien declaró (solemnemente) entonces
que Umbral cargaba las tintas a ojos vista sobre la Falange y los falangistas,
y que la Iglesia
tuvo un papel considerable en la represión
durante la guerra en Valladolid.
La
Iglesia (de "la
Mancha", y de la provincia de Jaén) ¿inocente y con la cabeza
bien alta –y en lo alto de los olivos-, sobre el fango -y el oprobio- de chivos
expiatorios que no están ya o no se les oye para poderse defender?
Bombardeo
de Cabra. El Guernica de los otros, como se atreven sólo ahora a llamarlo
algunos, sin complejos. En el articulo del Diario de Jaén que aquí comento se
defiende (insidiosamente) que las sacas y matanzas en masa de Mancha Real (del 4 de abril del 37) no
fueron mas que un consecuencia dos días más tarde –la ley del Talión (en cita
bíblica) acompañando- del bombardeo de Jaen (1 de abril 1937) Pero la ley del
Talión –ley de guerra- presidió desde el principio hasta el fin la guerra civil
española de uno y del otro lado de las trincheras. ¡Alto a la trampa (sic) de
la guerra civil, y de la ley de la
Memoria!
Esa es la “Vulgata”
que el autor del articulo que aquí abordamos parece (piadosamente) entonar. Y
es la que parecía resonar en mis oídos ante el boicot (ensordecedor) del que
fui victima allí va hacer ahora diez años (noviembre del 2011), cuando después de haber yo dado una
conferencia en la casa de la
Cultura –con notable asistencia- sobre la memoria histórica
de la guerra civil en Mancha Real a principios de octubre del 2011, durante las fiestas, volví un mes después con la intención de dar
otra –en el mismo lugar- sobre el Islam, el andalucismo y Blas Infante y demás,
en una sala sobrecogedoramente vacía. Ir y volverme sobre mis pasos, hasta hoy,
que así fue, que no volví allí nunca más.
Y no estuvo el PSOE detrás del boicot
aquél (contra mí), está claro que no. Que a pesar de mi notoriedad –la mía y de mis
posturas-, me otorgaron el permiso de la primera conferencia y me recibieron (educadamente)
en sus despachos del ayuntamiento con ese fin. Pero Blas Infante es (nota bene)
una gran figura de martirologio –y camino incluso de los altares (...)- en ese cuento
de buenos y malos sobre la guerra civil (allí) que se nos cuenta en el articulo
del Diario Jaén, y que habrá permitido (nota bene) a la Iglesia española y en
particular a la iglesia andaluza el ponerse (cuidadosamente) de perfil en este
tema de la ley de la Memoria
histórica sobre la guerra civil. Él, como los jornaleros sin tierra (sic),
habrían sido los principales damnificados de la guerra civil en Mancha Real,
según el articulo del Diario de Jaén.
Que nos hace sin remedio pensar en los
jornaleros (moros o moriscos) desposeídos, de la (incendiaria) prosa andalucista
de Blas Infante justo antes de estallar la guerra, a los que traduce -en árabe- por la
expresión “fela-mengu” (origen del término, y de la polisemía del término “flamenco”), grandes víctimas (inocentes,
según él) de la fase final de la Reconquista. Igual que esos jornaleros andaluces,
"reos de (simple) delito de opinión" -o de
afiliación- tal y como se ven presentados en este artículo (insidioso, o diríamos
más bien, chistoso) sobre Mancha Real en la guerra civil.
E igual de insidioso o de chistoso lo es el artículo en la referencia (cómplice y elogiosa) a Marcelino Domingo y a la Reforma Agraria (confiscatoria) de la República -tal y como lo que se vio en Portugal tras la Revolución del 25 de Abril, léase, la extension a los campos de labor de la guerra civil-, como lo es la alusion (crítica e hipócrita) de este último a los bienes comunales (sic) y a la desamortización eclesiastica. En un "radical" (y masón) como él (...)
¿Bienes comunales, de los que habla aquél? Quizás, pero no de la Iglesia ni del Ayuntamiento, sino de la FAI o de la CNT (o del PSOE y de la UGT) . De reír. O de llorar más bien.