jueves, febrero 23, 2017

¿"PRÓJIMO"? ¡INTRUSO EL BUEN/SAMARITANO!

Louis Rougier, gran padrino intelectual de la Nueva Derecha en Francia, del que me reconozco sin ambajes deudor intelectual (y en el plano espiritual también) No llegué a conocerle personalmente -ni a él ni a ninguna de las otras figuras conocidas de esa corriente ideológica francesa. Ofrece no obstante , en los raros testimonios gráficos que circulan de él en la red, un extraño parecido físico con su alter/ego de izquierdas -librepensador, racionalista y anti-clerical y pagano (o paganizante) como él-, Robert Joly, socialista (a la belga) que fue mi profesor en Bélgica Evoco a ambos en mi entrada
En mi entrada de ayer en este blog “Caritas o el negocio de la compasión” utilicé -con la venia de los lingüistas- un término del lenguaje digital que viene aflorando de un tiempo a esta parte en Internet y particularmente en las redes sociales al amparo del debate desatado por la crisis de los refugiados y la actitud polémica y radical adoptada por el papa Francisco en la materia. Y me refiero al termino de samaritanismo, en referencia a la parábola del buen samaritano (evangelio de san/lucas) La interpretación de la biblia y de los evangelios a la luz de la Historia antigua, moderna y contemporánea, fue un método de exégesis bíblica y evangélica que marco un punto de ruptura en la historia del pensamiento medieval y la paternidad del cual cabe atribuirlo a Joaquín de Flore (siglo XII) que se vio condenado por la iglesia pero que no dejó de ejercer predicamento y una influencia determinante en la evolución del pensamiento occidental has ta nuestros días.

El autor de estas lineas fue joaquinita o joaquinista si cabe hablar así -léase milenarista, léase partidario de una lectura o interpretación apocalíptica de la historia contemporánea en clave de fin de los Tiempos (y no de fin/del/mundo)-, lo era ya antes de mi gesto de Fátima y continuaría siéndolo -sin miedo y sin tacha- todavía algún tiempo después, como di testimonio sobrado y fehaciente de ello en el libro autobiográfico que escribí (en francés) tras mi salida de la cárcel portuguesa.

Hoy curado ya hace mucho -años, lustros- de aquellas ensoñaciones (o fiebres y desvarío) judeo-cristianas, y abocado como tantos de mis contemporáneos a arrostrar el desafío formidable que la crisis de los refugiados -y de la inmigración masiva- conjugada al samaritanismo que nos lanza al rostro a todos los pueblos europeos y en general al conjunto de los países occidentales, se me antoja que la Historia con mayúsculas y en particular la historia reciente de la actualidad candente que la revolución informática convierte en historia oral y escrita desde el instante mismo de venir a cumplirse léase a “actualizarse”, se convierte fatalmente en profecía retrospectiva que nos ayuda a desentrañar -léase a desenmascarar- las contradicciones de las que están plagadas (como un marca textual indeleble omnipresente) los relatos bíblicos tal y como lo probo sucintamente en un muestrario de textos escogidos a su antojo Federico Nietzsche en el Anti-Cristo.

No más que una pequeña muestra, es cierto, los textos que Nietzsche enumera y comenta y refuta en su célebre obra tardía, la más polémica -y transgresora- de todas ellas. Nietzsche lo he estado ahora comprobando sobre la marcha, no habla de la parábola del buen samaritano en el Anti-Cristo, no es óbice que nada nos impide a nosotros utilizar el mismo espíritu (sanamente) critico que él, en nuestro empeño de disecar esa parábola convertida los días que corren en el meollo central del mensaje político y social -en el sentido de política religiosa-) del papa Francisco y en la idea motriz de su estrategia humanitaria de acogida sin límite ni medida de la inmigración en masa en nombre de la caridad, de la compasión y de la misericordia. Y en ese empeño desmitificador nos serviremos de la historia más reciente de los últimos años y en esencial del lustro que acaba de transcurrir y de sus capítulos o episodios más cruciales y decisivos como lo habrán sido las primaveras árabes, la guerra en Libia y en Siria, y el aluvión de refugiados que esta ultima sobre todo habrá desatado removiendo hábitos y normas establecidas y sacudiendo conciencias y mentalidades en los diferentes países europeos blanco de esa afluencia masiva de emigrantes y refugiados.

Los samaritanos eran los cismáticos del judaísmo oficial (léase del fariseísmo institucionalizado) Un poco como lo son los chiitas (o chiíes, o xíies, en español arcaico), confesión mayoritaria en la Siria de Bachar el-Assad y en el Irán de la República islámica- en el seno del mundo islámico. Pero el buen/samaritano en la visión oficial y autorizada de la iglesia católica y del vaticano y del pontificado actual lo viene a ser mas bien el islam mayoritario, suní, que el Vaticano -en la política pos conciliar de los últimos pontificados, considera hermanos separados de los católicos y del cristianismo en en general. Y el buen samaritano lo vendría a encarnar sobre todo a sus ojos la hermandad o cofradía de los Hermanos Musulmanes, inspirados grosso modo en una misma mística religiosa (y a la vez subversiva, revolucionaria) de los pobres y desheredados -del mundo árabe musulmán- que la que inspira al vaticano, a su acción pastoral y a su magisterio desde la terminación del concilio vaticano segundo.

Y esos nuevos/samaritanos del mundo de hoy vendrían a ser el verdadero prójimo del evangelio, el otro/yo, o en otros términos, “de los nuestros", como una nueva familia o como nuevos compatriotas en menoscabo de la propia familia -o del propio clan familiar- y de los compatriotas auténticos por razón de los lazos de sangre y de la identidad histórica y biológica y de la memoria (propias) o en otros términos de “los nuestros”, aunque ellos amenacen seriamente nuestra identidad tanto individual como colectiva. Y esa interpretación da la clave en mi modesta opinión tanto de la estrategia global -tan surcada de presagios funestos y calamitosos- del papa argentino en favor de inmigrantes y refugiados (mayormente musulmanes) como de la política exterior de la Casa Blanca en los tiempos (largos) de la presidencia de Barak Obama, amigo notorio de la célebre (y temible) cofradía mas arriba mencionada, como lo ilustró un resonante discurso que pronunció en la universidad islámica del Azaar del Cairo ante un auditorio compuesto sustancialmente de hermanos/musulmanes en el que confundió (aposta) a España con el Andalus entre una ovación atronadora del publico asistente.

No tengo nada que ver -dicho sea curándome en salud- con la Nueva Derecha francesa ni conocí en persona a ninguna de sus principales figuras. Ni a Alain De Benoist ni a Dominique Venner -que en paz descanse- al contrario que algunos que se revindican de antiguo de las ideas de aquellos por bajo de los Pirineos, de puertas adentro o para andar por casa como quien dice, léase sin meterse en honduras ni en camisas de once varas con el magisterio eclesiástico de una iglesia omnipresente a la derecha y extrema derecha del espectro político del panorama de actualidad en la España de hoy, de la que acatan -lo reconozcan o no lo reconozcan- mansamente (y por la cuenta que les trae) la tutela, en extremo exigente -en materia de ideas- y vigilante (y supervisora)

No es óbice que me reconozco deudor en gran parte de ellos, de las ideas que acertaron a poner sobre el tapete del debate de las ideas en los países occidentales, a partir de Francia -y en lengua francesa- en las últimas décadas. Y en particular de esa rehabilitación valiente y sin complejos del acervo de la Antigüedad clásica (y pagana) que pregonaron -con notable éxito- en sus publicaciones y campañas de todo tipo. Y en particular de la reacción pagana abiertamente anti-cristiana -grosso modo del siglo II de nuestra era- que surgió en repuesta a la propagación al interior del Imperio romano del cristianismo primitivo. Y reconozco mi deuda en particular del que pasa por ser mentor intelectual principalísimo de la Nueva Derecha, de una generación anterior a los dos autores que cité mas arriba, a quien tampoco llegué a conocer -pero de quien me llegaron ecos directos y testimonios precisos de alguien que sí le había conocido- y me estoy refiriendo al filósofo e historiador y filósofo de las ciencias Louis Rougier, joven promesa de intelectual brillante en la Francia del período de entreguerras y que se vería comprometido (a fondo) con la Colaboración -y el régimen de Vichy- lo que marcaría -y en gran parte hipotecaria- su carrera y su destino en la posguerra.

No le conocí ya digo, pero sí me llegaron testimonios por su cuenta de alguien que ya evoqué repetidamente en este blog y que fue mi profesor en Bélgica, y me refiero a Robert Joly profesor de exégesis bíblica y evangélica (racionalista) en la ULB (Universidad Libre de Bruselas, mis primeros años de estancia en Bélgica. Quien me comentó en una ocasión haber coincidido con Rougier en la Universidad de Barcelona en el tardo/franquismo, invitados los dos por unas autoridades académicas de entonces visiblemente empeñados en contrarrestar con intelectuales de la tendencia laicista que ellos dos encarnaban, y en el caso de ambos, grosso modo asépticos o no/beligerantes relación con la situación política española de entonces, la fiebre subversiva que había contagiado a gran parte del estamento docente de los ámbitos académicos situados en la órbita de la iglesia (léase de las universidades católicas y centros de enseñanza bajo tutela eclesiástica) Y hoy muchos años transcurridos de aquellos encuentros llegué a la conclusión que el propio Joy aunque no lo admitiera era también deudor de la obra (ingente) del “fascista” Rougier (*)

Quien dicho sea por un imperativo de justicia dejó tras suya una obra ingente y que era un escritor consagrado y de un genio literario indiscutible ante el cual Joly -en ese plano exclusivamente- no resistía la comparación, por más que el profesor belga fuese un orador ameno y brillante, amén de un profesor excelente (y un histrión consumado que hacia reír hasta desternillarse a su auditorio, por lo general jóvenes en su mayoría) Dicho sea en homenaje ambos, a cual mas anticlerical y pagano uno que otro. In memoriam

(*): E ilustra lo que aquí digo una obra que acaba de caer en mis manos por vez primera de Louis Rougier sobre la génesis (sic) de los dogmas “La genèse des dogmes chrétiens”, Paris, Albin Michel, 1972) que se puede considera en toda objetividad resumen fiel y prontuario y compendio completo a la vez de las clases que nos impartió Robert Joly en los dos años que le tuve de profesor (1987-1989) en la Universidad Libre de Bruselas

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