La biografía no
autorizada del autor de La
Leyenda del Cesar Visionario. Como un libro de horas para mi,
lo que habrá acabado por ser. ¿Por qué? No lo sé. Sin duda porque me veo leyéndola
retratado en él. De un hombre perfectamente respetable y con el honor puesto en
entredicho. Y como él dice, parafraseando al gran Calderón, "tuve amor (es) y
tengo Honor". Y por eso lo levanto como una bandera (de Reconciliación). Y lo reivindico, y viendo
su obra espejo (mutatis mutandis) de la mía, me pongo (como él) a descansar ()
En un reciente
mensaje en guisa de comentario a una antigua entrada de este blog, un viejo
amigo, prologuista de mi libro sobre Francisco Umbral me recordaba
(amistosamente) mi admiración por el
escritor al que él echaba en cara el haber copiado a los cursis (sic) de la Transición. Reproche
justo y exacto, sí señor, que me sirve con gusto a mí de pretexto para puntualizar
mi opinión y puntos de vista sobre la vida y la obra del (fallecido) autor, al que
vuelvo sin falta una y otras vez en mi reflexiones como un sino fatal. Leyéndole
y releyéndole sin parar entre los títulos de su prolífica obra escrita que se habrán
salvado de la quema en mis estanterías, me explico, de la revolución digital a
la que (un tanto impávidos) asistimos.
A él y también la obra de su biógrafa no
autorizada, que cuanto más leo, más me doy cuenta del incalculable valor –biográfico
y literario- de su autora, escritora –y profesora- catalana en castellano, y de
su biografía tan crucial (….), y en suma del legado precioso –independiente de
sus motivaciones de orden personal ("de internis Ecclesia non judicat") que
prestan el flanco a acusaciones acerbas y al boicot (ingrato y tenaz) del que habrá
sido blanco y victima (doy fe de ello) en el entorno de los mas próximos
legatarios del escritor-, algo que heredamos de ella todos los españoles al
precio sólo de resolver y de descifrar en todo o en parte –y con su preciosa
ayuda- todos los enigmas que surcan
omnipresentes lo que en puridad y en pura justicia literaria –y en la más
absoluta verdad histórica- se puede calificar de misterio Umbral, uno de los
mas grandes escritores de la lengua española que algunos -muchos, pocos- se
empeñan últimamente en rehabilitar y en reivindicar. Y es que de la biografía
no autorizada –de Ana Caballé- se divisa con la mayor claridad el perfil exacto
del escritor y las mas escondidas de sus facetas en una imagen que se me antoja
por varios conceptos el espejo fiel en el que me puedo mirar.
Y es la insignia
o enseña de un hombre del más alto nivel, en el plano no solo literario sino
personal, y de un honor no obstante puesto en entredicho, lo que la mayor parte
de sus glosadores o comentadores se empecinan en obviar. Y por un motivo tan
ridículo e insignificante para la mentalidad de hoy. Por ser hijo de madre
soltera. Y además –no se olvide (lo que muy pocos se dignan resaltar)- de padre
oficialmente desconocido, que le hizo blanco –y víctima- para siempre de una denegación
–injusta e infame- de paternidad. Lo he dudado mucho lo confieso antes de
abordar de nuevo este (engorroso) tema y ese enfoque particular. Pero mi libro
en el que di pelos y señales de la identidad del padre (falangista) de
Francisco Umbral no me habrá merecido reclamaciones de los directamente
interesados. Ni de nadie. El que calla otorga, y máxime si por la relevancia de
los que deberían hablar, su silencio se hace aún más si cabe estruendoso y
sepulcral. No era un don nadie ni siquiera un falangista (vallisoletano) del montón,
el padre de Francisco Umbral. Ni siquiera (solamente) una figura conocida y
relevante del Movimiento (sic) tal y como me lo describió Cesar Alonso de los
Ríos, viejo conocido y colega –en la redacción del Norte de Castilla- de
Francisco Umbral. Era todo eso, y mucho más.
Porque Anselmo de la Iglesia fue figura central
y estelar de la Falange
vallisoletana (y de los bajalatos de las Falanges de Castilla, sic,
parafraseando al mismo autor) –en su calidad de lugarteniente o brazo derecho
(y a las pruebas, las fotos, me remito) del Caudillo de Castilla, y
protagonista directo del Alzamiento en los instantes mas cruciales y decisivos
de su triunfo en Valladolid, “la capital del Alzamiento” como lo celebraría su consistorio
para la posteridad. Y además de eso, voluntario en la División Azul. Un
héroe pues exaltado y reconocido como tal –amén de gloria local (y `provincial)
para la posteridad. Y más obligado que ningún otro a dar ejemplo, de probidad y
de responsabilidad. In dubio Libertas se me objetará –que ya les estoy oyendo-
en atención a lo delicado del caso, y su índole privada en particular. In dubio
pro reo, se me antoja que cabe (de
inmediato) objetar: la duda debe favorecer al reo (o acusado) y no resultar en
detrimento de su imagen y de su honor cual pesado e insoportable fardo que la
victima –Francisco Umbral- arrastraría a sol y sombra toda su vida tal como su biógrafa
no autorizada acierta (tan atinadamente) a evidenciar.
Porque eso explica todo
en el autor, de su vida y obra y de su trayectoria. Y los aspectos sobre todo
más insufribles de unas y otras: los que más rechazo le valieron en el plano
literario y en el otro estrictamente personal. Su egocentrismo literario amén
de individual, desorbitado, descomunal, y ese victimismo sobre todo del que
tantas veces daría muestras, y sus inseparables secuelas como una aureola tenaz,
de desplantes y provocaciones a cual más feos e impresentables. Y (sobre todo)
ese guerra civilismo tenaz e irreconciliable –un término (muy socorrido) que a lo
que parece inventé yo, que fue el quien me lo inspiró- como una pesadilla o
calamidad bíblica (¡Peste Negra sin igual!), y como una no menos insoportable hipoteca que forma parte
igualmente de su legado como nos habrá sido dado el demostrar. Y es que nos
parece, bien mirado y bien pensado, no más que un síntoma, la identidad –nombre
y apellidos- del padre (falangista) de Francisco Umbral.
Y es de la asignatura
pendiente de la reconciliación entre españoles que más de medio siglo después
de todo aquello se nos impone a todos y cada uno de los desdientes de aquella
tragedia, de uno y otro bando, y los mas de treinta años que llevo ya aquí en cohabitación
forzosa –un eufemismo apenas- con la comunidad española emigrante y el chocar o
estrellarme de cabeza una y otra vez contra el muro o la barrera (infranqueable)
que la guerra civil y la memoria de los vencidos- erigió entre mi y ellos por mas
que muchos se obstinaran (de dentro como de fuera) en ignorarlo (olímpicamente)
y en disimular (...)
Y ese guerra civilismo revanchista marca Umbral que tanto me
incordió y obsesionó y con tanto ahínco me empleé en denunciar años atrás, es
perfectamente explicable –y justificable-en clave biográfica y sin necesidad de
recurrir al análisis de Freud en particular, como lo doy a entender a modo de
corolario implícito en el trabajo –en forma de libro- que le dediqué, sin llegar
o obstante a afirmarlo allí de forma apodíctica, lo que ahora sí hago en
cambio, sin más. Umbral, un niño cuando todo aquello (aunque no tanto, como su biógrafa
se encarga fehacientemente de demostrar), no podía –por imposibilidad moral-
ver inocentes y libres de culpa alguna al bando de los vencedores de la guerra
civil que encarnaba para él (conforme no se olvide a la mas rigurosa verdad historica, en vista hacia atrás) aquel padre indigno que no le quiso reconocer. Y la
prueba por el nueve nos la aporta el (triste) panorama que ofrece la política
española en la actualidad, con el fantasma más soliviantado y soliviantador que
nunca de la (interminable) guerra civil rodando a todo rodar, lo que se ve
mejor si cabe desde el observatorio privilegiado del que dispongo como no dejo
una y otra vez de resaltar.
Y en una estrategia parecida o comparable a la que se
dejaba traslucir en la Colaboración
francesa durante la ocupación alemana –en la Segunda Guerra Mundial-
y en la mente de su artífice supremo el Mariscal Pétain, tal y como lo dejó
registrado en las líneas directrices de su defensa en el proceso que se le
siguió, y que le evitó (de un tris) la pena de muerte, en torno sobre todo al
punto litigioso número uno, el del Armisticio que aquel (enteramente) asumió
ante la sorpresa de sus fiscales y enemigos (como no cabía menos de esperar) Y
del primero y principal de estos últimos, el General De Gaulle. Asumir lo que
aquello –la ocupación alemana- tuvo de derrota política (sic), en aras de la
reconciliación (franco/alemana), léase de la reconstrucción y del olvido de aquella
querella fratricida (sic), que no lo fue menos que la guerra civil española, la Segunda Guerra
Mundial (...).
Lo que se ve más claro ahora en los inicios –a los que asistimos- de
un mundo o de una época global (….) Mutatis mutandis, asumir –ahondando nota
bene en sus causas y motivos- lo que tuvo de derrota política la Victoria del Primero de
Abril, y ello en aras de un cese definitivo de hostilidades, en el plano político
hoy día y amenazando ir sin remedio a degenerar más temprano o más tarde en un
plano guerra civilista, estrictamente militar. Esa es mi postura, digamos mi
estrategia, inspirada en el modelo o en el ejemplo de Francisco Umbral. El
ejemplo de un hombre de honor (por propia definición) puesto en entredicho, en
el que no dejo –todos aquí lo comprenderán sin pena- de verme reflejado yo.
Víctima
un servidor, que me diga, reo (como así me veo hoy) de una pena de infamia -pena inexistente
en democracia-, o si se prefiere de campañas periódicas e intermitentes de linchamiento
en los medios (urbi et orbe), en los que es imposible no ver o acabar viendo –al cabo de los
años como así a mí mismo me ocurrió- un plan determinado –y premeditado- de
desprestigio y denigración, e imposible sobre todo el no verlo registrado de
antemano como ya lo vengo denunciando en este blog. En ese designio –en forma de protocolo (sic) de conducta y actuación- de cubrir de infamia a los criminales políticos y de quitarles toda su aureola de prestigio y de respeto (Protocolo) Que vayan asi junto con violadores, asesinos y otros malhechores del mismo género odioso (XIX Pr.) (Protocolos de los Sabios de Sión)
En lo que –eufemismos injuriosos aparte- no nos es
difícil como digo el reconocernos e identificarnos en una alusión sobre todo a
los móviles políticos y religiosos –o político religiosos- de mi gesto de Fátima,
que siempre proclamé y siempre asumí
hasta el día de hoy. De un gesto que me habrá valido hasta hoy acoso y
persecución. Y es en ese afán umbraliano (rayano en el desespero) de redención
que a ojos vista trasluce en el trámite biográfico y literario del conjunto de la vida y de la obra de Francisco
Umbral, en donde me identifico con el célebre escritor y lo comparto con él y
le perdono todo el resto, mucho o poco no lo sé, pero puesto en comparación se
me antoja de pronto todo ello casi insignificante, trivial.
Lo que me lleva a
comprender y a compartir no poco de su trayectoria en el plano ideológico sobre
todo lo que aquí a algunos no dejara de extrañar. De lo que baste un detalle
todo menos anecdótico –al contrario de lo que algunos puedan pensar-, que habré
retenido en una última lectura del ultimo de sus libros -"Amado Siglo XX"- como
por casualidad, que ofrece (no se olvide) la figura de testamento literario –y político
e ideológico y filosófico- del autor. Y es a modo de conclusión del penúltimo
de su capítulos –justo antes del epilogo- cuando aparentemente sin venir a
cuento Umbral hace alusión al escritor alemán Gunter Grass y a su confesión tardía
–poco antes de su muerte- de haber formado parte de las Waffen SS, y es cuando
dice aquello que "el gran Günter Grass se ha acusado de colaborar con Hitler y el nazismo cuando hizo
falta (sic) Tiene a Alemania en un grito. Son muchos (sic) los escritores que
juegan a esa carta falsa, incluso innecesariamente como ahora Grass. No ha
querido uno tanto (sic) Y por eso lo dejo aquí mismo. Heil Hitler (tal que transcrito)
(óp. cit. pp. 290-291)
¿Qué quiere decir con un texto tan críptico y tan
sibilino y tan sorprendente Francisco Umbral? A menos que haya que leer el párrafo
en clave irónica y provocadora, como nos dice Ana Caballé que quepa leer –y
recibir- los otros títulos de sus dos primeras “novelas” autobiográficas,
“Diario de un escritor burgués” y antes aún, “Memorias de un niño de derechas”
escritas ambas obras en la década de los setenta, unos años –explica ella- en
los que la ideología marxista tuvo un papel decisivo en el ámbito sociocultural
(óp. cit. p. 117) Pero un tramite como ése, tal y como se desprende un poco mas
lejos en el texto, no acaba de convencer a su autora. Ni a nosotros tampoco, la
verdad.
Porque Umbral –cabe en seguida el preguntarse- ¿no se confiesa como ahora lo
habrá hecho al final de su vida Günter Grass, sólo porque ya no hace falta? Y
los que hayan leído su no menos críptico y desconcertante “Madrid 1940” tendrán
de entrada la respuesta a no dudar. Y más aun si acuden al capitulo que dedique
a aquella obra de la serie guerra civilista del autor dediqué en mi trabajo “El
padre falangista de Francisco Umbral”.
Y a los artículos que le dediqué en este
blog, con la misma sospecha y un mismo hilo conductor (….)”Umbral cripto/nazi"
Y “Umbral evangelista de Hitler", a buen entendedor, salud (como dicen aquí los
belgas) ¡Basta de entredicho! ¡Gloria y Honor a la faceta inédita e incógnita
de Francisco Umbral!