viernes, marzo 16, 2018

PEDRO VARELA Y EL "MEIN KAMPF" (CON LAS DEBIDAS LICENCIAS)

“Mi Lucha” fue en mi adolescencia y primera juventud (españolas) –años sesenta- el libro del que todos hablan –a favor o en contra- y que nadie lee, por unas razones o por otras. En mí jugaban un interdicto de tipo religioso y un tabú de tipo ideológico que venían a confluir los dos a la vez en el grupo falangista (joseantoniano) del que formé parte muy joven -el FES- y en su líder, Sigfredo Hillers, de arraigadas convicciones religiosas y de ascendencia alemana como su nombre y apellido indican, a través de su progenitor alemán, llegado a España antes de la guerra civil y presumiblemente ya en la era nazi (…), del que -soy formal en lo que afirmo- no le oí hablarnos nunca, por un conflicto irreductible –e igualmente irresuelto- de memorias antagonistas (es lo más fácil de suponer), heredado en línea recta de la guerra civil europea (Nolte), una variante de lo cual lo sería la guerra de memorias irreconciliables, que arrastramos desde 1936 (y antes ya) –hasta hoy- los españoles. Lo leí pues ya a un edad relativamente tardía –en Bélgica- y confieso que me sorprendió, por su lectura amena y su nivel conceptual y literario indiscutibles. En ninguno de sus párrafos, como quiera que sea, se anuncia ni remotamente el holocausto/judío y ni siquiera los autores e historiadores del nazismo más radicales de la llamada corriente “exterminacionista” (antinazi) acusaron nunca a esa obra de nada parecido. Y no creo –como tampoco lo cree Pedro Varela- que ningún estado soberano –y menos aún un estado federal como la Baviera- se pude arrogar el veto a su lectura (con o sin el pretexto de la licencia) ¡Basta ya de desnazificación, de censura y de represión, y de ajuste de cuentas interminables por cuenta de la culpa/alemana, de la Segunda Guerra Mundial y de la guerra civil española!
Licencias del Mein Kampf. ¡Válgame un santo de palo! (que hubiera dicho Don Ramón del Valle Inclán) Iba a dejar pasar el ítem por lo ridículo o extravagante (que no puramente trivial), y escandaloso del mismo –me refiero al encarcelamiento (sic) del librero Pedro Varela ( viejo conocido y amigo) por un motivo así-, cuando algo en el aire y en la dirección de los vientos que corren por ahora me advierte (de un tris) de la magnitud del reto que esa noticia nos planea a mucho, sobre todo si como es mi caso (ay dolor) lo vivimos por cima de los Pirineos. Un (serio) aviso -uno más, por si no escarmentamos lo bastante todavía (…)- de los propagandistas de la memoria de los vencidos léase de los mentores e instigadores de la nueva/ley de la memoria histórica, de la misma línea del frente internacional done se ventila la suerte y destino de esa ley funesta –en fase de gestación todavía- tal y como lo expuse y expliqué en mi anterior articulo de este blog dedicado al tema, “Lo grave de la hora, (a Pio Moa)” Holocausto/judío y guerra civil española (del 36), el binomio inseparable e insoslayable que gravita de cerca en esta polémica aunque les cueste (¡dios!) el reconocerlo a algunos, y es que si así hacen –en su descargo hay que reconocerlo- se les cae encima otro binomio fatal, como un fardo más duro y pesado de soportar aún, el de la guerra civil (del 36) y el de la Segunda Guerra Mundial que no vino a ser mas que una prolongación de aquella, o si se prefiere, de la que esta ultima no vino a ser más que un simple capítulo o episodio, que por lo que se ve no se ha terminado todavía. El toro por los cuernos pues. Y con todas sus consecuencias.

Leí (confiteor) el Mein Kampf (en español, “Mi Lucha”) a poco de mi llegada a Bélgica en la Real (Royale) Biblioteca de Bruselas (fuera de a sospecha) donde figuraba en su catálogo como una obra de consulta más, como otra cualquiera. Sin advertencias o censuras ( o licencias o permisos) de cualquier tipo, fueran las que fueran. Con ayuda del diccionario debo añadir (y confesar) dado mi nivel entonces de conocimientos de alemán, y mi esfuerzo de traducción viéndose multiplicados además por la (muy singular) tipografía, la célebre fractura/gótica –en alemán, “fraktuur”- (como en la foto, en letra (muy) pequeña no obtante y siempre en minúscula) (...), en la que venia transcrito el texto, una originalidad de la que el propio régimen nazi acabó desistiendo cuando acabaron rindiéndose a la evidencia de los orígenes judíos (sic)  (judeo-cristianos, cabe suponer) de aquella tipografía (…) Me dejó una impresión –y como se ve, sigo en la misma línde confesional- de gran nivel conceptual y literario, discutible por supuesto en sus tesis y argumentos, como se lo pareció a muchos nazi fascistas, fascistas o fascistizados de entonces (Robert Brassillach entre ellos) por el intransigente nacionalismo alemán, o pan/germánico –en no alemanes al menos- que inspiraba y empapaba sus análisis ideológicos, históricos o geoestratégicos (primordialmente europeos)

Y retuve particularmente señalados puntos que me dieron hueso duro de roer, en el plano intelectual, ideológico, filosófico y teológico incluso, como no he dejado de recordarlo y de señalarlo en alguno de mis escritos. Su comentario por ejemplo de la revolución europea de 1848, que fue conocida (o bautizada) en su momento como “la primavera de los pueblos” –cualquier parecido con la actualidad tan palpitante (en el mundo árabe) de nuestros días, pura coincidencia, se diría (….)- que sacudió de la cabeza a los pies la mayor parte de los estados de entonces en el continente europeo, aunque en España la onda (sísmica) aquella nos llegase un poco de lejos. Un autor contemporáneo, el alemán Joshka Fischer, figura del mayor relieve de la corriente ecológica, y como tal –como ecologista y como alemán- fuera de toda sospecha también, veía una de las principales secuelas del movimiento insurreccional aquel, en la falta de serenidad (sic) que habría dejado como su legado principal en el campo de las relaciones internacionales. Y de lo altamente significativo de la postura hitleriana sobre el tema da idea la línea divisoria tan rotunda que dejó aquello marcada en los espíritus mas brillantes de la poca, y más significativo aún, en la inteligencia alemana y en algunas figuras señaladísimas de la misma que serían a su vez -más significativo aún-, referentes autorizados del nacionalsocialismo, como lo fueron, por un lado, Ricardo Wagner revolucionario exaltado al que el fracaso de la revolución obligó al exilio y Federico Nietzsche que se vio profundamente marcado por aquellos acontecimientos que vivió de niño, por la circunstancia sobre todo de que ocasionaron –como lo recordaba un joven autor indignado de izquierdas (de nacionalidad argentina) en un obra reciente que ya comenté en este blog - el fallecimiento de su progenitor profundamente afectado por la afrenta publica que los revolucionarios entonces infligieron al emperador, (el Kaiser) del que el padre del filosofo era por así decir –en su calidad de teólogo de la corte (imperial) - confesor de cabecera.

Del lado del Orden y el Imperio (alemán), o del de la indignación “primaveral” (y callejera), una disyuntiva insoslayable que se reviste de gran actualidad en nuestra época y que dividió de raíz –a izquierdas y a derechas- el movimiento nazi desde sus inicios y del que su líder -indignado entre los indignados (de una indignación especial, nacionalista)- dejó clara su posición en el principal de sus escritos. “La revolución europea del 48 –reza el Mein Kampf- pudo muy bien ser en los demás países la expresión de la lucha de clases, en los países de lengua y cultura alemanas en cambio fue ya el preludio de una guerra de razas” Una revolución racial o racialista mas radical aún pues que la que preconizaba la izquierda europea en aquellos momentos. Con un análisis de base –cabe de inmediato apostillar- despidiendo un fuerte tufo religioso, léase por el carácter de guerra racial –de Norte contra Sur, de latinidad contra cultura y lengua germana- que innegablemente -y eso (me lo reconocerá Pedro Varela) era un capítulo difícil de obviar y aun mas difícil de digerir para españoles- tuvieron las guerras de religión, en Flandes y en los Países Bajos (nota bene) como en el área geográfica que configura la actual Alemania.. Política y Religión (ya me veo la objeción rampante), churras y merinas.

Y ahí estaría precisamente el otro punto –de reflexión, y de disentimiento- ue retuvo especialmente mi atención en lo que tuvo sobre todo de autobiográfico y testimonial el texto de Mi Lucha. Y es cuando se refiere al panorama de política religiosa existente en Austria –léase del Imperio austrohúngaro- entonces, en sus años niños, y su evocación del movimiento (cismático, del punto de vista canónico estricto) de los Católicos Alemanes (favorables a la reunificación con la Prusia protestante) – de Georg Von Schonerer- en la orbita del cual confiesa haber gravitado algún tiempo, de muy joven, y del que acabo distanciándose (confiesa también) por cuenta de la distinción (barata) de Política y Religión, deslindadas en compartimentos estancos, como en un axioma ideológico fundamental o un postulado heredado en línea directa (Pedro Varela no me lo podrá tampoco negar) del mas rancio liberalismo. ¿Minucia o curiosidad a penas, así a primera vista?

Y cabe decir que no hay tal, y es si se piensa en el posterior curso de los acontecimientos y en el desarrollo en particular de la Segunda Guerra Mundial y de la importancia estratégica –a nivel de los servicios de espionaje (y por cuenta sobre todo, nota bene) del secreto de confesión (...)- de la que se revistió el Vaticano –potencia política y diplomática además de religiosa- del punto de vista político y estratégico hasta el punto que se le puede señalar con el dedo (acusador) como el vientre/blando el III Reich y de las potencias del Eje, por donde les vino fatalmente la derrota final (…) Una laguna clamorosa en verdad, el factor religioso en el Mein Kampf o un análisis al menos (por indispensable que fuera) de política religiosa (sic) , en la fórmula de Rafael Sánchez Mazas que copió directamente -en su obra “prohibida” “España-Vaticano”- de la Acción Francesa y de Charles Maurras (…)

Eso no obstante no descalifica la obra, ni los que la venden o difunden, como ya lo declaré aquí anteriormente. Ni aquellos tampoco que (con más o menos donaire) llevamos o arrastramos en España o donde sea apellido y ascendencia germana y se ven o nos vemos condenados in vitam aeternam a asumir y cargar con nuestra dosis (conveniente) de “culpa/alemana”. Que lo sepan todos, y que sepa la señora Merkel –y el magistrado español a sus ancas- que nos damos por aludidos. ¡Libertad para Pedro Varela (Geiss)! Hispano/alemán por siempre (como el autor de estas líneas)

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