Franco, de comandante de la Legión. La Bandera, como se la conoce (transcrita literalmente) en lengua francesa –por ejemplo entre belgas- gracias a aquel film de los años treinta, de gran difusión. Y la guerra de propaganda por cuenta del Caudillo a la que estamos ahora asistiendo (y haciendo frente) en la prensa extranjera, por iniciativa del gobierno de la Nación, lo es por cuenta -tanto (o casi) de su actitud (probada o no) filo nazi en la Segunda Guerra Mundial-, de la leyenda negra de la colonización
“Fulgor de África”, era el titulo de una de las novelas con fondo –un poco encubierto, disimulado- de la guerra civil española, y que como tal formaba parte del corpus –en lenguaje académico universitario- de obras en las que versaba mi tesis –fallida como aquí todos ya saben- sobre Francisco Umbral en la Universidad Libre de Bruselas, de un total (aquel) de ocho títulos y que venía a completar con otros cuatro el núcleo central de la porción guerra civilista en la obra de Francisco Umbral, a saber el trío esencial (a mi juicio) de aquellas, que componen “La Leyenda del Cesar Visionario”, Capital del dolor” y Madrid 1940” Las otras cuatro del corpus, entre ellas la que aquí estamos abordando –junto con “Helechos arborescentes”, “Pío XII, la guardia mora y un general sin un ojo”, y “la Forja de un ladrón”- versaban sobre la guerra civil de forma indirecta colateral pero no menos significativa y con propiedad, como lo convengo en demostrar en el libro en que todo aquello acabaría por desembocar, “El padre falangista de Francisco Umbral”. ¿Y por qué ese titulo, por qué lo de fulgor que sólo al cabo de esas páginas, como a escondidas o de pasada- el autor se encarga de descifrar? “El fulgor de África era Franco, la espada más joven de Europa” escribe (mediada la lectura), Umbral (óp. cit. p. 106).
Bueno sí, pero ¿qué tenia Franco de fulgente, de fulgor? ¿Por qué no -acepciones más frecuentes y evidentes- de brillo o esplendor (que Umbral no daba nunca puntada y sin hilo)? Y las dudas no nos las disipa el Diccionario de la Real Academia tampoco donde inmediatamente acudo -que limpia, fija y dar esplendor, ¿o será propiamente fulgor?, Sí y no, y es que la RAE no recoge a nuestro juicio una acepción que se encuentra en cambio en el español o castellano hablado –me refiero al castellano/español no al panhispano (¡ay dolor!)- de oscuro, de teósofo y de ocultista –si se me permite la expresión- o sea la de falaz, de deslumbrante a la vez y a fuer de deslumbrante (como un sol/negro), de cegador (----) Franco fulgor? Quiere decirse engañado, defraudado a la vez o en vez de engañador. Y ahí está la clave del enigma y la meta de nuestra exploración. El mito engañador (y oscurantista) del pasado africanista de un oficial de la Legión. Víctima –como sus compañeros todos, como en mayor o menor medida todos los españoles - del señuelo o espejismo de un continente engañador. “Cementerio de tanta sangre y de tanta ilusión española” como llamaba (proféticamente) Ramiro Ledesma al Norte de África.
La resistencia afrikáner (Afrikaner Weerstand), condenada a una muerte lenta y atroz por agonía como lo dejó presagiar la muerte de su líder, Eugene Terreblanche (ver foto) asesinado por sus antiguos criados negros, ante la indiferencia en Europa ( y el regocijo y la aprobación) Y despues de haber acatado el fin del "apartheid" Lo que les redime a los ojos de sus antiguos enemigos históricos los españoles y nos llama a la reconciliación, a la empatía y a la compasión. ¿Europa como problema -para españoles (y europeos)-, y el África como señuelo y espejismo y encantación?
Y me viene todo esto a la mente como a borbotones, a cuento de los ecos sistemáticamente apagados, cuidadosamente silenciados y amortiguados en los medios de la prensa global de la tragedia de los blancos del África del Sur, víctimas de un genocidio silencioso, más de 38.000 víctimas despues del fin del apartheid, muchos de ellos enterrados vivos(...) -que, en cambio, un sector de la prensa española se está encargado en primera línea de frente, de desvelar y de denunciar y ello por paradójico que parezca, si se tiene en cuenta el mutismo –por la vía de la comparación- que se viene observando en el tema por estos lares de los países bajos (Bélgica y Holanda) del Norte y del Sur, y si se tiene en cuenta que esos colonos blancos amenazados del mas brutal y sanguinario de los genocidios en las horas que corren, son los descendientes de los enemigos históricos de los españoles, los protestantes holandeses que confundieron a España y a los españoles con los rigores de la Inquisición, a saber la encarnación del mal absoluto sin mezcla de bien alguno, como nos enseñaban en el catecismo por cuenta del diablo y del infierno abrasador (…) ¿La hora de la reconciliación? Es como lo estamos viendo algunos españoles, igual que yo, a tenor de lo que se trasluce en esos textos de denuncia, de empatía y de compasión. ¿Europa como problema y el África como encantación? Si se repasan algunos hitos históricos imprescindibles forzoso es llegar a esa conclusión.
“El brindis (toast) de Argel” (1890) por ejemplo del cardenal francés Lavigerie, en el que los franceses de Ecòne (monárquicos o monarquizantes, de derechas) -, veian un gran traidor, primado de la iglesia francesa en África, superior de la más grande importante de sus ordenes y congregaciones misioneras en aquel continente que en aquel discurso justificaba su consigna de adhesión (“le Ralliement”) –como la de la CEDA con casi un siglo de adelanto- a la Republica laica y antirreligiosa- a base de la evocación de sus años de misión, preñado de elogios encendidos y ditirambos a los encantos culturales y geográficos del África aquella en donde nació, y donde transcurrió su vida misionera (…) O la colonización del Congo belga, donde los belgas dejaron también tanta sangre y tanto sudor. O la guerra de Marruecos sin la que no se explica nuestro presente en ascuas y sin la que no se explica tampoco –como lo dan a entender los programas que dedica obsesiva y repetitivamente al tema y al personaje las horas que corren- Franco y su actuación en la guerra y en la posguerra también. Aquí en el artículo anterior evoqué el error histórico tan descomunal y de tan funestas consecuencias –lo pensé y lo sigue pensando hoy- de nuestra neutralidad (oficiosa) en la guerra mundial pero es de justicia el reconocer que no le asistían a Franco menos motivos y razones derivadas de su patriotismo español.
Como se vería puesto de manifiesto en la reunión de Hendaya que la prensa global no deja hora de evocar también, que encalló precisamente en el Marruecos español, lo que venia a ilustrar el contencioso geográfico y geoestratégico que arrastraba (de antiguo) España con otras grandes potencias –Francia y Alemania- herederas (igualmente) de un pasado colonial. Y como lo venia a ilustrar la divergencia de política y de actitud en relación con España durante la guerra del Rif entre el gobernador francés (germanófilo) de Marruecos, mariscal Lyautey –“el León africano”, como se le llamaba en la literatura histórica y apologética que circulaba en el seminario de Ecône-, protector de Abd-el-Krim y el general Petain (mariscal después), aliado de España, que le sucedió.
Nelson Mandela es uno de los grandes mitos de esta época de globalización. Predicó y practicó (descaradamente) la violencia terrorista indiscriminada y el racismo (groseramente) anti-blanco en el África del Sur, hasta que su largo cautiverio le hizo entrar en razón (…) A él, aunque no a su esposa ni a sus sucesores Y la antigua prosperidad que algunos evocan con gran añoranza ante el espectáculo de ruina y decadencia y corrupción y violencia criminal –y genocida- - que ofrece en la actualidad el África del Sur, no se debió a el sino al esfuerzo civilizador -y colonizador- afrikáner que evocaban con gran entusiasmo y admiración antiguos colones portugueses (“retornados”) con los que coincidí mis años presos en Portugal y que no veían en cambio en la colonización portuguesa en África austral ni punto de comparación (…)
Jan Schramme, en la foto -en uniforme de coronel del ejército katangueño-, belga flamenco, de Brujas, que se opuso -por las armas- a la descolonización y a la independencia del Congo Belga. Asignatura pendiente de revisión, su vida y su trayectoria como la de tantos otros – Bob Denard, Mike (Mad) Hoare, Orlando Cristina, Jorge Jardim (…)- de aquellos mercenarios o simples colonos (blancos) de África que juntaron por partes iguales errores y sed de aventuras y heroísmo y abnegación. En defensa de su identidad colectiva, y en memoria de sus orígenes. Uno de los capítulos más ennegrecidos –léase demonizados- en la leyenda negra de la colonización. De rehabilitación urgente pues
No hay comentarios:
Publicar un comentario