viernes, junio 29, 2018

MI FE Y MI RELIGIÓN, LA MEMORIA

El perfume de los años sesenta (sic) ve en ese movimiento ("Occident"), tan minoritario, tan a contracorriente, la prensa francesa que habrá prestado atención toda la atención deebida tantos años después –en el cincuenta aniversario del mayo francés- a una monografía publicada por cuenta suya (…) Los años de mi adolescencia, que viví tan intensamente y tan a contracorriente como ellos -aunque no con tanto activismo y de forma tan violenta-, en hijo (como ellos) de mi época, y no como un marciano en la Tierra. De mí que digan y cuenten los medios lo que quieran
Acabamos de atravesar toda una fase de celebraciones, la del cincuenta aniversario de mayo del 68, y cuanto más derrochantes  las rememoracionesde nostalgia y de melancolía , más lejos o de lejos les pasó a sus autores aquella ventolera, como ocurre aquí en las universidades belgas muy marcadas por la línea divisoria izquierda laica, derecha católica (Lovaina, UCL, KUL) y donde el mayo francés se vivió a la manera belga por no decir que no se vivió, que pasó completamente desapercibido a la francesa o a la belga, mucho más –por paradójico que parecer pueda- entre laicos que entre católicos en la izquierda que en la derecha (…) El Mayo del 68 –ya lo he constado y explicado aquí no sé cuantas veces- no me ganó a mí, tampoco me pasó de largo, sino que produjo en mí un fenómeno de enroque psicológico e ideológico a la vez, de ideas tanto como a nivel del comportamiento, que muestra e ilustra a la vez el que yo viviese –¡qué intensamente!- la época aquella, que fue la de mi juventud (universitaria) o una buena parte de ella, y que fui en definitiva -al contrario que la imagen que se pueda desprender de mí de las campañas de linchamiento que me habrán dedicado de forma periódica e intermitente a través de los años los medios nacionales y extranjeros-, un joven de mi tiempo por muy a contra corriente que viviese la época aquella.


Y me lo prueba e ilustra, otra vez, un fenómeno a contracorriente, emblemático en extremo, que no dejó menos -como lo hace observar la prensa francesa, que lo rememora- de marcar (sic) la época aquella, (“de mediados los sesenta”) Y es con ocasión de una monografía que se le habrá dedicado ahora -”Génération Occident”-, y que por el revuelo armado muestra bien que no es solo un libro de historia. Y es que en él –un trabajo (documentado) de periodismo de investigación- se quiere probar y fe mía que lo consiguen, que “Occident” fue zona de tránsito obligado de una buena parte de la clase política francesa de las últimas décadas, y de algunas de sus figuras más emblemáticas, como el caso de Gerard Longuet, ministro de Defensa que fue de los gobiernos Sarkozy y que como tal presidió (o supervisó) la intervención aliada en Libia y con ella, el fin tan macabro del coronel Gadafi, con el hilo conductor –dicho sea a modo de explicación o de descargo y justificación de aquello y de una trayectoria (de la derecha extrema a la derecha a secas)-, el recuerdo –aún vivo en la mente y en la memoria de muchos franceses- y en el de la generación(Occident) aquella mucho más, de la guerra de Argelia (…) No milité en Occident, me curo en salud de inmediato, pero mentiría si dijera que me fueron ni poco ni mucho extraños. Fue precisamente en la resaca del mayo francés, en el solivianto que todo aquello marcó entre todos los de mi generación, y cual corolario obligado lo que hizo que Francia se pusiese (otra vez) entre españoles de moda (…) Y fue lo que me trajo alguien de mi entorno que venía de allí, un ruso blanco (zarista) crecido en Francia –entre los sectores franceses de derechas y los medios o ambientes del exilio ruso- y de raíces españolas.
Umbral es maestro de estilo para mí y es también un maestro espiritual al que pongo por testigo –de entre los muertos- de mi religión pagana y de mi moral erótica. Y de mi fe en la Memoria en resumidas cuentas. Que la iglesia niega y desprecia. Lo que la polémica interminable de la ley funesta habrá puesto en evidencia.
Me marcó a mí también pues todo lo de aquel amigo francés o afrancesado –como lo acabé siendo yo- por lo que me contaba (y no acababa) del activismo –a fe mía espectacular de lo que mi amigo me decía- de “Occident” en las universidades francesas que había él vivido o presenciado en primera fila, todo ello y la magia de aquel nombre, aunque con el paso de los años se me caen las escamas de los ojos y eran del romanticismo que el nombre tan mágico o emblemático y el activismo (vehemente y violento) de aquel movimiento irradiaba, y de todo lo que ocultaba a la vez o hacía pasar de matute a extraños y a extranjeros, y era la carga de violencia ciega e indiscriminada –con el idealismo o la ideología de coartada- y del olor a muerto en resumidas cuentas, que sí que lo hubo en sus correrías. Pero todo eso sólo lo sopeso o aprendo ahora con el paso de los años, ojeando la prensa escrita o los libro de historia (…) Que modifica y no poco mi enfoque y mis análisis del movimiento aquél, del fenómeno aquél, y de la época aquella (…) Hasta el punto que sin tener conciencia en absoluto de cambiar de bando ni de nada que se le parezca me veo obligado a asumir o hacer mío el análisis que arrastra la leyenda o la “vulgata” –marca de izquierdas y de extrema izquierda- que “Occident” (por su violencia y sus provocaciones) fue el detonante de la explosión revolucionaria en el medio estudiantil del mayo francés (….) De la que, de justicia el recordarlo, dieron la espantada, desertando así "su" trinchera (...), mejor dicho dejandola desierta, a ambos lados de la fontera franco-española (...)

No importa. De la mano o tras los pasos de “Occident” viví el mayo francés (a mi manera), y almacené todo aquel pasado tan decisivo y tan crucial en la memoria. Siempre viva, de forma que no me es indiferente el perfume (sic) de aquella época –que fue la de mi adolescencia- que despide, según el comentario que acompaña su reseña colgada en la Red, la portada (con una foto de la época aquella) de la monografía que aquí estamos comentando. El perfume de los años sesenta. Los años de mi adolescencia que se llevaron con ellos tanto rostro, sin billete de vuelta (….) Como lo comenté en la semblanza necrológica que dediqué aquí no hace mucho a una figura –con no poco de paralelismo con todo lo que aquí acabo de evocar –el jefe y fundador del FES, en el que sí que milité, Sigfredo Hillers, aunque no estoy seguro que él lo vería así o lo reconocería- y cerca del cual, mas que del movimiento francés aquel que me marcaron no obstante igual o más a fuer de extranjero (misterio), viví tan intensamente aquellos años para siempre idos (….) Y con lo que vengo a querer decir que la primavera de mi vida lo fue aquella primavera francesa que yo vi o viví –en España, en su versión española- como un invierno cruel por paradójico que ello parezca (…) Y lo que explica –aún sin tratar de justificarme de ninguna manera- que viese desde entonces un sello francés impreso en mi, autentico por muy barato o de segunda mano o de tercera, en mi vida que viví por mí mismo no obstante, con mi pautas propias y a mi ritmo y calendario, y no “a la hora francesa” (…) Y digo que no trato de justificarme, aunque sí reacciono –como aquí lo hago - en legitima defensa. Y es frente al cinturón de apestamiento –cordón sanitario, más púdicamente, en francés- que siento instalarse progresivamente en torno a mi, de forma mas acuciante, mas apremiante si me pongo pensar, ahora (mucho más) que antes.

Una apología (sic) que se traduce por defensa (justificatio) en latin, lo que acaban queriendo ser o devenir estas líneas. De lo que algunos mucho pocos, pueden ver como una defección o aún peor, como un abjuración o una apostasía. Y es por la profesión que vengo dejando sentada en este blog- de anticristianismo(sic) Sin trampa ni cartón. Y es que si me decido a ponerle nombres y apellidos al desfile de fantasmas que me daba vueltas esta noche –en pleno insomnio- en mi cabeza, y que en los últimos tiempos se habrá ido despidiendo de mi vida, sin decirme adiós (a la francesa), la lista no se acaba. De objetores de conciencia, si hay que llamarles de alguna manera (…) O si se prefiere, de inquisidores del pensamiento único (….) en religión como en ideología o lo que es lo mismo, en ideología o política/religiosa. Y mirando a un lado a o a otro en busca de testigos entre los vivos o los muertos, sobre tierra o bajo las estrellas, una figura y una obra se destacaban sobre todas las otras, y fue la de Maurras, francés precisamente, ideólogo y escritor en lengua francesa, y fue porque en el proceso –de herejía- a escondidas sin dar la cara, que me están montando algunos (a ojos vista) no me es difícil reconocer el que llevó a la condena de la Acción Francesa (y a la excomunión de Maurras, su máximo dirigente). Proceso canónico y doctrinal, proceso (o juicio) de intención a la vez de su líder o fundador. Al que (dicen) la sordera que le afectó en su juventud le hizo perder la fe de su infancia (en plena adolescencia )
Maurras en cabeza de una manifestación por las calles de Paris, periodo de entreguerras. La condena pontificia de la Accion Francesa y la excomunión de Maurras –y de sus partidarios- frenó (arteramente) el auge del movimiento pero no apagó la llama de una fe y de una pasión, católicas y a la vez anti-cristianas (o anti/judeocristianas), como ellos mismos las definían. Aunque era otra época. Y otra iglesia/católica

Pero no le hizo perder la fe en sí mismo, y la llama –de fe, de esperanza- que ardió en él, hasta el final de sus dias, a través de la cárcel y del enjuiciamiento (por delito de alta traición) y al cabo de la derrota (…) Porque era lo mas hondo y auténtico en él, lo más granado, como ese viejo paganismo sobre el que vino a ponerse -en él como en todos nosotros- el injerto judeocristiano (…) Por eso no tuvo él como no tengo yo sentimiento de renegar de nada ni de dejar de ser fiel a mí mismo (Semper idem) Al contrario, de ser más yo mismo que nunca, con esa bandera levantada. Lo que siempre fui, fiel a mi infancia y a mi adolescencia. Y fue ese viejo paganismo (tan infeliz, tan inocuo e inofensivo, tan traicionado, tan difamado) –que respiraba y revindicaba la Falange heroica, de los comienzos (la del Punto Veinticinco)- lo que acabé reconociendo e identificando en Francisco Umbral -hijo de un falangista-, y lo que hizo que acabara erigiéndole no solo como maestro de estilo sino como un maestro espiritual tal y como llamaban sus discípulos a Maurras, que fue –por aquello de la admonición evangélica (“no llaméis a nadie más maestro sobre la tierra”)- lo que le valió su condena. Y por eso es por lo que habré vivido –con el mayor patetismo, con la mayor intensidad (y pongo aquí todos mis lectores por testigos)- como una tragedia religiosa –o un combate por mi fe religiosa y a la vez político/religiosa- toda la (enojosa) polémica sobre la Memoria histórica. Como un sacudirme por todos los medios esas tentativas sucesivas, a la desesperada, de despojarme de un pasado que me pertenece en propiedad, a mí como todos los españoles, que es como lo he visto defendido o atacado-lo que los franceses llaman “estado de la cuestión”- tal y como nos lo plantea la guerra de memorias y en particular el último de su avatares el más peligroso y agresivo tal vez hasta la fecha- que es la nueva versión o propuesta (marca Pedro Sánchez) de la ley funesta.
Eugenio Vegas, doy fe de ello, era maurrasiano integral, y lo siguió siendo hasta el final de su vida. Y le traía sin cuidado el asunto de la condena de la Acción Francesa. Y le pongo a él también por testigo –a él y a Umbral y a otros, entre los vivos o entre los muertos- de mi postura que me vale el que algunos –¿muchos pocos?- me hagan hoy, a escondidas -dándome (silenciosamente) la espalda (….)-, un proceso por herejía. Él, que asistió a la misa de mi ordenación/sacerdotal en el hotel Melia Castilla y presidió junto a Monseñor Lefebvre -pese a la nota de condena del acto en los medios, del cardenal Tarancón-, el banquete que se seguiría
La salvación la trae consigo la Historia, vieja polémica que el concilio vaticano segundo quiso zanjar y dejó más viva y coleando que nunca, como tantas otras cosas. Nos salvamos (o condenamos) juntos, era una de las frases -como un mantra (judío)- más repetida, más de moda entre los de mi generación, a los que di la espalda (y viceversa) Lo que no era más que decir que nos salvamos –o nos perdemos- ya en la tierra, escenario de la Historia. De ahí la magnitud del reto o desafío de la expresión (todo menos inocente) de Memoria histórica. Que yo traduciría mejor por Memoria a secas, gran excomulgada (y con perdón) de la historia de la Iglesia o de la histora de los dogmas(…) Y así queda alzada la bandera: solo queda defenderla alegre y poéticamente . Como he venido haciendo hasta ahora.
Rafael Sánchez Mazas fue junto con Ramiro Ledesma mentor principal del punto 25 de la Norma Programática de la Falange. Los dos, igual que Eugenio Vegas, resueltamente maurrasianos (en política religiosa) Y es que no es cierto que la condena de Maurras y de su movimiento fuese una querella exclusivamente francesa, ni que la esfera de su influencia y de sus partidarios en España fuera tan minoritaria y tan circunscrita (exclusivamente entre monárquicos) como habitualmente se presenta (…)

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